1. DEFINICIONES Y UNA FORMA DE EMPEZAR ESTE SÁBADO POR LA NOCHE
Mitología es una gran palabra. Y aquí estoy frente a mi ordenador y un diccionario que me prestó mi padre. Lo del diccionario es para aclarar lo de la palabra mitología.
Dice: “ mitología...bla, bla...viene del griego...bla, bla...mythología. De mythos, fábula y lógos, tratado. Conjunto de mitos y leyendas relativos a dioses y héroes fabulosos de un pueblo y ciencia que los estudia.”
Pues, sí. Puede ser. La mitología puede ser de contenido religioso, los ciclos heroicos, leyendas entorno a un dios, narraciones noveladas que pueden tener un fundamento histórico y las llamadas leyendas etiológicas que intentan explicar las causas de fenómenos extraordinarios.
Como extraordinario es que sea sábado por la noche, yo sea una mujer medianamente atractiva y esté en casa sin salir. Bueno, lo extraordinario sería que saliera. Pero esa es otra historia. Para mi terapeuta. Que dios lo bendiga.
Todo eso de la mitología, muy interesante. Pero a veces suena a aburrido. Y a rollo. Y a veces nos topamos con ella a cada instante. Sin que tengamos certeza de que hay mitos a nuestro alrededor. Tropecientos.
Yo creo que la mitología a veces es subjetiva. Es decir, cada uno tiene sus propios mitos.
Charles Aznavour es para mí un mito. Porque no es sólo un cantante. Es un dios.
Elvis fue un mito, y para muchos aún lo sigue siendo. Incluso hay gente que piensa que sigue vivo. O que no murió, sólo volvió a su planeta.
Creer que un hombre te será siempre fiel es otro mito. Como pensar que una crema va a quitarte la celulitis. Como pensar que un político puede ser siempre honrado. O que va a llegar la paz mundial.
Hay personas que tratan a la mitología como algo real. Es decir, consideran que es intolerable pensar que lo de Adán y Eva es también un mito. Darwing era un chalado que se entretenía con monos. Hay que creer a pies juntillas lo de que “Dios hizo al mundo en siete días”. Y si no, a la hoguera.
A esas personas que confunden realidad con mito se les puede llamar fundamentalistas, piraos, majaderos...o simplemente que tienen otra perspectiva que quizás les hace más felices. Por qué no.
También hay gente que asegura que historias comprobadas son irreales, son mitología. Podéis creer que hay energúmenos que creen que el hombre nunca estuvo en la luna. Yo suelo estar en la luna varias veces al día. Y lo considero normal.
La mitología ha existido siempre. Entre los pueblos. Hay diferentes historias repartidas por toda la humanidad, por todas las geografías.
¿Y en la televisión? Todos esos anuncios que nos prometen la piel de una jovencita de 15 años con una crema que cuesta un huevo, claro.
Y esas manchas de toda clase de porquerías puesta a posta sobre una maldita camisa blanca, que un poquito de detergente hace desaparecer de repente.
O ese coche maravilloso que lleva la modelo incorporada y que corre por el fondo del mar.
Mi padre me enseñó la mitología. Cuando era pequeña escuchaba sus historias sobre los dioses del Olimpo. Y el primer libro que leí con 5 años fue La Ilíada. Y claro, La Odisea.
A Caperucita Roja la conocí mucho después. Cuando ya era demasiado tarde, quizás. Pero bueno.
Posteriormente, cuando me dediqué a conocer más, profundizar y disfrutar con los griegos, que no con “un griego” (cosas diferentes), mi padre me dijo que sólo eran tonterías. A buena hora. Ya el daño estaba hecho. Y era irreversible. Me había convertido en una mitóloga-adicta. Bueno, casi.
Así que decidí investigar por mi cuenta y escribir un grupo de cuentos que resumieran lo que me habían enseñado. De esta manera la mitología llamó a mi puerta de nuevo. Se me concedió un pase especial para introducirme en el Olimpo. Incluso vais a ver que a veces el Olimpo vendrá a mi humilde casa. Que lo encontré debajo de mi cama, lleno de polvo. En una de esas limpiezas de primavera que yo hago a mediados de febrero.
Sea como sea, necesitamos la mitología. Para vivir. Da color a la vida. Y nos hace cambiar de aires. Y son chorradas muy divertidas. Sobre todo para un sábado noche.
Dice: “ mitología...bla, bla...viene del griego...bla, bla...mythología. De mythos, fábula y lógos, tratado. Conjunto de mitos y leyendas relativos a dioses y héroes fabulosos de un pueblo y ciencia que los estudia.”
Pues, sí. Puede ser. La mitología puede ser de contenido religioso, los ciclos heroicos, leyendas entorno a un dios, narraciones noveladas que pueden tener un fundamento histórico y las llamadas leyendas etiológicas que intentan explicar las causas de fenómenos extraordinarios.
Como extraordinario es que sea sábado por la noche, yo sea una mujer medianamente atractiva y esté en casa sin salir. Bueno, lo extraordinario sería que saliera. Pero esa es otra historia. Para mi terapeuta. Que dios lo bendiga.
Todo eso de la mitología, muy interesante. Pero a veces suena a aburrido. Y a rollo. Y a veces nos topamos con ella a cada instante. Sin que tengamos certeza de que hay mitos a nuestro alrededor. Tropecientos.
Yo creo que la mitología a veces es subjetiva. Es decir, cada uno tiene sus propios mitos.
Charles Aznavour es para mí un mito. Porque no es sólo un cantante. Es un dios.
Elvis fue un mito, y para muchos aún lo sigue siendo. Incluso hay gente que piensa que sigue vivo. O que no murió, sólo volvió a su planeta.
