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sábado, 26 de noviembre de 2016

Hermanas, sobrinas y amigas... el universo de Rita Barberá


Hermanas, sobrinas y amigas... el universo de Rita Barberá

"¿A qué vienes, Mariano? Cómo la habéis dejado caer, con lo que ella os quería y con todo lo que os ha dado. ¡Ay Mariano! En vuestra conciencia pesará". Las palabras de aquel hombre escupidas ante el paso del presidente del Gobierno en el último adiós a Rita Barberá fueron la única salida de tono de los allegados de Barberá ante el despliegue del PP en el último adiós a la ex alcaldesa de Valencia. Palabras que han sido replicadas en todos los medios. "He visto cómo la han dejado tirada. Pero la cúpula, la subcúpula y la subsubcúpula", decía él mismo luego a un periodista de Las Provincias. Se identificó como un "amigo de la familia desde hace más de 25 años", pero era mucho más. El valiente que increpó a Rajoy era uno de los cuatro hijos de la que ha sido una de las mejores amigas de Rita Barberá hasta el día de su muerte, Miguela Carpi.
En la monumental Villa Carpi, en Benicásim, Barberá ha disfrutado vacaciones y fines de semana, al abrigo de una familia que siempre la ha protegido casi como la suya propia. Rita no se casó nunca ni tuvo hijos, pero era mujer de lealtades intensas. Con los Carpi, pueden dar testimonio de ello tanto Mari Carmen García Fuster (su mano derecha política y personal), como las tres hermanas Barberá, sus cuñados y sus siete sobrinos. Todos ellos son sus viudos y viudas, las personas que se han marcado como objetivo, por cierto, limpiar el nombre de la ex edil.
Rita era "el pilar de la familia", a la que concebía como un matriarcado al que cobijaba bajo su amplísimo manto. Coté (de María José), una sobrina, tomó la palabra durante el funeral de Barberá para leer una carta escrita a medias con el resto de sus primos. María José mantenía desde niña una especial relación con su tía Rita. Cuando era una cría acompañó a la entonces alcaldesa varias veces a algunos actos oficiales, como la Cabalgata de Reyes o Expojove. El texto conmovió a los asistentes, y mostró a una Rita insospechada para el vulgo, la que hincaba las rodillas y se disfrazaba con ellos en nombre de la llamada brigada antidestrucción. "Esto no tenía que haber pasado. No pensé que tendría que escribir esta carta tan pronto", comenzó, para acordarse después de la tía Rita: "Nos disfrazabas, jugabas con nosotros, igual que nos reñías y estabas atenta a cualquier dificultad". Como en el caso de Jacobo, el hijo de Miguela Carpi, también los sobrinos quisieron identificar a los que ellos consideran culpables de su desgracia: "Todos aquellos que te han abandonado o perseguido sin descanso han acabado contigo. Los que no te conocían te han roto el corazón".
La familia estaba al tanto de que Barberá no pasaba por su mejor momento. Especialmente en los últimos 15 días, cuando su situación había provocado algún roce con los que más quería. El ex ministro García Margallo ha reconocido que tomaba una medicación muy fuerte contra la depresión. Había preocupación y alarma entre sus allegados. El lunes, después de declarar en el Supremo, a su hermana María José le costó localizarla por teléfono. Cuando finalmente lo consiguió, Rita le confesó que no se encontraba bien. María José decidió coger un tren y presentarse en Madrid. Fue ella quien llamó a los servicios de emergencias el miércoles por la mañana, cuando un infarto fulminante se llevó a Rita para siempre.
Las hermanas Barberá Nolla han sido siempre uña y carne. Carmen Luisa (73), la mayor, reside en Murcia con su marido, un prestigioso cirujano, y ha sido la más alejada de la actividad pública de la ex alcaldesa. También viven allí sus dos hijas, Misi (de Carmen Luisa, también médico) y Vicky. La mayor hizo madrina de su hija Carmen a la tía Rita, que en 2013 subió a la niña al balcón consistorial para vivir una mascletà, sólo una de las muestras de absoluta devoción de la ex alcadesa por la sobrina nieta.
