ENCONTRÉ EL OLIMPO BAJO MI CAMA
CAPÍTULO 8 POSEIDÓN Y SU TRIDENTE
Entrevistar al dios del mar no fue fácil. Me vestí de buzo. Y me metí en el agua.
-¿Qué haces?-Me preguntó.
-Vengo a verte. Me lo pediste en un fax.
-Pues nada...¿qué quieres que diga?
-Lo que quieras.
-Soy hijo de Cronos y Rea, hermano de Zeus.
-Para los romanos te llamas Neptuno.
-Cierto. Como ya sabes me tocó gobernar los mares. Así que soy el dios del mar.
-¿Vives en ese palacio de oro?
-Claro. Y allí están mis caballos. Me encantan los caballos. ¡¡Hola chicos!!
-Hola...-Los caballos hablaban. Eran muy especiales. Con crines de oro y pezuñas de bronce...
-Llevando pezuñas de bronce tenéis que tener una fuerza increíble para poder correr. Es la repanocha.
-¿Qué estás sugiriendo renacuaja? Pues corremos tan rápido...que no corremos. ¡¡Volamos!! Ni siquiera nos mojamos.
-¡Que fuerte!
-¡Y tanto!
-Me gusta demostrar mi fuerza de vez en cuando. Con tempestades, maremotos y otras calamidades. Eso es cuando estoy abatido o enfadado. Suelo golpear con mi tridente. Así provoco a veces terremotos y los maremotos.
-Cáspitas. Pues cuando yo me enfado simplemente me voy de compras.
-Pero tú eres normal.
-No piensa lo mismo todo el mundo.
-Pero también soy enrollado. Protejo a los navegantes y soy el patrón de los pescadores. También soy dios en la tierra como dios de los manantiales y las aguas esparcidas por la tierra.
-O sea, de todo lo húmedo.
-Casi.
Era dios de todas las divinidades que presidían las aguas. Las ninfas y divinidades de ríos.
Se le consagran animales como el delfín y el caballo. Algunos piensan que Poseidón era el creador y domador de caballos. Que susurraba a los caballos. O sea, que era el hombre que susurraba a los caballos.
-¿Ese no era Robert Redford?
-No.
Y allí estaba en el fondo del mar con las sirenitas, con Nemo, con el Titanic cuando se hundió, con las dos o tres ballenas que quedan.
Pero pasaba demasiado tiempo entre caballos, delfines y con tempestades.
-Este chico me preocupa- dijo Zeus a Hades, un día que estaban chateando.
-¿Por...?
-Está raro. Le hace falta una esposa.
-¿Y si hacemos una fiesta y llevamos a las diosas más chachis?
-Buena idea...
En la fiesta, encontró a la nereida Tetis. Era muy guapa, pizpireta… y simpatizaron.
-¿Estudias o trabajas?- Le preguntó a la nereida quien comprendió que estaba un poco pasado de moda en eso de ligar.
-No hago nada de eso. Soy una nereida. Sin embargo han pronosticado que si tenemos una relación y te doy un hijo, él te destronará. Por lo visto pasa a menudo entre vosotros los dioses.
De esta forma, se despidieron con mucha amistad. Y se dijeron lo típico.
-Ya te llamo yo...
Al rato Tetis conoció al héroe griego Peleo. Un chulito muy guapo. Se enamoraron y tuvieron a Aquiles.
Poseidón se sirvió una copa de zumo y se sentó cansado. Una chica se le acercó.
-Hola. No pareces animado. Me llamo Anfitrite.
Era una nereida. Hija de Nereo. Estaba bailando una polka con sus amigas y vio al dios. Así se enamoró. Llegaron a compenetrarse mucho y se casaron.
Anfitrite le hizo cambiar la vida. Le enseñó los placeres del amor, de la comida, del consumismo. Así que Poseidón cambiaba.
-¿Cómo te va?- Preguntó Zeus.
-Pues mi mujer está muy bien, pero sus amigas las nereidas son también muy monas. Pero ella es muy celosa. Me da la lata cada vez. Me pregunta de dónde vengo, a dónde voy...
-Me recuerda a Hera. No entiende que necesitamos estar entre más gente. No podemos conformarnos con una sola mujer.
-Es como una enfermedad...- Decía Poseidón.
-¿Lo que les pasa a ellas?
-No. Lo nuestro.
-Sí. Se llama adicción al sexo. Algo así le pasó a un tal Clinton, Michael Douglas...
-No pasó. Todavía no han nacido. No seas burro.
Efectivamente, la nereida tuvo tantos problemas de celos como Hera. Poseidón no dejaba de salir con los amigotes y tener amoríos con diosas, ninfas, mortales y todo lo que se ponía por delante.
