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sábado, 9 de julio de 2011

Masivas protestas en Kuala Lumpur contra la alianza de partidos que lleva en el poder desde la independencia en 1957

Masivas protestas en Kuala Lumpur contra la alianza de partidos que lleva en el poder desde la Una nueva revuelta popular sacude este sábado a otro país de mayoría musulmana, en este caso en Asia. Al contrario que en Túnez o Egipto, en Malasia no hay un dictador perpetuado durante décadas en el poder, pero una misma alianza de partidos, la Organización Nacional para la Unidad Malaya (UNMO), lleva en el Gobierno desde la independencia en 1957.

Para acabar con este monopolio político, basado en el clientelismo electoral y la corrupción, miles de personas se han echado hoy a las calles de Kuala Lumpur demandando una reforma de la ley electoral que la haga más justa y transparente de cara a los comicios que podrían celebrarse el próximo año. Convocados por el colectivo Bersih, unos 20.000 manifestantes han desafiado la prohibición policial de la protesta, que ha sido dispersada con contundencia por los antidisturbios.
Según informan las agencias internacionales, más de 1.400 personas han sido detenidas por la Policía, que había blindado la ciudad sellando calles y cerrando estaciones de tren para impedir que la multitud se congregara en torno al Estadio de la Independencia. Utilizando gases lacrimógenos y cañones de agua, agentes armados con escudos y porras se han enfrentado a los manifestantes, que entonaban proclamas como “Viva el pueblo” y “Reformas” y portaban flores y globos amarillos. Entre los arrestados por el fuerte dispositivo policial de la denominada “Operación Barrer Bersih”, en referencia al colectivo organizador de la protesta, destacan algunos de sus cabecillas, como Ambiga Sreenavasan.
“¿Qué necesidad hay de esta demostración de fuerza contra lo correcto? La represión agitará la rabia contra la exhibición del poder bruto del Gobierno”, declaró ante los periodistas antes de ser detenida.
Entre los participantes en la marcha figuraba el principal líder político de la oposición, Anwar Ibrahim, quien relató en Twitter que había sufrido una “pequeña herida”. Anwar se enfrenta a un largo y oscuro proceso judicial por sodomía, ya que un antiguo ayudante ha denunciado que lo violó en 2008. Paradójicamente, los cargos no son por violación, sino por sodomía, una acusación muy grave en Malasia porque la homosexualidad, incluso consentida, está penada con hasta 20 años de cárcel. Este veterano político musulmán, formado en la coalición gobernante, ocupó entre los años 80 y 90 distintas carteras ministeriales (Cultura, Educación y Finanzas) hasta que cayó en desgracia para el entonces primer ministro Mahathir, quien acabó acusándolo de homosexual, algo que él niega.
Cuando era viceprimer ministro en 1998, Anwar ya fue condenado por sodomía y pasó seis años en la cárcel hasta que el Tribunal Supremo revocó la sentencia. Ahora, el ascenso de su grupo político, Partido de la Justicia Popular (Keadilan), amenaza la hegemonía del Frente Nacional (Bearisan), que lidera la coalición en el poder.
En una entrevista concedida el año pasado a ABC, Anwar Ibrahim denunció que la radicalización islámica del Gobierno por motivos políticos amenaza con quebrar la estabilidad de este próspero y moderno país del Sureste Asiático, donde el 60 por ciento de sus 28 millones de habitantes son malayos que practican el Islam por orden del artículo 160 de la Constitución. Hasta los ataques contra iglesias y mezquitas del año pasado por el uso de la palabra “Alá”, estos musulmanes moderados convivían pacíficamente, con chinos budistas (20 por ciento), cristianos (9 por ciento) e hindúes (7 por ciento). Pero, en los últimos tiempos, Malasia ha asistido a una radicalización islámica y los tribunales de la “Sharia” han condenado a mujeres a recibir azotes por mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio o, incluso, beber cerveza.
Junto a la reforma electoral, los manifestantes protestan también contra la discriminación de las etnias minoritarias, pero el Gobierno acusa al partido de Anwar de sembrar el caos y asegura contar con el respaldo de la mayoría de la sociedad. “Si hay gente que quiere celebrar una manifestación ilegal, hay más que están en contra de sus planes”, avisó el primer ministro, Najib Razak, en declaraciones a la agencia oficial de noticias, Bernama. Como otros países musulmanes, Malasia se enfrenta a un serio riesgo de fractura social.

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