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lunes, 11 de marzo de 2013

El 'dream team' del cónclave Timothy Dolan, William Wuerl y Patrick OŽMalley

El 'dream team' del cónclave Timothy Dolan, William Wuerl y Patrick OŽMalley

El Colegio Pontificio Americano se yergue como una fortaleza en la colina del Gianicolo. Incluso el campanario de la iglesia se expone con la arrogancia de una almena/búnker desde la que puede vigilarse cenitalmente la cúpula de San Perdro.
 Aquí reside el 'dream team'. Entiendo que es una comparación pagana e irreverente, pero la sensación de equipo cardenalicio me la ha proporcionado haber visto entrar a sus eminencias este mediodía en un minibús de color gris discretamente escoltado.
 Tanto peso han adquirido los purpurados estadounidenses que no está claro si el cónclave se celebra en la Capilla Sixtina o si lo hace realmente entre las paredes del Colegio Pontificio. Bien porque el 'dream team' aporta tres papables -O'Malley, Dolan, Wuerl- o bien porque la selección americana, compuesta por 11 cardenales, a imagen de un equipo de fútbol, puede ejercer en la designación del futuro pontífice la misma influencia que ha ya demostrado en los prolegómenos del cónclave.
 Fue necesario que se les recordara sus obligaciones de cautela y de sigilo, aunque las advertencias al hermetismo trascendieron cuando los cardenales en cuestión ya se habían multiplicado en ruedas de prensa, tuits y entrevistas atlánticas.
 Trataban de significar la importancia de la transparencia, hacían pensar que la iglesia de EEUU es la principal contribuyente a las cuentas del Vaticano y reivindicaban la propia cultura de la comunicación. No sólo hacia fuera. Especialmente hacia dentro, pues las intenciones de la curia, con el cardenal Bertone al mando, consistían en abreviar los debates de las congregaciones para evitar un guirigay de candidaturas y de alternativas cuya repercusión pudiera malograr los papables de la casa (Bertone, Piacenza).

'El libro negro'

El problema es que los cardenales americanos -y no sólo ellos- querían saber. Empezando por las 300 páginas del dossier secreto "Vatileaks" que Benedicto XVI ha dejado en herencia al sucesor como si fuera un bizantino manual de incendios.
 Querían saber, insistimos, si el libro negro ocultaba al colegio cardenalicio detalles cruciales sobre las cuentas, los escándalos sexuales y el nepotismo. En caso afirmativo, podría estar involucrado algún que otro cardenal. Y, del mismo modo, podría suceder que los purpurados, sin pretenderlo, escogieran en el desenlace a un candidato equivocado.
 Es difícil saber hasta qué extremo han logrado los americanos satisfacer sus inquietudes, pero se antoja bastante sencillo atribuirles las riendas del cónclave. Más aún cuando el retrato robot del papa ideal requiere una especie de Rambo -así lo definía el 'New York Times'- tan capaz de gobernar la Iglesia con firmeza como de resolver las emergencias espirituales y de recortarle distancias al escepticismo o a la fuga evangélica.

Los contendientes


Desde esta perspectiva, Timothy Dolan, de 63 años, imponente en su corpulencia y arzobispo de Nueva York, adquiere una estatura providencial, en cuanto ratzingeriano en el fondo -escrúpulo a la ortodoxia- y extrovertido, supercomunicador, en la forma.

Es cierto que su compatriota Wuerl, muy presente en las quinielas, ha declarado recientemente a título terapéutico que una superpotencia económica y política no debería atribuirse también el trono del liderazgo espiritual, pero el catolicismo es una religión minoritaria en EEUU que ya ha plantado cara al escándalo de la pederastia y que se abastece de la inmigración hispana como refuerzo de la feligresía italiana e irlandesa.
 Semejante progresión ubica al cardenal Patrick O'Malley entre los favoritos. Habla español a la perfección, ha sido misionero en la Isla de Pascua y ha convertido la archidiócesis de Boston en una especie de laboratorio para el porvenir de la Iglesia.
 No son pocos los colegas que le reprochan una cierta ingenuidad franciscana -fue ordenado capuchino- más o menos incompatible con la voracidad de los cuervos y de los lobos, pero la victoria de O'Malley se percibiría como la apuesta de un pontífice sobrio, regenerador y espartano a quien importan bastante más las sandalias del pescador -no se las quita nunca- que el fulgor del anillo.
 ¿Quién se lo ensartará al final? Los 11 americanos y los tres canadienses -el papable Ouellet entre ellos- pueden definir la primera votación del martes con un candidato de consenso. Sería la manera de vengar la desdicha del cónclave de 1922, cuando los siete purpurados que venían de EEUU se presentaron tarde al ritual porque el trasatlántico que los transportaba llegó tarde, muy tarde, al puerto de Civitavecchia
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/09/internacional/1362844011.html

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