Más conocidas son las otras dos hermanas de Rita, María José (65), casada con el gestor Enrique Sospedra, y Asunción (62), casada con el notario José Corbín. Totón (como se conoce a Asunción) rindió su particular homenaje a la familia al bautizar a sus hijas con los mismos nombres de sus hermanas: Asunción, María José y Rita. En ellas se refugiaba la ex alcaldesa cuando dejaba el mando en el Ayuntamiento de Valencia. Nunca trabajaba los viernes por la tarde, su taxista de confianza o alguien de la familia pasaba a recogerla a su casa de alquiler de la calle General Palanca, en el centro de Valencia (improvisado altar estos días) para llevarla a una casa que María José y Enrique poseen en Jávea. O se marchaba unos días a casa de los Carpi. Siempre cerca del mar.
Barberá transplantó al Ayuntamiento ese matriarcado familiar, lo que provocó que fuera acusada de nepotismo en no pocas ocasiones. Puso como secretaria del grupo municipal popular a Mari Carmen García Fuster, su más fiel compañera durante décadas, madrina además de una de sus sobrinas y hermana del ex senador popular José Rafael García Fuster. Si García Fuster era su mano derecha, su propia hermana, Asunción Barberá, era la izquierda. Rita puso a Totón como jefa de gabinete del consistorio valenciano. Ambas fueron salpicadas por los últimos escándalos que asolaron la vida política y personal de Barberá.
García Fuster fue detenida en el marco de la Operación Taula y declaró el pasado mes de septiembre, defendida por cierto por José Corbín, el marido de Totón. Su rostro ampliamente demacrado ha sido una constante estos días al lado de la familia en las distintas misas que se han ofrecido en recuerdo de Rita Barberá.
El hecho es que a lo largo de sus 24 años como alcaldesa de Valencia, Rita Barberá fue señalada por haber favorecido presuntamente a algunos de sus sobrinos e incluso a su querida familia Carpi. Sospechas que nunca fueron llevadas ante ningún tribunal, por cierto.
Esta familia de la burguesía valenciana, extremadamente discreta, gestiona sus intereses económicos a través de la Corporación F. Turia. Una de las pocas veces que han salido en los papeles fue cuando se hizo público que la mayoría de las parcelas elegidas para la ubicación del nuevo Ikea de Valencia estaban a nombre de distintos miembros de su familia. De hecho, la titular de dos de las mayores parcelas afectadas, y una tercera anexa, era María Miguela Carpi, la íntima amiga de Rita Barberá.
Así era la alcaldesa, un personaje poliédrico al que la muerte parece haber blanqueado ante la opinión pública. Ante su familia (la de sangre y la otra), sin embargo, no había fisuras. Ellos disfrutaron de lo mejor de su carácter, de su afán gallináceo de protección. Malas fechas para ellos. Barberá preparaba con mimo la comida de Navidad. La cocina era, con la fotografía, el mar y las partidas de dominó, su gran pasión. Hasta que el acoso mediático la recluyó en casa, bajaba a comprar al Mercado Central la materia prima. Compartía recetas con cualquiera que le preguntara. No era de ir al cine, no le gustaba viajar más allá de los mencionados Jávea y Benicásim, tampoco le gustaba la tecnología. Pero ¡ay! una buena comida en familia con su sobremesa.
En no pocas de esas reuniones la familia le expresó su deseo de que dejara definitivamente la política. Se le insistía en ello al ver su deterioro físico y sobre todo psicológico. Pero Rita Barberá no cedió nunca. Por dignidad y no por dinero, como alguno de sus renovados amigos del partido han dicho en algún medio. La senadora deja un patrimonio a sus herederos de al menos 240.000 euros, según se desprende de la declaración de bienes y rentas que presentó en la Cámara Alta el pasado verano. En cuentas corrientes y depósitos a plazo fijo contaba con 172.535 euros. A ello sumaba una cartera de acciones con un valor (entonces) de 66.985,54 euros.
Pero no es dinero lo que principalmente deja a los suyos. Son los recuerdos y la impronta de la tía Rita, esa mujer tan diferente de la alcaldesa de Valencia que se lleva a la tumba su intimidad. 

 http://www.elmundo.es/loc/2016/11/26/5838828eca47413f698b45e2.html

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