Manasés
-En fin...ya soy rey. Soy el decimotercero rey de Judá. Aunque tenga doce años.
-Reinarás cincuenta y cinco años.
-Pero los asirios nos han sometido. Los muy brutos. Sin embargo me gustan sus dioses. Son divertidos. Bonitos. Quiero favorecer los cultos extranjeros. Baal me gusta mucho...Y hay que no hacer tanto caso a los profetas. Son muy poco fashion.
-A Dios no le va a gustar.
-No se enterará. ¿Tú crees que no tiene más que hacer que estar online todo el rato? Hay mucho mundo del que ocuparse...
-En esta época...no hay tanto mundo...no creas. No existe el calentamiento global, efecto invernadero, los sunamis…
-Tuvimos un diluvio.
-Pero hace mucho…
-Hay que hacer altares nuevos. Los que mi padre derribó. Hagamos esculturas de los dioses Baal y de la diosa Aserá.
-Vamos a acabar mal...-Decía uno de los secretarios charlando con otro compadre. - Se arrodilla delante los astros del cielo. Y los adora. Esto me huele muy pero que muy mal.
-Y ha construido altares para esos dioses en el templo de nuestro Dios verdadero.
-Y lo que es el colmo...ha sacrificado a sus propios hijos en honor a esos diosecillos...
-¡¡Qué me cuentas!! ¡¡Qué fuerte, qué fuerte!!
-Lo que oyes. Además practica hechicería, adivinación, espiritismo, nigromancia...
-No quiero ni imaginar lo que Dios nos estará preparado. Miedo me da.
-Además muchos del reino están imitándole. Adoran también a esos dioses. Se están volviendo como él. Porque dicen que mola más. Ha puesto la imagen de uno de los ídolos en el gran templo. Y eso que Dios dijo a David y Salomón que esto no se podría hacer para nada. Y que si hicieran algo así nos expulsaría de esta tierra.
-¿A que nos echa otra vez y nos destierra?
-No me extrañaría ni mijita.
-¡¡Os hablo yo!! Soy Dios...-El Creador de todas las cosas decidió charlar con la gente y con el rey...
-¿Y qué quieres de nosotros?
-Sabéis lo que quiero. No seáis cínicos.
-Bueno....Cambiaremos...-Pero no hicieron caso. Les daba igual ocho que ochenta.
-Se acabó. Se van a enterar...-Dios decidió que ya estaba bien.-Les mandaré a los más brutos.
-Se acercan los asirios. Ya tenemos aquí la amenaza de Dios...-La gente se asustaba.
-No será para tanto...-El rey dijo. Pero fue capturado por los jefes del rey de Asiria. Y lo llevaron a Babilonia sujeto con garfios y cadenas. El rey estaba muy deprimido.
-He sido un alcornoque. Un ceporro. Me merezco todo esto. Dios...perdóname por todos mis pecados. El único Dios de verdad eres tú. –El rey se puso a hacer pucheros. Se arrodilló, se tiró de la melena, se rompió los zapatos y se humilló muchísimo. Todos se reían de él. Pero al rey no le importaba.
-Me da pena...-Dios con su eterna y divina paciencia decidió perdonarle. Dios decidió que volvería a Jerusalén y sería rey de nuevo.
-Bueno, ya he vuelto. Y ahora voy a construir una gran muralla alrededor de Jerusalén. Voy a colocar jefes militares en las ciudades fortificadas de Judá.
-Muy bien, rey.
-Voy a sacar a todos los dioses extranjeros del templo de Dios. Y voy a destruir los altares que hice. Y además reconstruir todo lo que he destruido. En el altar del señor ofrezco sacrificios de gracias a Dios. El Dios de Israel.
Sin embargo el pueblo siguió ofreciendo sacrificios en santuarios paganos. Pero ofrecían los sacrificios a un solo dios. Al Dios verdadero.
