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domingo, 29 de septiembre de 2013

El terremoto que ayudó a Haití a alejarse del abismo

Un grupo de niños carga con bidones de agua en Delmas, Puerto Príncipe. | Unicef

El terremoto que ayudó a Haití a alejarse del abismo


El delegado de Unicef en Haití expone con orgullo las mejores cifras del balance de la ayuda humanitaria: "Se ha producido un descenso del 10% en la mortalidad infantil. Y si mueren menos niños antes de cumplir un año, es porque millones de criaturas han sido vacunadas. También ha habido un aumento de la escolarización, que entre los más pequeños ha pasado del 48 al 77%. Son logros muy importantes".
Las palabras de Edouard Beigbeder no dejan lugar a dudas: la solidaridad internacional ha conseguido mejorar algunas de las pésimas condiciones de vida de los haitianos sufrían antes del seísmo. La tremenda paradoja es que haya hecho falta un terremoto para que el país más pobre de América recibiera una ayuda que resultaba indispensable. Porque los datos oficiales registraban tres millones de hambrientos crónicos, con más 300.000 familias en situación de pobreza extrema; más del 80% de la población carecía de los bienes imprescindibles y la inmensa mayoría ni siquiera tenía acceso al agua potable.
"Cuando un niño llega desnutrido a la edad de tres años queda afectado para toda su vida"
Paloma Escudero, directora de Comunicación de Unicef.
El 12 de enero de 2010 Haití fue sacudido por el seísmo más devastador en América desde el que asoló Managua en 1972. El terremoto, con dos fuertes réplicas, causó decenas de miles de muertos y destrozó las precarias infraestructuras de la nación más atrasada del hemisferio. La ONU cifró inicialmente en 1.300.000 el número de desplazados, repartidos en 900 campamentos. Pero el seísmo supuso un manto de dolor extendido sobre una antigua y profunda pobreza crónica.
Desde entonces Haití empezó a recibir algo de la ayuda que siempre se le ha negado. Y la actuación humanitaria internacional está paliando algunas de sus carencias básicas. Ello pese a las muchas promesas incumplidas y a las trampas contables de países, como los Estados Unidos, que facturaron como ayuda humanitaria hasta los gastos militares del portaviones que transportó a sus tropas para garantizar el orden en la pequeña república caribeña.

Avances esenciales para la infancia

Pero quedan muchos problemas sin resolver. Un simple paseo por el centro de Puerto Príncipe permite comprobar que tanto el gobierno haitiano como las grandes agencias de la ONU han procurado mejorar la imagen del país. Las ruinas del palacio presidencial y de los edificios gubernamentales han sido retiradas. También han desaparecido las aglomeraciones de damnificados en torno a las estatuas de los grandes próceres en el Campo de Marte, igual que las tiendas de campaña que ocupaban todos los rincones de la capital, incluso las medianas de las vías de tráfico urbano. No parece casualidad que los primeros sitios donde se eliminó la inquietante presencia de desplazados fueran Petionville, el distrito donde residen los privilegiados, e instalaciones como el Club de Campo de Delmás, cuyo campo de golf había servido como asentamiento de desamparados.
Pero lo realmente significativo son las cifras que resumen los avances conseguidos en cuestiones esenciales para el bienestar de la depauperada población haitiana. El doctor Léandre, director de la Fondefh , asegura que "la desnutrición infantil es la peor epidemia, presente en Haití desde mucho antes del terremoto; pero la ayuda humanitaria ha producido una mejora general, aunque la promiscuidad haya disparado los índices de natalidad entre los desplazados".
Paloma Escudero, Directora de Comunicación de Unicef, explica que "los niños constituyen nada menos que la mitad de la población haitiana; la inmensa mayoría son muy vulnerables porque solo comen una vez al día y sufren la falta de agua potable y de saneamientos. La ayuda no se puede aplazar, porque cuando un niño llega desnutrido a la edad de tres años queda afectado para toda su vida".
El drama anunciado es que Unicef y las demás agencias humanitarias no pueden hacerse cargo permanentemente de las necesidades de un país que, años atrás, el Banco Mundial consideró como estado inviable. Su ayuda masiva responde a una emergencia; por tanto, es de carácter puntual y tiene que tener fin.
"Fue muy importante que, solo dos meses y medio después del terremoto, consiguiéramos el regreso 700.000 niños a la escuela aunque fuera bajo tiendas de campaña -continúa Escudero- ya hemos reconstruido 196 colegios y estamos acabando otros 15 nuevos. Se han hecho muchas inversiones y el número de niños escolarizados se estima en 2.2 millones en educación primaria".
La pregunta que nadie quiere hacerse es si el débil estado haitiano será capaz de mantener por sí mismo el nivel de la educación, especialmente en cuanto a calidad.

El infierno de Cité Soleil

Las estadísticas generales se estropean al reducir la mirada a distritos como Cité Soleil, uno de los peores barrios de Puerto Príncipe donde se hacinan unas 300.000 personas. Es muy difícil encontrar ancianos bajo sus techos porque la esperanza de vida, que en Haití es de 54 años, aquí se reduce por culpa del sida, las enfermedades infecciosas y la desnutrición. La mayoría de sus habitantes son jóvenes y niños con un futuro más que dudoso, ya que la inmensa mayoría no dispone de escuelas, ambulatorios ni siquiera letrinas. Sin censos ni datos fiables, se estima que el paro se aproxima al 90 por 100.
"El gobierno no se ocupa de nosotros -se lamentaba uno de los dirigentes populares de la comunidad- Estamos sometidos al poder de las bandas armadas y soportamos mucha violencia, sobre todo contra las mujeres. Hay gran cantidad de violaciones, aunque no se denuncien porque solo se consideran violaciones las que se cometen en grupo, no las individuales".
Cité Soleil nació hace treinta y tantos años, como asentamiento de trabajadores portuarios de muy baja cualificación. Más tarde sería el único destino para millares de campesinos que hubieron de abandonar sus tierras. Los peores hogares se levantaron sobre un suelo flotante, formado por una espesa capa de basura arrojada durante años a la bahía.
La ayuda emergencia ha servido para retirar de Cité Soleil a un aluvión de desplazados por el terremoto. Pero nadie se ha planteado la colosal tarea de reducir la miseria atroz que azota al barrio desde hace décadas.
"Algo hemos mejorado en los últimos meses -explican con amargura los vecinos más lúcidos- porque la policía ya se atreve a entrar de vez en cuando. Antes teníamos que dejar los cadáveres en la mediana para que las autoridades los retirasen".

 http://www.elmundo.es/america/2013/09/27/noticias/1380287216.html

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