“Encontré el Olimpo bajo mi cama” es un libro que presenta a la mitología griega bajo un punto de vista cercano.
“Muchas veces ayudó una broma donde la seriedad solía oponer resistencia”, decía Platón.
La novela va dirigida tanto a personas jóvenes como a personas adultas. Es para aficionados a la mitología y a quienes nunca la comprendieron. Para amantes de la literatura como para apasionados del humor.
Sara González Villegas.
BIENVENIDOS AL OLIMPO
sábado, 25 de mayo de 2019
Sí a la caza, a los toros y... ¡Viva España!, sin ser de Vox
En
Castilla-La Mancha, tierras de meseta, conservadoras como al norte,
manda el PSOE, también favorito hoy, en un paradigma de adaptación al
medio, que hace de las tradiciones su identidad
Los ocho candidatos locales de Fuencaliente (Ciudad Real).
ANTONIO HEREDIA
Irrumpe con jaleo y, nada más acodarse en un extremo de la barra, grita: «¡Presidente, eres mi presidente!». Es El Isra, que le tiene prometido el voto al número uno de Ciudadanos del pueblo. Y éste, José Ángel Buenestado, desde el otro extremo, sonríe, porque él, aún concejal del PP, cambió de bando animado por gente como El Isra que, con su jolgorio, atrae la atención de un tercero, Rubén Paz, que le arrea:
«Tú, pobre y facha, hay que ser tonto, pobre y facha». Y sigue Rubén,
cabeza de lista socialista, dirigiéndose también al periodista: «¡Isra,
ven y dile por qué has votado a Vox, que hemos pasado la mañana hablando de eso». El Isra
no repliega, juguetón se acerca y le aclara al desconocido, con el
pecho fuera: «Sí, sí, yo voté a Vox. ¡Son los únicos que dicen las
verdades! O dicen lo que queremos oír». ¿Qué verdad es esa? «Son los
únicos que defienden los pueblos». ¿Y qué son los pueblos? «Lo de
siempre; la caza, los toros, la romería...». El Isra votaba al PP, votó a
Vox, hoy vota a Ciudadanos en las municipales y ¿en las autonómicas? «Igual vota a Page», apunta Rubén; El Isra no le/lo desmiente. Aquí
es verosímil eso, viajar desde la derecha extrema hasta la izquierda
del centro sin enfermar, mortalmente, de incongruencia; aquí, en Castilla-La Mancha, construcción administrativa centrífuga, lo más parecido a la identidad común es la tradición. Y la capacidad del PSOE
para entenderlo, con motas de populismo, le permite gobernar en estas
tierras de raíz conservadora, como probaron todas las elecciones
generales de 1996 a 2016 y las dos primeras tras la dictadura. Ni
siquiera el 11-M de 2004 recolocó piezas. Castilla-La Mancha se asemeja a
la azulada Castilla y León y, sin embargo, se pintó de rojo en todas las autonómicas, salvo el paréntesis Cospedal
(2011-15). También hoy, el favorito es socialista, Emiliano
García-Page, líder personalista de un partido que ejerce de
regionalista, a lo Revilla en Cantabria pero sin estrambote. Cuando la ministra Teresa Ribera se posicionó
«a favor de prohibir la caza y los toros», el presidente de la región
donde más festejos taurinos se celebraron en 2018 (347), donde los toros
son un fijo en la parrilla de la televisión autonómica y un resumen de
la Feria de San Isidro se cuela en todos los
informativos, ese presidente le remitió una carta a la ministra
mostrándose «sorprendido y preocupado», mientras le advertía de que la
caza es irrenunciable por razones económicas y medioambientales. También
por razones electorales. Porque, si no, las armas de esta foto se
girarían contra el PSOE. Nadie lo entendería, por ejemplo, en este
bar de Fuencaliente (Ciudad Real), con las paredes enmarcadas con
trofeos de caza, donde EL MUNDO reúne a ocho candidatos locales de PSOE,
PP y Ciudadanos, los tres partidos nacionales que concurren a las
municipales, convergentes en su discurso por adaptación al medio. Porque
en esta localidad fronteriza con Andalucía, a los pies de Sierra Madrona, la caza es vida o abandono: del hostelero, del que lleva mulas para arrastrar las piezas abatidas -de eso vivió El Isra
cuando los recortes de Cospedal-, del que pone coche para los
visitantes, del que cuida las rehalas de perros, del carnicero, del
propio aficionado y hasta del furtivo que subsiste echándose al monte.
