BIENVENIDOS AL OLIMPO

domingo, 16 de diciembre de 2007

AUNQUE EL QUESO ESTÉ FUNDIDO NO SE LE PROHIBE CEPILLARSE LOS DIENTES


AUNQUE EL QUESO ESTÉ FUNDIDO NO SE LE PROHIBE CEPILLARSE LOS DIENTES

El queso es un alimento necesario para muchas personas. Fundamental en una mesa.
Hay muchos tipos de quesos. De cabra, de vaca, de oveja. Hay variaciones en los quesos tantas como en las nubes. Incluso yo diría que muchos quesos están en las nubes. Claro que mi padre dice que muchos quesos están por las nubes.
Los quesos también tienen formas distintas, son redondos, son de tetilla, son ovalados, triangulares.
Hasta hay frases hechas que tienen como protagonista al queso. Que no te la den con queso. Pan con queso saben a beso. No tiene un queso de tonto. ¿O era otra cosa?
Bueno, pero cuando el queso se expone a temperaturas altas, o le afectan extrañas emociones, el queso se funde. Es “vox-populi”. Yo lo supe hace poco. Tengo que admitirlo.
Mi relación con los quesos nunca fue buena. Tampoco mala. No tenía relación. Solía comprar quesos que vienen en porciones. En cajitas pequeñas y redondas. Que tienen una vaca a la que acaban de contar un chiste y está desternillándose. Pero me han dicho que eso ni es queso ni es nada.
Un día debajo de mi cama vi un bulto blanquecino. No muy grande. Pensé que era mi conciencia. Pero me pareció demasiado contundente. Luego pensé que sería un trozo de mi sentido del trabajo. Pero me dije a mí misma que era una solemne insensatez. Intenté agarrarlo. Pero se me escurrió entre las manos. Estaba pegajoso.
Perseveré, como suelo hacer casi siempre, excepto cuando decido no perseverar, y lo atrapé. Allí estaba entre mis manos como perdido. Como adormilado. Como aburrido. Me pareció raro. Me pareció que olía raro. Me pareció que era un queso.
-Estoy pringoso porque hace mucho calor. Qué esperabas...-por lo visto el queso sabía hablar.
-No sé...tienes que reconocer que encontrarse un queso debajo de una cama no es una cosa corriente.- dije yo.
-Pues no. Pero así es la vida. Y haz el favor de ponerme en un sitio frío porque me voy a estropear. Últimamente te encuentras demasiadas cosas bajo tu cama…que si el olimpo…ahora un queso…Vete a un psiquiatra…Y a mí colócame en un sitio fresquito.
Yo le hice caso. Lo llevé a mi cocina y lo puse en el frigorífico.
Me miró con sus dos grandes ojos debajo de esas dos cejas que tenía. Y me dijo que ni por asomo estaría en el frigorífico. Que se acatarraría. Que lo dejara encima de la mesa.
Así lo hice. Se quedó tranquilo. Quise tener una conversación con él y le pregunté.
-¿De dónde vienes?
-Del país de los quesos. Me escapé porque quería ver mundo. Y me colé en tu casa. Llevo debajo de la cama un buen tiempo. Se está bien. Pero ya empezaba a aburrirme. Entre tantos dioses y chismes.
-¿Y piensas quedarte mucho tiempo?
-Ni idea. Yo no hago planes de futuro. Con los planes pasa lo que pasa, vas y los haces y luego...te comen. Y se acaba todo. Mejor que no hagas planes.
Pues tenía razón. Desde ese día el queso se quedó en mi casa. Yo hacía mi vida normal. Iba a mi trabajo, volvía, me duchaba, iba de compras.
El queso se quedaba, veía la televisión, especialmente los programas del corazón. También los programas de ciencias y se hacía la manicura. Se hacía la pedicura y se hacía el sueco. Esto último le gustaba mucho.
Una mañana noté algo raro. En el cuarto de baño había un cepillo de dientes nuevo al lado del que yo usaba. Era un cepillo que yo guardaba, para cuando viene algún invitado. De esos que se quedan a dormir y luego a desayunar. También tenía ese cepillo nuevo simplemente para contar con él cuando decido cambiar de cepillo, una vez al mes. “Comme il faut » (dicen los franceses)
-¿Y esto?-Le pregunté.
-Es mi nuevo instrumento de limpieza bucal. No esperarás que me descuide en mi higiene personal. Soy un queso pero no soy un guarro.
Dedicaba a la limpieza de sus dientes un buen tiempo. Con mucho esmero. Tenía miedo a las caries.
-No me gustan las caries. Son antipáticas. Se incrustan en mis orejas y empiezan a cantarme canciones tirolesas. Y no lo aguanto. Las caries son también causantes del agujero de ozono.
-Venga ya...- protesté yo.
-Lo que yo te diga. Las caries hacen agujeros. Todos los agujeros los hacen las caries. Y son malos para la salud. Un grupo de caries empezó a lanzarse contra el cielo y hala, fabricaron el agujero de ozono...- Yo preferí no contradecirle. Quién sabe.
Pero descubrí que era un poco obsesivo por la higiene bucal. Desgastaba los cepillos de dientes con una rapidez casi morbosa. Dejaba los cepillos de dientes con los pelos tiesos. Como un personaje de dibujos animados. Era terrible. Se me estaba yendo una pasta en comprarle cepillos. Y pasta...en pasta. Sí, ya sé que es una redundancia pero las redundancias a veces vienen bien. A veces no vienen. Como los orgasmos. Uy, perdón.
Empezó a salir por las noches. Decidió conocer los otros sitios de la ciudad y conocer gente.
Se fue a una charcutería que había en la calle y se instaló en la vitrina junto con otros quesos. Junto con los jamones, chorizos y salchichones. Se lo pasaban genial. Hacían fiestas en donde corría el vino que tiene asunción. Hacían excursiones a otras tiendas y fastidiaban a los productos de limpieza. Perturbaban la paz de las vitrinas de los supermercados.
Lo peor fue el día que fueron a una perfumería. Allí empezaron a pelearse con los perfumes más caros. Especialmente los franceses.
Un frasco de chanel nº5 les dijo que estaban desprestigiando su escaparate. Pero una butifarra le dio un cachete que dejó al exquisito perfume en el suelo. Éste se levantó y le dio un puntapié a un trozo de jamón.
El jamón le dio un pellizco a una crema hidratante y ésta le dio una bofetada a un salchichón.
El salchichón le dijo que recibir una bofetada de una crema hidratante tan delicada era como un regalo para él. Hay que decir que el salchichón era muy galante con el sexo femenino.
La crema hidratante se ruborizó. Se sintió halagada y sonrió. Se salió de su propio tubo y se deslizó sinuosa coqueteando. El salchichón dijo que le encantaría ser hidratado por ella. La crema hidratante se salpicó a sí misma y roció al embutido con un perfume floral que maravilló. Definitivamente era el comienzo de una gran amistad. Pero sin Bogart.
Al mismo tiempo un lápiz de labios tiró del pelo a un chorizo que quería robarle brillo a su color. El chorizo se hizo rodajas y le lanzó varias al aire.
El frasco de chanel nº5 seguía enfrascado con la butifarra a la que empezaba a ayudar una mortadela. Empezaron a hacerle cosquillas al perfume y éste, sensible, empezó a desparramarse de placer. La butifarra empezó a saborear el perfume y la mortadela se bañó en él también.
El jamón se tropezó con una mascarilla exfoliante y ésta lo exfolió. Pero al jamón le gustó. Se le quedó una piel tersa, limpia y sin impurezas. La mascarilla lo estuvo masajeando y el prestigio de su pata negra se quedó sólo en la superficie.
El chorizo quiso robar una sombra de ojos y ésta le mordió en las pestañas.
-Pero los chorizos no tienen pestañas.
-Éste sí.
-Bueno.
