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viernes, 20 de septiembre de 2013

Mas se aferra al espejismo de una Cataluña fuera de la UE, pero con el euro

Mas se aferra al espejismo de una Cataluña fuera de la UE, pero con el euro

Nada impediría a una Cataluña independiente adoptar el euro —o el dólar— como moneda oficial. Otra cosa es si la divisa constituye un mero instrumento de compraventa en la calle o es, en realidad, algo más: una herramienta política y monetaria fundamental, que responde a las necesidades del país. Al salir de la Unión Europea, Cataluña se colocaría automáticamente en el primer supuesto, con una moneda ajena, sobre la que no tendría ningún control, que difícilmente permitiría atender las necesidades financieras de sus empresas y bancos.
Las normas del Banco Central Europeo (BCE) sobre el uso del euro en terceros países reflejan con claridad hasta qué punto es irrelevante para la institución que se emplee fuera de la Eurozona. “Es una decisión unilateral [del Estado en cuestión] y no implica ningún compromiso por parte del BCE”, aclara un informe de la institución sobre el papel internacional del euro.
Cualquiera, por tanto, puede adoptar la divisa europea, sin que otros Estados miembros o el BCE se opongan, pero carecerá de los principales beneficios: acceso —al menos directo— a la liquidez del eurosistema, a sus condiciones de financiación y al consejo que permite tomar decisiones fundamentales en una economía moderna. Porque lo de menos es qué moneda circule en la calle; lo importante es integrarse en el eurosistema, un complejo engranaje del que depende en buena medida la capacidad de los Estados para gobernar su economía. Estas son las implicaciones de contar con un euro que se convierta prácticamente en una moneda de juguete:
» Precedentes. Hay dos tipos de países que emplean ya el euro sin pertenecer a la Unión Europea. El primero, el de los miniestados de Andorra, San Marino, Vaticano y Mónaco, que acceden a la moneda a través de acuerdos con otros países miembros (España en el caso de Andorra, Italia para San Marino y Vaticano y Francia para Mónaco). El segundo caso es el Kosovo y Montenegro, territorios que carecen de esa vecindad con países comunitarios y que adoptan la moneda europea como símbolo del futuro al que aspiran dentro de la Unión.
El precio del dinero sería más elevado que si perteneciera a la Eurozona
Probablemente ninguno de los dos precedentes —en el primero, territorios fiscalmente opacos, y en el segundo, sociedades con heridas de guerra y muy alejadas de los estándares europeos— constituya un espejo en el que desee mirarse Cataluña.
» Acceso a la divisa. Como ocurre con Kosovo o Montenegro, Cataluña y sus grandes bancos no podrían nutrirse directamente de la liquidez del BCE. Tendrían que hacerlo de manera indirecta, con filiales en países del euro o con un acuerdo entre entidades bancarias radicadas en algún Estado miembro, explican fuentes conocedoras del mecanismo. “Las entidades catalanas podrían acceder a la liquidez del BCE a través de sus matrices, filiales o sucursales establecidas en países del euro”, admite Jordi Galí, de la Pompeu Fabra. Así, si La Caixa permaneciera como el gran banco del nuevo Estado catalán, tendría que abrir una sede, por ejemplo, en Italia; requeriría un banco enclavado en la estructura financiera italiana y sujeto a sus normas.
No podría evitar decisiones sobre el euro contrarias a sus intereses
A partir de ahí, tendría que suscribir un acuerdo con una o varias entidades italianas que le proporcionasen la liquidez que necesita. Ese dinero nunca se ofrecería al mismo precio que el estipulado para las entidades pertenecientes a un país de la Eurozona; el interés sería más elevado para que la entidad financiera que presta (en este caso, la italiana) obtuviera algún beneficio de la operación, según fuentes financieras en Fráncfort.
» Garantías. Como ocurre en el eurosistema, el banco catalán tendría que ofrecer al italiano garantías para recibir ese dinero. La diferencia es que las garantías que pide el BCE como respaldo para sus préstamos están reguladas por un consejo de gobierno en el que tienen voz y voto los Estados miembros y, por tanto, intentan ajustarse a la situación económica de la eurozona. Así, el BCE ha ido rebajando la exigencia de calidad de los activos que pedía como respaldo de sus préstamos. En el caso catalán, dependería de la negociación entre La Caixa y el banco italiano, con lo que el margen de maniobra sería muy inferior.
» Desfases. La falta de voz sobre la toma de decisiones que afectan tanto a la situación económica mermaría la capacidad de Cataluña de regir su economía. Si el consejo del BCE decide que es necesario estimular la economía —y en cambio en Cataluña ocurre todo lo contrario: conviene enfriarla—, las autoridades del nuevo país no podrían hacer nada por evitarlo. Ese problema de política monetaria de talla única afecta a la propia eurozona: el BCE se enfrenta a críticas por una actuación que beneficia a Alemania y no logra frenar la fragmentación financiera. Pero al menos el órgano de gobierno de la institución reúne a los 17 gobernadores de los bancos centrales de cada país (el Banco de España entre ellos), consejo al que no pertenecería Cataluña.
» Fracasos de Argentina y Ecuador. Estos dos países latinoamericanos reflejan bien los peligros de emplear una moneda sobre la que no se tiene potestad. Ecuador adoptó el dólar como moneda legal en el año 2000 y aún no la ha abandonado, pero el Gobierno de Rafael Correa lo considera un error que les perjudica, por ejemplo, para firmar acuerdos comerciales. También la dolarización de Argentina, en los años noventa, estuvo plagada de problemas: acabó en el corralito.
 http://politica.elpais.com/politica/2013/09/19/actualidad/1379620052_367812.html



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