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domingo, 25 de septiembre de 2016

Los 'contras' en la carrera de Susana Díaz hacia Ferraz

Los 'contras' en la carrera de Susana Díaz hacia Ferraz

Pedro Sánchez está decidido a dar la batalla hasta el último aliento y, cuando uno está dispuesto a «suicidarse» tiene la ventaja añadida de la iniciativa. Así opinan en el entorno de Pedro Sánchez quienes conocen bien al secretario general, cuya principal baza en el pulso con Susana Díaz es que no tiene nada que perder. O es el secretario general del PSOE o no es nada. Y, en los últimos tiempos, parece que ha quedado claro que, o consigue llegar a la Presidencia del Gobierno in extremis, aunque sea muy en precario, o difícilmente seguirá siendo secretario general.
En cambio, Susana Díaz tiene mucho que perder en la batalla si es que definitivamente está dispuesta a darla, tras varios sonoros amagos. Para empezar, su ascensión al liderazgo del PSOE, de resultar exitosa, no sería 'incruenta', como ella pretendía, sino que supondrá partir en dos el partido y enfrentarse a una parte de la militancia -tal vez mayoritaria- que no entenderá que se defenestre al actual secretario general para apuntalar a un Gobierno del PP; o, en el caso de unas terceras elecciones, que se abra una crisis de esta magnitud en víspera electoral.
Díaz puede, además, poner en riesgo el propio gobierno de la Junta que, no olvidemos, subsiste en minoría con el apoyo de Ciudadanos; y tiene, además, la responsabilidad de no hacerle ningún destrozo a su partido en Andalucía, que necesita la cohesión que le permita recuperar el terreno electoral perdido frente al PP de Juan Manuel Moreno.
Poner en marcha el proceso de sucesión obligaría a construir de la nada un nuevo liderazgo andaluz tanto para el ámbito institucional como para el orgánico. En estos momentos -Díaz se ha encargado de que sea así- no hay un solo nombre con solvencia para garantizar, por un lado, la continuidad sin sobresaltos y, por otro lado, el suficiente carisma para llevar el peso del partido hacia nuevas contiendas electorales.
Claro que también el liderazgo de Díaz se construyó de la nada. La 'hija del fontanero' había hecho carrera en el partido y había demostrado suficiente carácter como para hacerse con las riendas del siempre convulso PSOE sevillano. Pero no tenía más bagaje profesional que los cargos orgánicos ni tampoco podía acreditar experiencia de gestión, más allá de su efímero paso por la Consejería de la Presidencia, un departamento con un perfil muy político pero escasa capacidad de influir en la vida real de los ciudadanos.
Aun así, José Antonio Griñán tuvo la virtud de ver en ella el animal político que sin duda es. El modelo de sucesión que le permitió a Griñán dejar el partido y el Gobierno de la Junta en manos de Díaz, a la manera de las monarquías hereditarias, será el mismo con el que la lideresa querrá dejar atada su sucesión.
Su número dos en el Gobierno andaluz, Manuel Jiménez Barrios, un socialista de Chiclana, buen negociador y sin demasiadas aristas, le facilitaría el relevo. De hecho, a Jiménez Barrios muchos lo consideran el verdadero 'consejero delegado' de la Junta, pues Díaz lleva desde que aterrizó en San Telmo más dedicada a la batalla orgánica que al día a día del Gobierno andaluz. Además, ya la sustituyó durante el tiempo en que estuvo retirada con ocasión del nacimiento de su hijo.
Pero si hay algo que parece gustarle a la presidenta es desconcertar a los suyos. En la carrera por la sucesión también está, por ejemplo, su amigo personal Javier Fernández, actual consejero de Turismo, que pese a tener una de las carteras más lucidas del Gobierno es un auténtico desconocido para la opinión pública. En cualquier caso, poner en marcha la sucesión agitaría inevitablemente las aguas de un partido que ha sido una balsa de aceite desde que ella tomó las riendas.
No hay que olvidar, por otro lado, que, de no haber unas terceras elecciones, Susana Díaz no será diputada y tendría que liderar la oposición desde fuera del Congreso. En ese caso, es fácil que el PSOE la propusiera como senadora en nombre del Parlamento andaluz, pero seguiría siendo una posición incómoda para quien aspira a ser la líder de la oposición al PP.
Por último, para el PSOE-A no será fácil explicarle a su electorado que, en ocho años, tres presidentes socialistas han abandonado el cargo sin terminar la legislatura. Por contra, la posibilidad de seguir al frente de la Junta siendo ya líder federal provocaría probablemente aún más desgaste, pues sería fácil para sus adversarios reprocharle el uso del Gobierno de los andaluces como mero instrumento de confrontación con el PP.
 http://www.elmundo.es/andalucia/2016/09/25/57e6a95c22601d74398b45f4.html

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