Creer que un hombre te será siempre fiel es otro mito. Como pensar que una crema va a quitarte la celulitis. Como pensar que un político puede ser siempre honrado. O que va a llegar la paz mundial.
Hay personas que tratan a la mitología como algo real. Es decir, consideran que es intolerable pensar que lo de Adán y Eva es también un mito. Darwing era un chalado que se entretenía con monos. Hay que creer a pies juntillas lo de que “Dios hizo al mundo en siete días”. Y si no, a la hoguera.
A esas personas que confunden realidad con mito se les puede llamar fundamentalistas, piraos, majaderos...o simplemente que tienen otra perspectiva que quizás les hace más felices. Por qué no.
También hay gente que asegura que historias comprobadas son irreales, son mitología. Podéis creer que hay energúmenos que creen que el hombre nunca estuvo en la luna. Yo suelo estar en la luna varias veces al día. Y lo considero normal.
La mitología ha existido siempre. Entre los pueblos. Hay diferentes historias repartidas por toda la humanidad, por todas las geografías.
¿Y en la televisión? Todos esos anuncios que nos prometen la piel de una jovencita de 15 años con una crema que cuesta un huevo, claro.
Y esas manchas de toda clase de porquerías puesta a posta sobre una maldita camisa blanca, que un poquito de detergente hace desaparecer de repente.
O ese coche maravilloso que lleva la modelo incorporada y que corre por el fondo del mar.
Mi padre me enseñó la mitología. Cuando era pequeña escuchaba sus historias sobre los dioses del Olimpo. Y el primer libro que leí con 5 años fue La Ilíada. Y claro, La Odisea.
A Caperucita Roja la conocí mucho después. Cuando ya era demasiado tarde, quizás. Pero bueno.
Posteriormente, cuando me dediqué a conocer más, profundizar y disfrutar con los griegos, que no con “un griego” (cosas diferentes), mi padre me dijo que sólo eran tonterías. A buena hora. Ya el daño estaba hecho. Y era irreversible. Me había convertido en una mitóloga-adicta. Bueno, casi.
Así que decidí investigar por mi cuenta y escribir un grupo de cuentos que resumieran lo que me habían enseñado. De esta manera la mitología llamó a mi puerta de nuevo. Se me concedió un pase especial para introducirme en el Olimpo. Incluso vais a ver que a veces el Olimpo vendrá a mi humilde casa. Que lo encontré debajo de mi cama, lleno de polvo. En una de esas limpiezas de primavera que yo hago a mediados de febrero.
Sea como sea, necesitamos la mitología. Para vivir. Da color a la vida. Y nos hace cambiar de aires. Y son chorradas muy divertidas. Sobre todo para un sábado noche.
2. EL COMIENZO DE LA MOVIDA, UN CUARTO OSCURO.
Al parecer todo empezó muy oscuro. Sólo había oscuridad. Era práctico porque no se veía nada. Y no se veía nada porque no había nada. Ni un burro. Ni una mosca. Ni una molécula. Ni un taxi. De esos que no están tampoco cuando más los necesitas. Benditos sean.
Me dirás que era un lío porque al no haber luz, te podíais tropezar. Pero acabo de decirte que no había nada. ¿Cómo vas a tropezarte con la nada? No se puede. Creo. A ver si estás más atento.
Pero “La Nada” se aburría. Ahí sola sin hacer nada. Bueno, hacía nada. Pero era demasiado reiterativo. Así que un día llegó la oscuridad. Así porque sí.
-La nada vivía dentro de la oscuridad...-Dije yo.
-La oscuridad existía porque no había nada.-Respondió mi ordenador.
-Entonces la nada, no estaba tan sola.-Seguí.
-No.
-Vale.
-Eran dos chicas.
-Sí.
-¿El origen del mundo era gay?
-Puede ser.
-Qué fuerte.
La nada y la oscuridad empezaron a discutir. La oscuridad quiso cambiar las cortinas que no había. Y la nada decidió que el color no le gustaba. Que ya era hora de hacer algo nuevo.
Empezaron los reproches, los gritos, los insultos. Hablaron de divorcio. Pero no estaban casadas. Ni eran una pareja de hecho. O sí. Llegaron los abogados... Y de ahí nació algo nuevo: el caos.
Llegó el caos y lo invadió todo. El caos se instaló allí. En todo. Llegó con su colección de arañas, con su sauna portátil, con su perro pequinés y su mando a distancia.
-Podéis seguir viviendo conmigo. Sois dos chicas y yo un chico. Esto es ideal. Lo podemos pasar genial.-Decía el caos a sus dos destronadas amigas.
-Vete a freír morcillas.-Dijo la nada.
-Yo voy a condecorarte con dos medallas: una por tonto y otra por si la pierdes.-La oscuridad fue contundente.
-Vete a la porra. Eres un desastre.
-Nos abrimos.
La oscuridad y la nada se exiliaron. O se esparcieron. La nada en las cabezas de algunos humanos. La oscuridad también en algunas cabezas.
Llegó El Caos. Algo tan conocido para tantos. Sobre todo para algunos ministerios. Y algunos ministros. El caos. Un país después de que algún líder de imperialista pusiera el pie allí.
Pero aquello no podía durar mucho. Todo desorden. Y el caos una noche de resaca que no encontraba nada, ni siquiera sus cigarrillos, dedujo que necesitaba una madre para organizarle la vida. Para que le diera unos azotes o que lo castrara. Y después de unas copas de más, delante de su puerta apareció la madre tierra.
-Hola. Me llamo Gea.
-¿Y...?
-¡¡Más respeto, jovencito!! Mira como tienes todo. Eres un desastre. Y ni siquiera te has casado. Con la edad que tienes. Qué vergüenza.
Allí estaba ella, limpiando todo con desinfectante y abriendo un plan de pensiones. Había tanto por hacer.
Pero Gea, al terminar de arreglar todo, abrillantar, invertir en bolsa y comprar algunos zapatos y bolsos de marca pensó que necesitaba algo más.
Miró al cielo y apareció algo. Pensó que sólo era una mancha. Que necesitaba una mano de pintura. Sin embargo vio algo diferente. Era inmenso. Azul. Lleno de cosas pequeñas y grandes.
-Qué curioso. Pensé que eras una mancha.
-Pues no. Soy el cielo. Me llamo Urano. Y soy más bonito que un San Luis.
-Y no tienes abuela.
-Ni tú.
-Ya te digo.
-¿Te quieres casar conmigo?
-Pues hoy no tengo planes. Va a ser que sí.
Así que, resumiendo: Gea, la madre tierra, se casó con Urano, el cielo. De todas formas eran los únicos allí. Y para bailar un tango se necesitan dos. Aunque como iremos viendo en esta historia se bailan muchos tangos con dos, tres, cuatro, y hasta cuatrocientos. Se bailan tangos, valses, boleros, rock and roll y hasta muñeiras. Si hay que bailar, se baila. Qué demonios. Especialmente hablando de dioses. Menuda paradoja.
-¿Y qué pasó con el caos?-Preguntó mi ordenador.
-Bueno, se hizo montones de pedacitos minúsculos que se diseminaron por todas partes. Beben, y beben y vuelven a beber, los peces en el río, por ver a dios nacer...ah, no. Eso es otra cosa. Sorry, como dicen los ingleses.
Urano era guapo. Y era un poeta. Escribía sobre todo lo que él tenía como adornos, lunas, estrellas, meteoritos, agujeros negros, marcianos, nubes, isobaras, anticiclones y borrascas.
Gea, La tierra se ocupaba de las cosas más cercanas. Era más pragmática. Pero de vez en cuando coincidían. En el balcón. En el cuarto de baño. En la cocina. Y hacían el amor. Como los dioses lo hacen. O sea, genial.
Y Gea se quedaba embarazada. Varias veces. Tuvieron muchos hijos. Entonces daban premios de natalidad. Los daban ellos mismos. No olvides que eran los únicos.
Piensa que no había tele, e-mails, karaokes, vacaciones en el caribe. Sólo estaban ellos. Ni siquiera habían inventado el parchís o el ajedrez. O sea, ¿qué había para hacer? El amor. O discutir. O ambos. Y hacían el amor.
Sus muchos hijos se dividían en tres clases: los gigantes, los cíclopes y los titanes.
Eran muy majos. Sobre todo cuando eran pequeños. Al crecer cambiaron un poco. Pero como eran dioses crecían en un tris. Y allí estaban, creciendo.
Los gigantes eran no muy guapos. Como su nombre indica, tenían cuerpos gigantescos que acababan en forma de dragón. Tenían una fuerza tremenda. Eran muy rebeldes. Eran seres salvajes. Unos cafres.
Personificaban la fuerza física que quería apoderarse del universo superando a la inteligencia y la ley. Fumaban marihuana, escuchaban música heavy metal y se vestían llenos de andrajos negros y piercings.
Durante siglos se quedaron tranquilos, a su bola, entre ellos. Pero más tarde, cuando todo estaba ya organizado que lo veremos más adelante, cambiaron.
Quisieron apoderarse del cielo en una lucha llamada gigantomaquia.
-Sí. Es un rollo, tronco. Ahí en el Olimpo están tan “agustito”. Deberíamos invadirlos.
-Son unos pringaos.
-Bueno, ¿y qué hacemos?
-¿Los invadimos?
Los invadieron pero perdieron. Así que se quedaron de la misma manera. Pero ellos eran felices.
Actualmente siguen viviendo muchos debajo de algunos volcanes y en el infierno. Comiendo hamburguesas y viendo la tele. Fumando y diciendo tacos.
Los Cíclopes no eran mucho mejores que lo Gigantes. Pero tenían una ventaja. Tenían un solo ojo. Así todo lo veían desde un solo lado. Y si había conjuntivitis era menos aparatoso.
También eran muy grandes. Solían ser herreros. Aunque comían con cuchara de palo. De ahí el dicho “en casa del herrero, cuchara de palo”. Ya ves como todo viene de esta época.
Tenían como afición en ocasiones, construir murallas y también pastorear. Vaya, casi lo mismo.
Un día estaban ahí, guardando las cabras del abuelito de Heidi, les daba un siroco y se iban a construir murallas. Todas amuralladas. Claro. No puede ser de otra manera.
Dicen que los más conocidos eran tres.
-Hola, soy Brontes.
-Yo soy Estéropes.
-Y yo Arges.
-Esto parece barrio sésamo...- dije yo.
-Yo personifico el trueno.
-Yo el relámpago.
-Yo el rayo.
-Yo estoy flipando...-volví a decir viendo a semejantes tipos en el salón de mi casa.
-Yo soy Piracmón. Y fabrico las flechas...
-Las flechas del amor, de la canción de Karina.- interrumpí. Pero el cíclope nuevo me miró con su ojo no muy amable.
-No. Las flechas que usa Zeus para lo que sea. Normalmente para castigar.
Ya que estaban en mi casa, les invité a unas palomitas. No sabían qué era eso. Pero les gustó.
-¿Y os sentís bien con vuestra vida?- Pregunté yo.
-Claro. Es guay. Solemos ayudar a Hefesto. En su taller de herrero. Nos encanta hacer chapuzas. Somos muy buenos fontaneros.
-Pues tengo un grifo que gotea.
-Te lo arreglo en un plis-plás...- Piracmón salió para mi cocina. Y no me arregló el grifo. Se bebió la lejía que yo guardaba. Yo iba a llamar a una ambulancia.
-No. Me gusta. Tiene un saborcillo fuerte.
-Pues tú mismo…¿Y qué os contáis?
-Pues nada, estamos bien. Tenemos nuestro taller principal de herreros en el Etna.
-Mira tú qué originales. En el volcán…
-Sí, sí...Estamos siempre muy calentitos…
-Hacemos murallas a conciencia. Las que construimos no son moco de pavo. Se llaman murallas ciclópeas.
-Qué poderío.
-Y tanto que sí.
-Pero Apolo tuvo un contencioso con nosotros…
-¿Y eso?-Pregunté.
-Quiso exterminarnos para vengar a su hijo ya que nosotros le dimos a Zeus el rayo con el que el padre de los dioses mató a Asclepio.
-Vaya exagerado.
-Tienes razón. La vida es dura y muy injusta…-Sonó entonces mi teléfono móvil.
-Es un sms. Los Titanes quieren verme.
-Ah, pues nada. Nos hacemos humo. Que disfrutes.
Se fueron de mi casa tranquilamente. Y quedamos en llamarnos para más adelante.
Me cité con los Titanes en El Puerto de Santa María. En un chiringuito frente al mar. Aproveché que tenía que comprar pescaíto frito para mi madre y nos juntamos en la playa de Fuentebravía.
Estos eran más normalitos. Y más monos. Solían llevar ropa de marca, jugar al golf, ir a sitios de moda, escuchar música de Mecano, Carpenters o Elton John. Eran doce los más importantes.
-Yo me llamo Océano. Soy el padre de todos los ríos.
-¿Como “la madre de todas las batallas”?-Pregunté yo.
-Anda ya.
-Perdón.
-Suelo ser muy cachondo. Me gusta recorrer la tierra. Estoy siempre mojado.
-Vas a acabar con reumatismo.
-Me encantan las cosas. Por eso dentro de mí y a mi alrededor y a mi costa, viven pececillos, barquitos de papel, algunas ninfas...
-¿Y qué sueles hacer?
-Me gusta descubrir. Hacer surcos. Desbordarme. Volverme a mi sitio. Beberme a mí mismo. Es que soy tan saludable.
-Qué bien.- En ese momento llegó una mujer muy guapa. Se presentó.
-Yo soy Tetis. La diosa del mar. También soy muy húmeda. Y me enamoré de Océano.
-Es que Tetis es tan sexy, sinuosa, sensual. Era inevitable que la pidiera en matrimonio.
-Ah. ¿No la raptaste, como suele ser costumbre entre vosotros?
-No, nada de eso.-Tetis contestó mientras se secaba. Se secaba no con una esponja. Sino con un colchón.
-Nos casamos y tuvimos muchos hijos.
-Pues qué bien.- Entonces llegó un muchacho en un coche deportivo. Con unas gafas de sol. Parecido a Brad Pitt. Clavado.
-Me llamo Hiperón. Soy el dios de la luz. Siempre tengo que llevar gafas de sol para protegerme.
-Deberíamos protegernos el resto. Porque nos estás deslumbrando con toda esa luz que das. Pon la corta, si eres tan amable.
-Vale. Pues aparte de eso, me gusta mirar. Puedo mirar por todas partes. Soy como una súper linterna. Me sé de memoria todos los recovecos. Hay muchos que pagarían por conocer lo que yo. Conozco muchos secretos.
-¿Un poco voyeur?
-Puede ser.- Entonces llegó otra bella mujer.
-Soy Tea.
-Y esto parece el camarote de los hermanos Marx...
-Digo que me llamo Tea. También simbolizo la luz. Así que no podía casarme con otra persona que no fuera mi cuchicuchi Hiperón.
-Es verdad, capullito de alelí.- Respondía su marido.
-Tenemos tres niños preciosos. Estamos muy orgullosos. Los hemos educado muy bien. Son unas monadas. A ver, niños. Venid a presentaros. Nos van a sacar en un libro.
-Soy el hijo mayor. Soy el sol.
-…Y te llamas Lorenzo. Por eso de “al sol le llaman Lorenzo y a la luna Catalina...”
-De Lorenzo, nada. Me llamo Helio.- Respondía ofendido.
-Perdón.
-Soy un chaval. Súper guapo. Y necesario.
Era muy guapo y arrogante. Ojos grandes y cabellos dorados. Mirada penetrante. Al más puro estilo Paul Newman en sus mejores tiempos.
-¿Y qué estudias?
-Ya trabajo. Mi trabajo es dar calor y la luz del día a dioses y hombres. Soy curioso también. Y descubro muchos secretos. Algunos dicen soy el comienzo de la sabiduría.
-¿Y eso?
-Con mi luz y viajes sacaba a relucir incluso lugares ocultos y secretos.
-¿Se te quiere mucho?
-Un huevo. Mi culto está muy difundido. Especialmente en la isla de Rodas donde se organizaban importantes juegos gimnásticos y competiciones musicales. Fui muy célebre en Rodas…
-Ah, sí. La estatua que te hicieron, el coloso de Rodas, una de las maravillas del mundo.
-Cuánto sabes.
-Pues sí.
-¿Cuáles son tus aficiones?
-Mi pasatiempo favorito es recorrer la bóveda celeste en un carro con maravillosos caballos. Cuando acabo el día vuelvo a mi palacio con bellos jardines. El jardín de las Hespérides.
-Yo soy Selene. La luna. Tengo que reconocer que soy un poco ciclotímica. Tengo diferentes fases.
-Por eso es un poco insoportable.- Decía Helio.
-Pues anda que tú.
-Haya paz…-Dije.
La chica era una bellísima diosa de largo pelo y cuerpo blanco. Llevaba siempre una preciosa diadema de rayos.
-Salgo del mar al atardecer. Recorro el cielo sobre un carro tirado por dos bueyes blancos.
-Qué gozada.