Manasés murió y fue sepultado en su palacio. Su hijo Amon lo sucedió en el trono.
-Reinarás cincuenta y cinco años.
-Pero los asirios nos han sometido. Los muy brutos. Sin embargo me gustan sus dioses. Son divertidos. Bonitos. Quiero favorecer los cultos extranjeros. Baal me gusta mucho...Y hay que no hacer tanto caso a los profetas. Son muy poco fashion.
-A Dios no le va a gustar.
-No se enterará. ¿Tú crees que no tiene más que hacer que estar online todo el rato? Hay mucho mundo del que ocuparse...
-En esta época...no hay tanto mundo...no creas. No existe el calentamiento global, efecto invernadero, los sunamis…
-Tuvimos un diluvio.
-Pero hace mucho…
-Hay que hacer altares nuevos. Los que mi padre derribó. Hagamos esculturas de los dioses Baal y de la diosa Aserá.
-Vamos a acabar mal...-Decía uno de los secretarios charlando con otro compadre. - Se arrodilla delante los astros del cielo. Y los adora. Esto me huele muy pero que muy mal.
-Y ha construido altares para esos dioses en el templo de nuestro Dios verdadero.
-Y lo que es el colmo...ha sacrificado a sus propios hijos en honor a esos diosecillos...
-¡¡Qué me cuentas!! ¡¡Qué fuerte, qué fuerte!!
-Lo que oyes. Además practica hechicería, adivinación, espiritismo, nigromancia...
-No quiero ni imaginar lo que Dios nos estará preparado. Miedo me da.
-Además muchos del reino están imitándole. Adoran también a esos dioses. Se están volviendo como él. Porque dicen que mola más. Ha puesto la imagen de uno de los ídolos en el gran templo. Y eso que Dios dijo a David y Salomón que esto no se podría hacer para nada. Y que si hicieran algo así nos expulsaría de esta tierra.
-¿A que nos echa otra vez y nos destierra?
-No me extrañaría ni mijita.
-¡¡Os hablo yo!! Soy Dios...-El Creador de todas las cosas decidió charlar con la gente y con el rey...
-¿Y qué quieres de nosotros?
-Sabéis lo que quiero. No seáis cínicos.
-Bueno....Cambiaremos...-Pero no hicieron caso. Les daba igual ocho que ochenta.
-Se acabó. Se van a enterar...-Dios decidió que ya estaba bien.-Les mandaré a los más brutos.
-Se acercan los asirios. Ya tenemos aquí la amenaza de Dios...-La gente se asustaba.
-No será para tanto...-El rey dijo. Pero fue capturado por los jefes del rey de Asiria. Y lo llevaron a Babilonia sujeto con garfios y cadenas. El rey estaba muy deprimido.
-He sido un alcornoque. Un ceporro. Me merezco todo esto. Dios...perdóname por todos mis pecados. El único Dios de verdad eres tú. –El rey se puso a hacer pucheros. Se arrodilló, se tiró de la melena, se rompió los zapatos y se humilló muchísimo. Todos se reían de él. Pero al rey no le importaba.
-Me da pena...-Dios con su eterna y divina paciencia decidió perdonarle. Dios decidió que volvería a Jerusalén y sería rey de nuevo.
-Bueno, ya he vuelto. Y ahora voy a construir una gran muralla alrededor de Jerusalén. Voy a colocar jefes militares en las ciudades fortificadas de Judá.
-Muy bien, rey.
-Voy a sacar a todos los dioses extranjeros del templo de Dios. Y voy a destruir los altares que hice. Y además reconstruir todo lo que he destruido. En el altar del señor ofrezco sacrificios de gracias a Dios. El Dios de Israel.
Sin embargo el pueblo siguió ofreciendo sacrificios en santuarios paganos. Pero ofrecían los sacrificios a un solo dios. Al Dios verdadero.
Manasés murió y fue sepultado en su palacio. Su hijo Amon lo sucedió en el trono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario