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domingo, 20 de febrero de 2011

La oposición venezolana y el chavismo como estilo

La oposición venezolana y el chavismo como estilo

La nueva Asamblea venezolana ha tenido ya su bautizo de puños, a poco más de un mes de haberse instalado. Sabido era lo que iba a encontrarse la oposición, y no sólo en las curules de los diputados oficialistas, sino también en la claque encargada de dar color “revolucionario” a todos los actos del régimen. Trágicamente, la disidencia del país sudamericano —que, no se olvide, comprende todos los colores políticos— podría hacer suyas las palabras de Gil Robles en el Congreso español el 19 de diciembre de 1933: “Una oposición razonada y una crítica serena. A eso vinimos a las Cortes (..). Pero pronto nos desengañamos, pues hubimos de ver que no se quería hacer una patria para todos; se buscaba, si era posible, el aplastamiento (..), colocarnos fuera del ámbito legal, perseguirnos constantemente”.
Sin embargo, la restitución del debate parlamentario en Venezuela tiene no poco de experimental para un asunto por el que todo el mundo se pregunta, y es qué clase de política sería necesaria para hacer frente a Chávez. Claro está que ello no es más que preguntarse por la clase de político —hombre o mujer— capaz de convertirse en el Wellington del bonapartismo bolivariano, y he aquí que surgen las cábalas para hacer el retrato robot del líder en adviento. La lógica, claro, es que a un caudillo sólo lo vence otro caudillo, y que siendo el chavismo un fenómeno esencialmente personalista, lo que hace falta es otra personalidad. Desde luego, ese razonamiento ha sido combatido por mentes lúcidas que abogan por el gobierno sensato y civil, en el sentido que más acerca esta palabra al de urbanidad. Lo malo, dicen, es que tal y como está la sociedad venezolana (a la que más puede considerarse causa que consecuencia del chavismo), no es de esperar que se oriente sola hacia un tal liderazgo; entonces hay que dejarla pasar el trago, con la esperanza de que su atolondrada conciencia ciudadana se vaya forjando en el crisol del sufrimiento, sea lo que sea que éste se prolongue. Y así de largo se lo fían a Chávez.
Pero no todo el mundo está dispuesto a pasar por ese proceso avatárico de purificación, y total es que en 2012 tocan elecciones, y es justo y necesario que los políticos salten a la arena con ánimo de sacudirse el marasmo. El problema es entonces que la estrategia consista en querer ser más chavista que Chávez, siguiendo la razón de los canales de telebasura según la cual “al pueblo hay que darle lo que pide”. No: porque con ese argumento el programa político se reduciría a garantizar que cualquier escrúpulo puede ser vencido; y, quitando, lo insuperable del magisterio que en eso ejercen los oficialistas, sólo le falta a Venezuela una calamidad semejante.Los partidos, que representan por definición idearios sobre la naturaleza del gobierno, olvidan a menudo (y España no es la excepción) su función creadora de la política, del pensar y decidir políticamente. Se dirigen a los electores como en almadraba, queriendo pescarlos allí donde los encuentren. La oposición venezolana, desde luego, necesita pescar mucho, porque la cuestión es (¡la cuestión es!) ganar en 2012: pero debe ser el pueblo quien siga a los líderes. Es evidente que han de arrebatarle al chavismo su base social; pero se trata de reconvertirla, no de utilizarla, entre otras cosas porque, antes que de chavistas, se trata de venezolanos, y, antes incluso, de gentes sensibles a las mismas aspiraciones y necesidades de cualquier mortal. ¿Cómo se hace para entender y dar a entender esto? He ahí el arte del líder que se espera.
http://www.elmundo.es/america/blogs/nuestra-america-2/2011/02/17/la-oposicion-venezolana-y-el-chavismo.html

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