Los cristianos de Kabul
Abdul Sami se encontraba en alerta por lo que podría haber pasado este sábado en la otra punta del planeta, en Florida, donde el pastor Terry Jones ha pasado días mareando a la opinión pública con sus marchas adelante y atrás sobre la quema de los ejemplares del Corán. Sami se encarga de cuidar el único cementerio cristiano que existe en Kabul, donde no faltan los símbolos religiosos, pero en este caso bíblicos.
En Afganistán existe una auténtica fobia a todo lo que huela a cristianismo
El recinto está plagado de cruces y es, sin duda, un terreno abonado para vengarse de la quema del libro sagrado del Islam, en caso de que hubiera sucedido finalmente.
"He avisado a la policía para que actúe en caso de que ataquen el cementerio", dice Sami en referencia a los agentes que holgazanean en un control policial cercano, destinado a vigilar los vehículos que circulan por la calle. Este sábado, bien pocos. Es festivo. Continúa la celebración del final del mes de ayuno del Ramadán.
El cementerio cristiano está en el barrio de Shar-e-nau, una de las zonas de Kabul donde reside un gran número de extranjeros, y oficialmente se conoce como "el cementerio británico", pues lo construyó el Reino Unido en el siglo XIX para enterrar a sus muertos en las guerras anglo-afganas. De hecho, la embajada británica continúa manteniendo el cementerio, aunque ahora allí se da sepultura a los fallecidos en otras contiendas.
Hay tumbas de extranjeros que murieron en Afganistán por accidente de coche en los años sesenta, cuando el país no era lo que es ahora y se podía hacer turismo. También hay lápidas de caídos en la guerra de Afganistán contra la URSS entre los años 1979 y 1989, y muchas placas de homenaje a los militares extranjeros fallecidos en los últimos años, en el actual conflicto.
Dos placas recuerdan a los militares españoles, aunque no están actualizadas. Los últimos nombres que incluyen son los del brigada Juan Andrés Suárez y el cabo Rubén Alonso, fallecidos el 9 de noviembre de 2008. Los muertos después no aparecen.
Sami reconoce que se encarga de cuidar el cementerio simplemente por dinero –la embajada británica le paga 200 dólares al mes (160 euros)-, teniendo en cuenta que en Afganistán existe una auténtica fobia a todo lo que huela a cristianismo. De hecho, sorprende ver que en el cementerio haya tantas cruces.
Antes que él, su padre, Rahimullah, se encargó del pequeño camposanto durante 35 años, hasta hace seis meses, que murió. Según Sami, a su padre la embajada británica sólo le pagó durante los últimos ocho años. Antes el hombre tenía una tienda cerca del cementerio y allí guardaba la llave. Los extranjeros que iban a visitarlo le daban una propinilla, y así él se ganaba algún dinero. Además también tenía unas cuantas ovejas y las llevaba a pastar al cementerio, donde la hierba no falta.
Durante la guerra de los muyahidines, entre el 1989 y el 1996, algunos proyectiles dañaron las paredes perimetrales del recinto. Y en la época de los talibán (1996-2001), los fundamentalistas metieron a Rahimullah en la cárcel durante 20 días, acusado de velar los cuerpos de infieles. "Para sacar a mi padre de la prisión, compramos una vaca y argumentamos que sólo íbamos al cementerio para que pastara", explica Sami.
Las tumbas más recientes en el cementerio son las de dos de los ocho doctores asesinados en el norte de Afganistán a principio de agosto. Sus nombres, Dan Terry y Tom Little, aparecen manuscritos en dos grandes cruces de madera. Las tumbas no tienen lápida, pero sí un par de ramos de flores frescas cada una.
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/09/11/internacional/1284217472.html
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