-Es verdad. Me lo paso chachi.
Entonces apareció otra bella muchacha con un largo y vaporoso vestido color azafrán.
-¿Y tú?
-Soy la hermana pequeña, Eos. Soy la aurora.
-Cuando la aurora tiende su manto y el firmamento viste de azul, no hay un lucero que brille tanto, como esos ojos que tienes tú...-Dije yo
-Eso es una canción, ¿no?
-Sí. Suele cantarla la tuna. Es que siempre quise cantarla.
-Pues, hala. Ya estás realizada.
-¿Y a qué te dedicas?
-Me encargo de abrir las puertas del cielo.
-¿Eres portera?
-Un poquito de por favor...-Respondía la chica. Yo abro a Helio las puertas de su palacio y hago que aparezca una luz rosada muy bonita cerca de mí. Soy la pera.
-¿No has dicho que eres la aurora?
-Que sí. Cuando yo abro la puerta a Helio las estrellas salen para refugiarse en la noche.
-¡¡Pedazo de frase!!
-Es que soy poeta.
Llegaron más. Todos ideales de la muerte. Aquel chiringuito de playa parecía la pasarela Cibeles. Mira tú por dónde también mitológica.
-Soy Ceos, el polo celeste.
-Yo soy Febe. Y simbolizo todas las cosas puras y radiantes del mundo. Soy la diosa del oráculo de Delfos antes de que Apolo ocupara su puesto. –Nos casamos y tuvimos dos niñas muy monas. –Dijo Ceos.
-Hola, soy Astera. Hija de Febe y Ceos. Soy la noche estrellada.
-O sea, eres la diosa de la noche estrellada.
-Eso mismo. Zeus se enamoró de mí. Tuvimos un romance. Pero cuando nos separamos, me convirtió en codorniz.
-Qué capricho.
-Él es así. Hay que entenderlo. Una de sus extravagancias.
-Interesante saberlo…
-Al caer al mar me transformé en la isla Ortigia, que significa isla de las codornices…
-Yo soy Leto. Soy la noche oscura. También tuve un romance con Zeus.
-Ah, sí. Tú eres la madre de Apolo y Artemisa.
-Eso mismo. Pero Hera, la esposa oficial de Zeus me persiguió. Tuve que salir huyendo. Pero todos me querían porque era buena. Me veneraban especialmente en Tebas.
-¡¡Yo estuve en Tebas!!
-Te ...vas....callando. Déjame acabar.
-¡¡Ooops!!
-Yo soy Cronos. Soy el más pequeño. Y hago el tiempo.
-¿Qué tiempo hace?
-Despejado en este momento…
-Que no…
-En general simbolizo los minutos que pasan, los años, los siglos...
En ese momento llegó otra mujer. Y claro se presentó.
-Yo soy Rea. Soy el movimiento. También me llamaban Cibeles.
-¡No jorobes! En Madrid hay una fuente que se llama como tú.
-Porque me representa a mí, so merluza.
-Yo soy Jápeto. El padre de Prometeo, Epimeteo y Atlante. Tengo mucho que ver con la fundación del género humano, mira tú por dónde.
-Pues qué bien.
-Me llamo Crío.
-¿Todavía pequeño?
-No. Soy la moralidad. Tengo que ver con las cosas espirituales. No soy cachas ni metrosexual. Soy más bien un tirillas. Pero bueno. La moral es la moral.
-Pues viendo lo que va a seguir en la historia, no te escuchan mucho.
-Tienes razón. Al igual que mi hermana Mnémesis, la memoria. También pasan mucho de ella.
-A Temis quizás se la escucha más. Es la ley. El derecho natural. – Decía Crío.
-Intento designar la ley y el orden por todo el mundo. Convoco las asambleas de los dioses. Y la de los hombres. Suelo presidir también los banquetes.-Temis estaba orgullosa con su misión.
-Qué bien.
-Mis hijas son las Horas. Son hijas de Zeus también.- Decía Temis.
-Yo también tuve hijas. Las musas. A mí Zeus también me cortejó.- Dijo Mnémosis. La protectora de la memoria.
Después de conocernos, charlamos entre nosotros. Habíamos pedido un gazpacho. El camarero muy extrañado nos lo había servido. Les encantó.
-Tenemos que repetir este piscolabis.
-Y tanto que sí…
Me dirás que era un lío porque al no haber luz, te podíais tropezar. Pero acabo de decirte que no había nada. ¿Cómo vas a tropezarte con la nada? No se puede. Creo. A ver si estás más atento.
Pero “La Nada” se aburría. Ahí sola sin hacer nada. Bueno, hacía nada. Pero era demasiado reiterativo. Así que un día llegó la oscuridad. Así porque sí.
-La nada vivía dentro de la oscuridad...-Dije yo.
-La oscuridad existía porque no había nada.-Respondió mi ordenador.
-Entonces la nada, no estaba tan sola.-Seguí.
-No.
-Vale.
-Eran dos chicas.
-Sí.
-¿El origen del mundo era gay?
-Puede ser.
-Qué fuerte.
La nada y la oscuridad empezaron a discutir. La oscuridad quiso cambiar las cortinas que no había. Y la nada decidió que el color no le gustaba. Que ya era hora de hacer algo nuevo.
Empezaron los reproches, los gritos, los insultos. Hablaron de divorcio. Pero no estaban casadas. Ni eran una pareja de hecho. O sí. Llegaron los abogados... Y de ahí nació algo nuevo: el caos.
Llegó el caos y lo invadió todo. El caos se instaló allí. En todo. Llegó con su colección de arañas, con su sauna portátil, con su perro pequinés y su mando a distancia.
-Podéis seguir viviendo conmigo. Sois dos chicas y yo un chico. Esto es ideal. Lo podemos pasar genial.-Decía el caos a sus dos destronadas amigas.