Al chorizo le dolió y se frió para embadurnarla con su esencia. La sombra de ojos estaba muy enfadada. Así que le mordió en el pie. Y sí, éste chorizo tenía pies. Al sentir el sabor se quedó entusiasmada. Y siguió mordiendo, digiriendo, engullendo. El chorizo estaba encantado. Estaba siendo degustado por una sombra. De ojos. Pero una sombra. Era muy extrasensorial. Y los fenómenos psíquicos le encantaban.
Mi amigo el queso también se enzarzó en una pelea con una leche limpiadora. Pero se dieron cuenta de que tenían orígenes homogéneos.
-Cáspitas...si yo soy una leche, y tú eres un queso...y los quesos vienen de la leche...- habló en alto la crema limpiadora haciendo un alto en la pelea.-
-Eso de caspitas es una cursilería.- contestó el queso.
-Es que tú eres vulgar como un contertulio de programas basura.
-Vete a la porra.
-Pues anda que tú...¡que no!- se interrumpió la leche limpiadora.-¿No te das cuenta de que somos primos? ¿quiénes eran tus abuelos?- preguntó muy intelectual.
-Unos litros de leche.
-¿Te das cuenta? ¡¡Mis abuelos también!!...- decía emocionada. El queso se quedó pensativo. De repente se dio cuenta de que no estaba solito en el mundo. De que tenía familia. De alta alcurnia incluso. Y sin pruebas de paternidad ni reality shows.
-¡¡Prima querida!!
-¡¡Primo querido!!
Se besaron y abrazaron. Se intercambiaron los números de teléfonos, correos electrónicos, faxes, fluidos corporales y secretos de familia.
Dejaron a los otros en el escaparte y se hicieron humo. O sea, se marcharon a dar un paseo, cogidos de la mano. O sea vinieron a mi casa.
Yo estaba estudiando, tocando el piano.
-¿Qué haces?- preguntó mi amigo.
-Estoy haciendo dedos.
-¿Ah, sí? Si ya tienes diez ¿para qué quieres más?- preguntó él.
-Que no...hacer dedos significa ejercitar los dedos para mejorar la técnica al piano. A propósito...¿quién es...tu amigo...tu amiga...?- Yo vi que estaba acompañado.
-Te presento a mi prima la leche limpiadora. Acabo de conocerla. Nos hemos hecho la prueba del adeene. O del denei. O del eneerrepé. O del ierrepeefe. O todas. Nos hemos hecho todas las pruebas. Y todas dan positivas: somos primos. Te presento a...a...-no recordaba que no sabía su nombre. Ella se presentó.
-...Me llamo exfoliante234. Somos primos. Pero a pesar de Armando Manzanero, no somos novios.
-Pues a mí me encanta la canción...-dijo el queso.
-Sí, pero...tócala Sam...me ordenó.- Yo no conocía bien el bolero pero me arranqué sobre las teclas del piano. Me sorprendió verles a los dos bailando al compás de mi música. El queso se estaba fundiendo. Se estaba desparramando sobre mi alfombra. Él mismo se recogió en un platito. Y siguió bailando.
En fin...así acabó la velada. Tenía antes una vida. Luego vino un queso. Luego un queso y una leche limpiadora. Ahora un queso fundido y una leche limpiadora.
-Soy una masa gelatinosa y rara. Pero me siento bien. Tengo una novia y una prima. Voy a cepillarme los dientes.
-No puedes. Estás fundido.
-Oye, que no soy una bombilla.- Me dijo.
Allí se fue a cumplir con su ritual. Se cepillaba compulsivamente, como devorado por su propia boca. Nos dimos cuenta de que había un problema. Pero no sabíamos qué hacer.
-¿Y una terapia de grupo?- sugirió la nueva amiga.
-Podría ser. Pero no somos psicólogos...-contesté.
Así, ni cortas ni perezosas las dos nos dedicamos a buscar algún psicólogo a domicilio. La mayoría dijeron que no era posible. Los que accedieron nos pedían una cantidad de dinero inimaginable. Y la gran mayoría estuvo a punto de encerrarme a mí y a mi compinche.
