Lampedusa: una morgue en el Mediterráneo
El
Mediterráneo ha vuelto una vez más a convertirse en un mar de muerte y
amargura, donde terminan las esperanzas de grupos de desharrapados que
lo cruzan en busca de una vida mejor, lejos del hambre, la miseria, la
guerra y la persecución. Las últimas víctimas han sido los alrededor de
500 inmigrantes somalíes y eritreos que viajaban en una embarcación que
ardió y se hundió frente a las costas de Lampedusa, la pequeña isla
italiana situada a poco más de cien kilómetros del norte de África.
Los
muertos en la tragedia son hasta ahora 200, pero alcanzarán
probablemente los 300, pues a los 94 cadáveres recogidos al cierre de
esta edición había que sumar los más de 100 que los servicios de rescate
hallaron bajo los restos del buque y los aproximadamente 150 que
todavía eran buscados al cierre de esta edición. Flotando en el agua se
encontraron con vida a 155 personas, entre las que había un joven
tunecino que podría trabajar para los traficantes que organizaron el
viaje. A la lista de supervivientes hubo que sumar a última hora una
mujer que en un principio había sido dada por muerta, pero a la que
reanimó un médico que pasaba reconocimiento a las víctimas. Fue
trasladada de urgencia en helicóptero a un hospital de Palermo junto a
otros inmigrantes en estado grave. Según contó el doctor Pietro Bartolo, entre los fallecidos había una mujer embarazada y cuatro niños pequeños.
Lo
más terrible de la tragedia de Lampedusa es que que tal vez pudo
haberse evitado. Cuando estaban a apenas 750 metros del Islote de los
conejos, situado en la costa de Lampedusa, los inmigrantes trataron de
pedir ayuda con sus móviles, pero no tenían cobertura. Entonces
prendieron fuego a unas mantas para hacerse ver
por tres buques pesqueros que navegaban por la zona y que siguieron su
rumbo sin prestarles ayuda. La alcaldesa de esta pequeña isla situada en
el centro del Mediterráneo, Giusi Nicolini, contó que las naves pasaron
de largo porque Italia «ha procesado a pescadores y armadores que han
salvado vidas humanas, debido al delito de favorecimiento a la
inmigración clandestina».
«No sabemos dónde meter ni a los vivos,
ni a los muertos», lamentaba la alcaldesa, que también llamó la
atención sobre la situación crítica del centro de acogida de la isla, en
el que se alojan 1.350 personas a pesar de que tiene capacidad para
unas 300. Nicolini destacó la labor que llevan haciendo sus vecinos
desde hace años salvando a personas del mar y pidió al Gobierno de
Enrico Letta que elimine cuanto antes este delito. También dirigió su
voz hacia la Unión Europea y los organismos internacionales, proponiendo
la creación de «corredores humanitarios» que permitan que inmigrantes
como los que se dejan la vida en Lampedusa lleguen de forma segura a
Europa para disfrutar del estatus de refugiado que les corresponde. El
primer ministro, Enrico Letta, telefoneó a Nicolini para darle las
gracias a ella y a sus vecinos por todo lo que han hecho y siguen
haciendo frente a la inmigración.
Letta respondió además a la
tragedia al convocar un Consejo de Ministros de urgencia en el que
decretó una jornada de luto nacional. Mientras tanto, el partido de la
Liga Norte acusó a la ministra de Integración, Cecile Kyenge, de origen
congolés, de seguir «difundiendo sin filtro alguno mensajes de
bienvenida» que sólo logran «cosechar más víctimas que en una guerra».
En la isla el Gobierno estuvo representado por su «número dos» y
ministro del Interior, Angelino Alfano. El secretario general del
derechista Pueblo de la Libertad habló por teléfono con la Comisaria de
Interior europea, Cecilia Malmstrom, para comunicarle su postura: Roma
pide políticas europeas que permitan que el peso y el coste de la
inmigración sea compartido por todos los estados miembros de la UE.
Alfano
visitó el centro médico de la isla y coordinó las labores de rescate.
El ministro de Interior aterrizó en un aeropuerto convertido en morgue,
pues ante el gigantesco número de fallecidos, los cuerpos fueron primero
colocados en el puerto y luego tuvieron que ser ubicados en un hangar,
donde hasta ahora guardaba su helicóptero la Guardia de Finanzas. Uno de
los agentes comentó: «En estos años he visto muchos muertos, muchos
náufragos, pero lo de hoy es horror puro. Sobre todo ver los cuerpos de
esas mujeres, muchas de ellas jóvenes, y de los cuatro niños».
Davide
Miserindino, capitán de la Guardia de Finanzas y que participó en el
rescate, explicó que la primera en ayudar a los inmigrantes fue una
pequeña embarcación que salvó a todos los que pudo. «Después llegamos
nosotros, la capitanía del puerto, los carabineros, los Bomberos... Al
principio buscábamos supervivientes. Después nos dimos cuenta de que
muchos eran cadáveres flotando en el mar».
http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/3834217/internacional/lampedusa-una-morgue-en-el-mediterraneo#.Uk8fh1HEddM
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