-Vete a freír morcillas.-Dijo la nada.
-Yo voy a condecorarte con dos medallas: una por tonto y otra por si la pierdes.-La oscuridad fue contundente.
-Vete a la porra. Eres un desastre.
-Nos abrimos.
La oscuridad y la nada se exiliaron. O se esparcieron. La nada en las cabezas de algunos humanos. La oscuridad también en algunas cabezas.
Llegó El Caos. Algo tan conocido para tantos. Sobre todo para algunos ministerios. Y algunos ministros. El caos. Un país después de que algún líder de imperialista pusiera el pie allí.
Pero aquello no podía durar mucho. Todo desorden. Y el caos una noche de resaca que no encontraba nada, ni siquiera sus cigarrillos, dedujo que necesitaba una madre para organizarle la vida. Para que le diera unos azotes o que lo castrara. Y después de unas copas de más, delante de su puerta apareció la madre tierra.
-Hola. Me llamo Gea.
-¿Y...?
-¡¡Más respeto, jovencito!! Mira como tienes todo. Eres un desastre. Y ni siquiera te has casado. Con la edad que tienes. Qué vergüenza.
Allí estaba ella, limpiando todo con desinfectante y abriendo un plan de pensiones. Había tanto por hacer.
Pero Gea, al terminar de arreglar todo, abrillantar, invertir en bolsa y comprar algunos zapatos y bolsos de marca pensó que necesitaba algo más.
Miró al cielo y apareció algo. Pensó que sólo era una mancha. Que necesitaba una mano de pintura. Sin embargo vio algo diferente. Era inmenso. Azul. Lleno de cosas pequeñas y grandes.
-Qué curioso. Pensé que eras una mancha.
-Pues no. Soy el cielo. Me llamo Urano. Y soy más bonito que un San Luis.
-Y no tienes abuela.
-Ni tú.
-Ya te digo.
-¿Te quieres casar conmigo?
-Pues hoy no tengo planes. Va a ser que sí.
Así que, resumiendo: Gea, la madre tierra, se casó con Urano, el cielo. De todas formas eran los únicos allí. Y para bailar un tango se necesitan dos. Aunque como iremos viendo en esta historia se bailan muchos tangos con dos, tres, cuatro, y hasta cuatrocientos. Se bailan tangos, valses, boleros, rock and roll y hasta muñeiras. Si hay que bailar, se baila. Qué demonios. Especialmente hablando de dioses. Menuda paradoja.
-¿Y qué pasó con el caos?-Preguntó mi ordenador.
-Bueno, se hizo montones de pedacitos minúsculos que se diseminaron por todas partes. Beben, y beben y vuelven a beber, los peces en el río, por ver a dios nacer...ah, no. Eso es otra cosa. Sorry, como dicen los ingleses.
Urano era guapo. Y era un poeta. Escribía sobre todo lo que él tenía como adornos, lunas, estrellas, meteoritos, agujeros negros, marcianos, nubes, isobaras, anticiclones y borrascas.
Gea, La tierra se ocupaba de las cosas más cercanas. Era más pragmática. Pero de vez en cuando coincidían. En el balcón. En el cuarto de baño. En la cocina. Y hacían el amor. Como los dioses lo hacen. O sea, genial.
Y Gea se quedaba embarazada. Varias veces. Tuvieron muchos hijos. Entonces daban premios de natalidad. Los daban ellos mismos. No olvides que eran los únicos.
Piensa que no había tele, e-mails, karaokes, vacaciones en el caribe. Sólo estaban ellos. Ni siquiera habían inventado el parchís o el ajedrez. O sea, ¿qué había para hacer? El amor. O discutir. O ambos. Y hacían el amor.
Sus muchos hijos se dividían en tres clases: los gigantes, los cíclopes y los titanes.
Eran muy majos. Sobre todo cuando eran pequeños. Al crecer cambiaron un poco. Pero como eran dioses crecían en un tris. Y allí estaban, creciendo.
Los gigantes eran no muy guapos. Como su nombre indica, tenían cuerpos gigantescos que acababan en forma de dragón. Tenían una fuerza tremenda. Eran muy rebeldes. Eran seres salvajes. Unos cafres.
Personificaban la fuerza física que quería apoderarse del universo superando a la inteligencia y la ley. Fumaban marihuana, escuchaban música heavy metal y se vestían llenos de andrajos negros y piercings.
Durante siglos se quedaron tranquilos, a su bola, entre ellos. Pero más tarde, cuando todo estaba ya organizado que lo veremos más adelante, cambiaron.
Quisieron apoderarse del cielo en una lucha llamada gigantomaquia.
-Sí. Es un rollo, tronco. Ahí en el Olimpo están tan “agustito”. Deberíamos invadirlos.
-Son unos pringaos.
-Bueno, ¿y qué hacemos?
-¿Los invadimos?
Los invadieron pero perdieron. Así que se quedaron de la misma manera. Pero ellos eran felices.
Actualmente siguen viviendo muchos debajo de algunos volcanes y en el infierno. Comiendo hamburguesas y viendo la tele. Fumando y diciendo tacos.
Los Cíclopes no eran mucho mejores que lo Gigantes. Pero tenían una ventaja. Tenían un solo ojo. Así todo lo veían desde un solo lado. Y si había conjuntivitis era menos aparatoso.
También eran muy grandes. Solían ser herreros. Aunque comían con cuchara de palo. De ahí el dicho “en casa del herrero, cuchara de palo”. Ya ves como todo viene de esta época.
Tenían como afición en ocasiones, construir murallas y también pastorear. Vaya, casi lo mismo.
Un día estaban ahí, guardando las cabras del abuelito de Heidi, les daba un siroco y se iban a construir murallas. Todas amuralladas. Claro. No puede ser de otra manera.