De jueves a domingo, la España interior se llena. Tiene mucho de
espejismo, pero alivia. Y en las urnas hoy pesa. En esta misma
campaña, con Unidas Podemos como excepción, los candidatos autonómicos
firmaron con la Federación regional de caza «15 medidas de compromiso
con el sector cinegético», dentro de la iniciativa #LaCazaTambiénVota. En
Castilla-La Mancha supone el 1,7% del PIB autonómico, 24.000 empleos
(el 3% del total); la comunidad comparte podio nacional con la otra
Castilla y con Andalucía. Eso relata el presidente de la Federación
regional de caza, Agustín Rabadán, que hace lobby
transversal. De hecho, es de los que piensa que politizar la caza «no es
favorable» y fue de los que defendió que Ángel López Maraver,
presidente de la Española, renunciase -lo hizo- tras integrarse en la
lista europea de Vox. «Castilla-La Mancha es la madre de la caza
nacional», resume Rabadán, y remata: «Aquí no puede haber un presidente
anticaza. Sería no defender a su gente».
Un hombre junto a un terreno vallado donde guarda las ovejas.ANTONIO HEREDIA
Asienten
en la distancia quienes posan en la foto y gráficamente los armados, de
Cs (sentado), PSOE -con cinturón de bandera España, para contrariar
otro cliché- y del PP (ver apoyo). Cuenta el socialista Rubén que en la
mesa electoral donde estaba el 28-A, en Cardeña, al otro lado de la frontera, ya Córdoba, se acercó un viejo exiliado antifranquista, con la gorra del PCE,
hoz y martillo en oro. «¡Votó a Vox!». De locos. No comparten nuestros
protagonistas las «cosas» de Vox, pero se entienden desde este lugar tan
parecido a tantos de esa España que hoy saca la escopeta electoral;
España más desconocida que vacía. Se eleva un coro en Fuencaliente: -Es
normal que Vox destaque en estas sierras. Si a ti te dicen que alguien
va a prohibir los periódicos, y otro te dice voy a defenderlos, pues no
miras el resto del programa. Votan a Vox por miedo a que se prohíba la
caza, los toros, las tradiciones... - No defiendo la caza porque
sea político. El que está en el campo y sabe lo que es el campo no puede
hacer otra cosa. Vivimos de eso. -Aquí todos estamos de acuerdo,
pero hay direcciones políticas nacionales a las que parece que les da
vergüenza defender la caza y los toros. -Dicen que Vox se apropia de los símbolos, pero lo hace porque los demás hacen dejación de ellos. -[Todos] Efectivamente. -La
razón a Vox o se la dan el resto de partidos o se la dará el pueblo. Lo
que dice Vox lo han sacado del pueblo. Los demás tienen que asumir esas
reivindicaciones si no quieren que Vox se desmadre. Intercambian
punzadas de sentido común en un continuo no complaciente, intercalado
con alertas sobre el envés negro de Vox. Alguien dice «mirad, un águila
imperial, de esas no vais a ver muchas» -el diálogo fue del bar al
monte- y así se interrumpe el análisis sobre un partido-fenómeno que en
este pueblo recibió 130 votos, ¡18,95%!, sin ser de nadie: no se
presenta a las municipales. Se habla tanto de Vox porque sólo Murcia mejoró el resultado de Castilla-La Mancha, 15,29%, cinco puntos más que Podemos, a dos de Ciudadanos. En Ciudad Real,
bipartidista desde la Transición -la más grande de la España bicolor-,
logró un diputado. Su irrupción fue arrasadora para el PP. Sin embargo,
carecen de arraigo organizativo y el destino de sus votos hoy, para sí o
transferidos, determina las elecciones.
Posible coalición de gobierno
La encuesta del CIS dio al PSOE 15-18 escaños, siendo 17 la mayoría, superada holgadamente con Podemos
(2-3, generoso CIS), repitiendo una coalición de gobierno pionera en
España. Pero no resulta tan sencillo. La ley electoral de Cospedal
redujo los escaños de 49 a 33, repartidos en cinco circunscripciones, un
sistema tan poco proporcional y tan poco democrático que Ciudadanos,
con casi el 9% de votos en 2015, no entró en la cámara. Así, hoy todo
podría depender no de una décima de PSOE o PP, sino de sus socios, con
Vox y Podemos entre algo -que es mucho- y nada. Los sondeos no invalidan
un pacto a la andaluza (PP-Cs-Vox) y se concede a Ciudadanos el rol
clave, con la novedad de que Albert Rivera no veta a Emiliano García-Page. Volvemos a donde empezamos. En
el encabezamiento de los carteles electorales de García-Page, la
bandera española se engarza con la autonómica. No es (sólo) oportunista.
La enseña forma parte del mitineo desde tiempos de Bono, primer
presidente electo (1983), reelegido cinco veces, una era que le dio para
constituirse en barón, influencer y troll. Y esa categoría legó. Por eso, cuando se habló de un relator para Cataluña, fue García-Page quien activó la crítica de muchas Españas, para consolidar el perfil diferenciado. Por eso en Fuencaliente, Soraya Tamaral, número dos socialista, cerró su mitin con un «¡Viva España!». Días antes, en el paseo de la comitiva del PSOE por la Feria Nacional del Vino,
en Ciudad Real, se lo lanzaron a ella «como insulto». «El Viva España
también es mío», proclama. Así se espantan riesgos electorales que
serían mortaja en tierras donde el tradicionalismo unifica, aunque sirve
a la vez de velo para desfases históricos y de subdesarrollo. El
PIB per capita autonómico es 20.645 euros, el 79,9% de la media
nacional, y el paro está en el 20,7%, cuatro puntos por detrás del
promedio. Solo Andalucía y Extremadura
empeoran esos datos. El abandono escolar está en el 20,5%, frente al
17,9% estatal; la deuda autonómica es desmesurada y las listas de espera
quirúrgica son récord patrio. García-Page responde que el PIB per
capita ha crecido un 1,7% en su mandato, sólo menos que en Cantabria
(2,7%), y que la escandalosa espera quirúrgica (137 días) encadena
meses, por decenas, a la baja. Y frente a cualquier ataque, tiene la
gatera de resucitar a Cospedal. Es tan así que ni el PP reivindica a su
ex baronesa. Francisco Núñez, esconde a quien lo ungió,
pero ha sido el candidato que más creció -debate electoral incluido-.
No es mérito pequeño, con el recuerdo de aquel gobierno de Cospedal que
gestionaba la región como una metrópoli, con cargos transplantados de
Madrid y parámetros liberales neo, aprovechándose de una sociedad
amansada, débil asociativamente y con apuntes, a izquierda y derecha, de
ese sectarismo que justifica a los propios por ser propios. En muchos
pueblos, el guerracivilismo aún opera en versión PP-PSOE. Los
reunidos en Fuencaliente en una mañana de resaca -un día después de San
Isidro- quieren ser diferentes. Soraya y Lorena, PSOE y Cs, compañeras
de teatro de Jennifer Cortecero, número uno del PP,
pensaron hacer un vídeo para que sirviese de ejemplo a los políticos de
que gentes con ideas opuestas podían ser íntimas, acordar de por vida y
maldecir juntas. Por la despoblación, por ejemplo, de su pueblo, que
llegó a tener cinco veces más población que los 1.031 habitantes de hoy.
Son 136 menos que hace 10 años, 277 menos que hace 20... Goteo fúnebre
de campanario entre maldiciones de otro tiempo, como los cortes de luz. En Fuencaliente, con 30 bomberos forestales, con ocho agentes medioambientales, con dos-tres ambulancieros,
con un médico, una enfermera y ocho guardias civiles, todos de urgencia
y guardia, «cuando caen cuatro rayos se cortan las comunicaciones». En
esas condiciones, resisten aquí los convencidos de que la ciudad no es
para ellos. Porque cuando Soraya entraba en el vagón del metro y
saludaba, como acostumbra al llegar a un sitio... «La gente debía de
pensar que venía a pedir o a cantar». Y denuncian, en un coro de
despedida: «Los catetos no somos nosotros, quizá lo son ellos: tráete a
muchos de la capital y suéltalos en una matanza. Saben menos que
nosotros de la vida». Y de política. https://www.elmundo.es/espana/2019/05/26/5ce99894fc6c839b608b45e9.html
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