Entrevistar al dios del mar no fue fácil. Me vestí de buzo. Y me metí en el agua.
-¿Qué haces?-Me preguntó.
-Vengo a verte. Me lo pediste en un fax.
-Pues nada...¿qué quieres que diga?
-Lo que quieras.
-Soy hijo de Cronos y Rea, hermano de Zeus.
-Para los romanos te llamas Neptuno.
-Cierto. Como ya sabes me tocó gobernar los mares. Así que soy el dios del mar.
-¿Vives en ese palacio de oro?
-Claro. Y allí están mis caballos. Me encantan los caballos. ¡¡Hola chicos!!
-Hola...-Los caballos hablaban. Eran muy especiales. Con crines de oro y pezuñas de bronce...
-Llevando pezuñas de bronce tenéis que tener una fuerza increíble para poder correr. Es la repanocha.
-¿Qué estás sugiriendo renacuaja? Pues corremos tan rápido...que no corremos. ¡¡Volamos!! Ni siquiera nos mojamos.
-¡Que fuerte!
-¡Y tanto!
-Me gusta demostrar mi fuerza de vez en cuando. Con tempestades, maremotos y otras calamidades. Eso es cuando estoy abatido o enfadado. Suelo golpear con mi tridente. Así provoco a veces terremotos y los maremotos.
-Cáspitas. Pues cuando yo me enfado simplemente me voy de compras.
-Pero tú eres normal.
-No piensa lo mismo todo el mundo.
-Pero también soy enrollado. Protejo a los navegantes y soy el patrón de los pescadores. También soy dios en la tierra como dios de los manantiales y las aguas esparcidas por la tierra.
-O sea, de todo lo húmedo.
-Casi.
Era dios de todas las divinidades que presidían las aguas. Las ninfas y divinidades de ríos.
Se le consagran animales como el delfín y el caballo. Algunos piensan que Poseidón era el creador y domador de caballos. Que susurraba a los caballos. O sea, que era el hombre que susurraba a los caballos.
-¿Ese no era Robert Redford?
-No.
Y allí estaba en el fondo del mar con las sirenitas, con Nemo, con el Titanic cuando se hundió, con las dos o tres ballenas que quedan.
Pero pasaba demasiado tiempo entre caballos, delfines y con tempestades.
-Este chico me preocupa- dijo Zeus a Hades, un día que estaban chateando.
-¿Por...?
-Está raro. Le hace falta una esposa.
-¿Y si hacemos una fiesta y llevamos a las diosas más chachis?
-Buena idea...
En la fiesta, encontró a la nereida Tetis. Era muy guapa, pizpireta… y simpatizaron.
-¿Estudias o trabajas?- Le preguntó a la nereida quien comprendió que estaba un poco pasado de moda en eso de ligar.
-No hago nada de eso. Soy una nereida. Sin embargo han pronosticado que si tenemos una relación y te doy un hijo, él te destronará. Por lo visto pasa a menudo entre vosotros los dioses.
De esta forma, se despidieron con mucha amistad. Y se dijeron lo típico.
-Ya te llamo yo...
Al rato Tetis conoció al héroe griego Peleo. Un chulito muy guapo. Se enamoraron y tuvieron a Aquiles.
Poseidón se sirvió una copa de zumo y se sentó cansado. Una chica se le acercó.
-Hola. No pareces animado. Me llamo Anfitrite.
Era una nereida. Hija de Nereo. Estaba bailando una polka con sus amigas y vio al dios. Así se enamoró. Llegaron a compenetrarse mucho y se casaron.
Anfitrite le hizo cambiar la vida. Le enseñó los placeres del amor, de la comida, del consumismo. Así que Poseidón cambiaba.
-¿Cómo te va?- Preguntó Zeus.
-Pues mi mujer está muy bien, pero sus amigas las nereidas son también muy monas. Pero ella es muy celosa. Me da la lata cada vez. Me pregunta de dónde vengo, a dónde voy...
-Me recuerda a Hera. No entiende que necesitamos estar entre más gente. No podemos conformarnos con una sola mujer.
-Es como una enfermedad...- Decía Poseidón.
-¿Lo que les pasa a ellas?
-No. Lo nuestro.
-Sí. Se llama adicción al sexo. Algo así le pasó a un tal Clinton, Michael Douglas...
-No pasó. Todavía no han nacido. No seas burro.
Efectivamente, la nereida tuvo tantos problemas de celos como Hera. Poseidón no dejaba de salir con los amigotes y tener amoríos con diosas, ninfas, mortales y todo lo que se ponía por delante.
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