Dicen que los más conocidos eran tres.
-Hola, soy Brontes.
-Yo soy Estéropes.
-Y yo Arges.
-Esto parece barrio sésamo...- dije yo.
-Yo personifico el trueno.
-Yo el relámpago.
-Yo el rayo.
-Yo estoy flipando...-volví a decir viendo a semejantes tipos en el salón de mi casa.
-Yo soy Piracmón. Y fabrico las flechas...
-Las flechas del amor, de la canción de Karina.- interrumpí. Pero el cíclope nuevo me miró con su ojo no muy amable.
-No. Las flechas que usa Zeus para lo que sea. Normalmente para castigar.
Ya que estaban en mi casa, les invité a unas palomitas. No sabían qué era eso. Pero les gustó.
-¿Y os sentís bien con vuestra vida?- Pregunté yo.
-Claro. Es guay. Solemos ayudar a Hefesto. En su taller de herrero. Nos encanta hacer chapuzas. Somos muy buenos fontaneros.
-Pues tengo un grifo que gotea.
-Te lo arreglo en un plis-plás...- Piracmón salió para mi cocina. Y no me arregló el grifo. Se bebió la lejía que yo guardaba. Yo iba a llamar a una ambulancia.
-No. Me gusta. Tiene un saborcillo fuerte.
-Pues tú mismo…¿Y qué os contáis?
-Pues nada, estamos bien. Tenemos nuestro taller principal de herreros en el Etna.
-Mira tú qué originales. En el volcán…
-Sí, sí...Estamos siempre muy calentitos…
-Hacemos murallas a conciencia. Las que construimos no son moco de pavo. Se llaman murallas ciclópeas.
-Qué poderío.
-Y tanto que sí.
-Pero Apolo tuvo un contencioso con nosotros…
-¿Y eso?-Pregunté.
-Quiso exterminarnos para vengar a su hijo ya que nosotros le dimos a Zeus el rayo con el que el padre de los dioses mató a Asclepio.
-Vaya exagerado.
-Tienes razón. La vida es dura y muy injusta…-Sonó entonces mi teléfono móvil.
-Es un sms. Los Titanes quieren verme.
-Ah, pues nada. Nos hacemos humo. Que disfrutes.
Se fueron de mi casa tranquilamente. Y quedamos en llamarnos para más adelante.
Me cité con los Titanes en El Puerto de Santa María. En un chiringuito frente al mar. Aproveché que tenía que comprar pescaíto frito para mi madre y nos juntamos en la playa de Fuentebravía.
Estos eran más normalitos. Y más monos. Solían llevar ropa de marca, jugar al golf, ir a sitios de moda, escuchar música de Mecano, Carpenters o Elton John. Eran doce los más importantes.
-Yo me llamo Océano. Soy el padre de todos los ríos.
-¿Como “la madre de todas las batallas”?-Pregunté yo.
-Anda ya.
-Perdón.
-Suelo ser muy cachondo. Me gusta recorrer la tierra. Estoy siempre mojado.
-Vas a acabar con reumatismo.
-Me encantan las cosas. Por eso dentro de mí y a mi alrededor y a mi costa, viven pececillos, barquitos de papel, algunas ninfas...
-¿Y qué sueles hacer?
-Me gusta descubrir. Hacer surcos. Desbordarme. Volverme a mi sitio. Beberme a mí mismo. Es que soy tan saludable.
-Qué bien.- En ese momento llegó una mujer muy guapa. Se presentó.
-Yo soy Tetis. La diosa del mar. También soy muy húmeda. Y me enamoré de Océano.
-Es que Tetis es tan sexy, sinuosa, sensual. Era inevitable que la pidiera en matrimonio.
-Ah. ¿No la raptaste, como suele ser costumbre entre vosotros?
-No, nada de eso.-Tetis contestó mientras se secaba. Se secaba no con una esponja. Sino con un colchón.
-Nos casamos y tuvimos muchos hijos.
-Pues qué bien.- Entonces llegó un muchacho en un coche deportivo. Con unas gafas de sol. Parecido a Brad Pitt. Clavado.
-Me llamo Hiperón. Soy el dios de la luz. Siempre tengo que llevar gafas de sol para protegerme.
-Deberíamos protegernos el resto. Porque nos estás deslumbrando con toda esa luz que das. Pon la corta, si eres tan amable.
-Vale. Pues aparte de eso, me gusta mirar. Puedo mirar por todas partes. Soy como una súper linterna. Me sé de memoria todos los recovecos. Hay muchos que pagarían por conocer lo que yo. Conozco muchos secretos.
-¿Un poco voyeur?
-Puede ser.- Entonces llegó otra bella mujer.
-Soy Tea.
-Y esto parece el camarote de los hermanos Marx...
-Digo que me llamo Tea. También simbolizo la luz. Así que no podía casarme con otra persona que no fuera mi cuchicuchi Hiperón.
-Es verdad, capullito de alelí.- Respondía su marido.
-Tenemos tres niños preciosos. Estamos muy orgullosos. Los hemos educado muy bien. Son unas monadas. A ver, niños. Venid a presentaros. Nos van a sacar en un libro.
-Soy el hijo mayor. Soy el sol.
-…Y te llamas Lorenzo. Por eso de “al sol le llaman Lorenzo y a la luna Catalina...”
-De Lorenzo, nada. Me llamo Helio.- Respondía ofendido.
-Perdón.
-Soy un chaval. Súper guapo. Y necesario.
Era muy guapo y arrogante. Ojos grandes y cabellos dorados. Mirada penetrante. Al más puro estilo Paul Newman en sus mejores tiempos.
-¿Y qué estudias?
-Ya trabajo. Mi trabajo es dar calor y la luz del día a dioses y hombres. Soy curioso también. Y descubro muchos secretos. Algunos dicen soy el comienzo de la sabiduría.