Íbamos por la calle meditando y de repente nos tropezamos con una naranja agria, recién caída del árbol. De esos naranjos tan bonitos y ornamentales que tenemos en el sur de España.
-Hola. Creo que me buscáis.
-¿Quién eres tú?- preguntamos casi al mismo tiempo.
-Vuestro nuevo psicólogo. Estaba ahí tan tranquila en mi rama, soy de la rama de freud y sus terapias, y bueno, os he leído el pensamiento. Es que tengo también poderes. O sea puedo hacer cosas que las demás no pueden. Vamos que soy una joya.
-¿Podrías ayudarnos?- preguntó mi acompañante.
-¿Eres muy caro?-pregunté yo.
-Tú siempre tan romántica...-sarcástica me lanzó la frase ella.
-No. Pertenezco a una oenegé. Psicólogossinfronteras. Ayudamos a todo el que lo pida. Incluso sin pedirlo. Somos la pera.
-Pues vienes con nosotras y te contamos...Nosotras somos la leche.- lo llevamos a una cafetería y nos sentamos a hablar del tema. Yo pedí un café y ellos se sentaron alrededor de la mesa. Exfoliante234 pidió un pastelito de nata. La naranja pidió una limonada.
-¿Cuál es el contencioso?-preguntó la terapeuta. Yo contesté. Especialmente porque exfoliante tenía la boca llena de pastelito.
-Bueno, nuestro amigo no puede dejar de cepillarse los dientes. Se los cepilla unas doce veces al día. Y si no lo hace se pone muy pesado. Le da por hacer cosas extrañas. Se mete en el horno y se funde. Se hace macarrones y se pone encima. Se come a sí mismo pero…por suerte luego se transpira a sí mismo de su cuerpo haciendo ejercicio, y vuelve a ser el mismo. Pero sigue estando insoportable. Empieza a recitar las obras completas de Herman Hesse. Y a escuchar música celta. Y a mí no me gusta la música celta.
-Pues es chula.
-Eso lo dirás tú.
-Bueno....sin riñas entre las dos...-nos paró la naranja.- Está claro el problema. Es grave. Hay que proyectar una terapia. Y no hay tiempo que perder. Así que, andando...- ella acabó su bebida y nos pusimos en marcha.
Pasó un rato y estábamos ya en mi salón. Nos sentamos sobre la alfombra y nuestro psicólogo ordenó encender tres velas, una barrita de incienso y bajar las persianas. En penumbra y creando ambiente no sabíamos si estábamos en una terapia o una sesión de espiritismo. Manda narices.

-¿Por qué diantres pensáis que necesito un psicólogo? Y menos de la familia de los cítricos. No me gustan los cítricos. Lo menos que hubieras podido hacer es traerme a alguien lácteo. Hubiera sido cool...
-No digas palabrotas...-corrigió Exfoliante.
Como el paciente se puso testarudo, se decidió que se quedarían a solas.
Pasaron horas y yo me fui a la cama. Ya me enteraría del diagnóstico mañana.
Cuando desperté me quedé sorprendida. Habían preparado mi desayuno favorito y me esperaba.
-Ya estoy curado.-dijo el queso
-Eso.-Dijo Exfoliante
-Bueno....curado...nadie está completamente curado...-Dijo el terapeuta.
-Que sí. Que me he dado cuenta de mi error. Que cepillarme los dientes tanto era para compensar una carencia.
-¿Y de qué carecías?- Yo me interesé.
-.....
-.....
Al parecer nadie lo sabía. Todos se quedaron un poco pensativos. El queso quiso hablar.
-Pues, oye...éste me ha liado, me ha liado...y que si mis sueños, que si mis padre, que si edipo, que si electra, que si dimesydiretes....que no me he enterado. Y para serte sincero...-el queso quiso hablarle directamente al psicólogo.- he estado de acuerdo contigo en ciertas cosas...pero porque me estabas cansando. Eres un pesado. Yo solito he llegado a la conclusión de que...es verdad, es perder el tiempo tanto rollo con los dientes. Hay muchas más cosas por hacer.
-¿Por ejemplo?- preguntó el psicólogo.
-Ver mundo.
-¿Me llevarás?-Preguntó su prima.
-Ya te digo...
-Bueno...un problema se ha casi solucionado. Pero puede volver a recaer...yo creo que deberíais seguir todos terapia. Terapia de grupo, terapia de risa, colorterapia, aromaterapia, risoterapia, llantoterapia, besoterapia...- Empezó a ponerse tan pesado que le dijimos a todo que sí.
-Vale, quedamos mañana. Sesiones de cincuenta minutos. Hasta mañana.
Nos despedimos. Pasamos la tarde hablando.
-Ya sé que soy un queso y que estoy fundido. Pero eso no me convierte en un facineroso. Mis dientes son de leche y tengo que cuidarlos mucho. Acabo de mirar en el reglamento de los quesos y no hay ninguna ley que prohíba la higiene bucal. No dice cuántas veces sí y cuantas no.
-Ni siquiera sabía que había un reglamento de los quesos.
-Es como nuestra constitución. Están las leyes que nos rigen y nuestros mandamientos morales.
-¿En serio?
-Lo que yo te diga... y uno de nuestros mandamientos es que debemos dedicarnos a la limpieza bucal entre ocho y dieciocho veces al día. Y eso para todos los quesos tengan el estado que tengan. Estén casados, solteros, divorciados, rayados, fundidos, troceados, encremados, ensaltados, exaltados...
Pues me convenció. Yo tuve que irme al trabajo y allí les dejé. Descansando y comiendo palomitas de maíz.
A la vuelta, mi apartamento estaba vacío. Y había una nota que decía lo siguiente:
“Nos hemos fugado para ver mundo. Nos gustó mucho estar en tu casa. Pero no puedes depender de nosotros. Tienes que hacer tu vida. Búscate un amigo o un amante. Te hace falta. No reflexiones tanto. Disfruta del momento. Te diría eso de carpe díem pero suena a pedante o a película americana. O a latín. Ni idea. Exfoliante y yo nos vamos a casar. Somos primos lejanos y nuestros mandamientos no lo prohíben. En todo caso a veces mandamos a hacer gárgaras también a los mandamientos. Las cosas no permitidas suelen ser interesantes también. Fúndete de vez en cuando. Es divertido. Yo lo hago y me encanta. Cuídate mucho. Hasta la próxima vida.”
Así acabó mi aventura. Fui muy feliz teniendo esa experiencia. Me cambió mi vida como las compresas con alas, como el pan de molde, como la meditación trascendental, como los ligueros, como hablar francés, como tocar el piano, como los agujeros negros, como los huecos en los sueños, como los besos de las alcachofas, como los limones en rodajas, como el sexo oral...
Ahora vivo en una granja. Dejé mi trabajo de funcionaria, invertí todos mis ahorros en mi nuevo negocio. Tengo vacas. Aprendí a ordeñarlas. Son felices. Tengo cabras. Las ordeño también. Son felices. Tengo ovejas. Pero también decidí innovar. Tengo monas, tengo leonas.... Hago quesos, muchos quesos. Quesos de vacas, ovejas, cabras, monas, leonas, orugas…
Quesos que hablan, quesos que van al psiquiatra, quesos que cuentan chistes, quesos que se funden con las emociones. Y que se cepillan los dientes. Todos los días. Entre ocho y dieciocho veces.









































2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola...
Los amantes de la lengua de Voltaire estan interesados a reir con tus historias.
Queremos cosas escritas en francés tambien...
El admirador silencioso

Anónimo dijo...

Que lastima que el animador de este espacio no se manifieste con mas frecuencia.
Seria interesante poder entrar en este universo màagico donde los quesos se mueven y hacen travesuras...de vez en cuando