-¿Y eso?
-Con mi luz y viajes sacaba a relucir incluso lugares ocultos y secretos.
-¿Se te quiere mucho?
-Un huevo. Mi culto está muy difundido. Especialmente en la isla de Rodas donde se organizaban importantes juegos gimnásticos y competiciones musicales. Fui muy célebre en Rodas…
-Ah, sí. La estatua que te hicieron, el coloso de Rodas, una de las maravillas del mundo.
-Cuánto sabes.
-Pues sí.
-¿Cuáles son tus aficiones?
-Mi pasatiempo favorito es recorrer la bóveda celeste en un carro con maravillosos caballos. Cuando acabo el día vuelvo a mi palacio con bellos jardines. El jardín de las Hespérides.
-Yo soy Selene. La luna. Tengo que reconocer que soy un poco ciclotímica. Tengo diferentes fases.
-Por eso es un poco insoportable.- Decía Helio.
-Pues anda que tú.
-Haya paz…-Dije.
La chica era una bellísima diosa de largo pelo y cuerpo blanco. Llevaba siempre una preciosa diadema de rayos.
-Salgo del mar al atardecer. Recorro el cielo sobre un carro tirado por dos bueyes blancos.
-Qué gozada.
-Es verdad. Me lo paso chachi.
Entonces apareció otra bella muchacha con un largo y vaporoso vestido color azafrán.
-¿Y tú?
-Soy la hermana pequeña, Eos. Soy la aurora.
-Cuando la aurora tiende su manto y el firmamento viste de azul, no hay un lucero que brille tanto, como esos ojos que tienes tú...-Dije yo
-Eso es una canción, ¿no?
-Sí. Suele cantarla la tuna. Es que siempre quise cantarla.
-Pues, hala. Ya estás realizada.
-¿Y a qué te dedicas?
-Me encargo de abrir las puertas del cielo.
-¿Eres portera?
-Un poquito de por favor...-Respondía la chica. Yo abro a Helio las puertas de su palacio y hago que aparezca una luz rosada muy bonita cerca de mí. Soy la pera.
-¿No has dicho que eres la aurora?
-Que sí. Cuando yo abro la puerta a Helio las estrellas salen para refugiarse en la noche.
-¡¡Pedazo de frase!!
-Es que soy poeta.
Llegaron más. Todos ideales de la muerte. Aquel chiringuito de playa parecía la pasarela Cibeles. Mira tú por dónde también mitológica.
-Soy Ceos, el polo celeste.
-Yo soy Febe. Y simbolizo todas las cosas puras y radiantes del mundo. Soy la diosa del oráculo de Delfos antes de que Apolo ocupara su puesto. –Nos casamos y tuvimos dos niñas muy monas. –Dijo Ceos.
-Hola, soy Astera. Hija de Febe y Ceos. Soy la noche estrellada.
-O sea, eres la diosa de la noche estrellada.
-Eso mismo. Zeus se enamoró de mí. Tuvimos un romance. Pero cuando nos separamos, me convirtió en codorniz.
-Qué capricho.
-Él es así. Hay que entenderlo. Una de sus extravagancias.
-Interesante saberlo…
-Al caer al mar me transformé en la isla Ortigia, que significa isla de las codornices…
-Yo soy Leto. Soy la noche oscura. También tuve un romance con Zeus.
-Ah, sí. Tú eres la madre de Apolo y Artemisa.
-Eso mismo. Pero Hera, la esposa oficial de Zeus me persiguió. Tuve que salir huyendo. Pero todos me querían porque era buena. Me veneraban especialmente en Tebas.
-¡¡Yo estuve en Tebas!!
-Te ...vas....callando. Déjame acabar.
-¡¡Ooops!!
-Yo soy Cronos. Soy el más pequeño. Y hago el tiempo.
-¿Qué tiempo hace?
-Despejado en este momento…
-Que no…
-En general simbolizo los minutos que pasan, los años, los siglos...
En ese momento llegó otra mujer. Y claro se presentó.
-Yo soy Rea. Soy el movimiento. También me llamaban Cibeles.
-¡No jorobes! En Madrid hay una fuente que se llama como tú.
-Porque me representa a mí, so merluza.
-Yo soy Jápeto. El padre de Prometeo, Epimeteo y Atlante. Tengo mucho que ver con la fundación del género humano, mira tú por dónde.
-Pues qué bien.
-Me llamo Crío.
-¿Todavía pequeño?
-No. Soy la moralidad. Tengo que ver con las cosas espirituales. No soy cachas ni metrosexual. Soy más bien un tirillas. Pero bueno. La moral es la moral.
-Pues viendo lo que va a seguir en la historia, no te escuchan mucho.
-Tienes razón. Al igual que mi hermana Mnémesis, la memoria. También pasan mucho de ella.
-A Temis quizás se la escucha más. Es la ley. El derecho natural. – Decía Crío.
-Intento designar la ley y el orden por todo el mundo. Convoco las asambleas de los dioses. Y la de los hombres. Suelo presidir también los banquetes.-Temis estaba orgullosa con su misión.
-Qué bien.
-Mis hijas son las Horas. Son hijas de Zeus también.- Decía Temis.
-Yo también tuve hijas. Las musas. A mí Zeus también me cortejó.- Dijo Mnémosis. La protectora de la memoria.
Después de conocernos, charlamos entre nosotros. Habíamos pedido un gazpacho. El camarero muy extrañado nos lo había servido. Les encantó.
-Tenemos que repetir este piscolabis.
-Y tanto que sí…
1 comentario:
La alegria de tu escritura es contagiosa...como el aire que se respira en una fresca mañana.
Es realmente divertido leerte.
Que muchos tengan el honor de leer tu libro...
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