Al
otro lado de la frontera, las opciones culinarias aún son más
pintorescas. En el zoco de Huanan, la lista era más propia de un
zoológico. Allí se podían encontrar cocodrilos, puercoespines,
serpientes, civetas, ratas de bambú, pavos reales, crías de lobo,
perros, avestruces, pavos reales o conejos. Una lista que circulaba por
las redes sociales estipulaba los precios de cada especie a la venta, ya
fuera por trozos o vivos. Por sus propiedades culinarias o por un
exotismo propio de las clases más pudientes, muchos de estos animales,
que convivían enjaulados en las mismas calles, eran vendidos sin haber
pasado los controles sanitarios adecuados. De ahí que algunos de sus
vendedores y clientes comenzaran a mostrar síntomas de una nueva y
desconocida neumonía que ha acabado siendo el resultado del nuevo germen
conocido como 2019-nCoV.
Por
eso, cuando se confirmó que el nuevo patógeno había salido de allí, a
muchos no les extrañó. Desde el 1 de enero sus comercios cerraron
indefinidamente y las autoridades chinas procedieron a desinfectar unas
calles en las que ahora solo pasean agentes enfundados en trajes
protectores tratando de averiguar de qué criatura saltó aquel virus que
tiene a medio mundo en alerta. En un primer momento se pensó que el
coronavirus podía provenir de las serpientes vivas que allí se vendrían,
pero esta teoría perdió fuelle después de que otros científicos
apuntaran a un mamífero (probablemente un murciélago) como portador del
patógeno.
Un problema serio
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La
cuestión es que no es la primera vez que en China se desata una
epidemia de semejante calado por un problema de salubridad y los
expertos en salud llevan años alertando de que este tipo de comercio tan
particular de China y de otras regiones asiáticas es un peligro para la
propagación de enfermedades. «Los mercados húmedos son lugares donde
múltiples especies de animales conviven y son sacrificados. La
concentración de los animales y sus fluidos corporales facilitan que un
nuevo patógeno salte de una especie a otra», advirtió Amesh Adalja,
epidemiólogo del Centro John Hopkins para la Seguridad Sanitaria.
En
los últimos años, han salido de este tipo de lugares varias
enfermedades infeccionas como la gripe aviar H7N9, el MERS (síndrome
respiratorio de Oriente Medio) o el SARS (síndrome respiratorio agudo
severo). Este último, primo hermano del nuevo coronavirus, apareció en
2002 en el mercado de Qin Ping, en la provincia de Cantón, y con una
tasa de mortalidad del 10% acabó con la vida de casi 800 personas e
infectó a otras 8.422 en todo el mundo. Ya entonces se determinó que el
causante de aquel virus fue la carne de civeta, un felino muy apreciado
en la cocina china.
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Desde
entonces muchas cosas han cambiado. Se ha mejorado la higiene y se
aprobó un sistema de licencias con inspecciones rutinarias para
controlar la venta de diferentes especies. En Pekín, Shanghái o Shenzhen
se prohibió la venta de aves de corral y de otros animales vivos y se
aprobó una ley contra el comercio de animales en peligro de extinción
que castigaba al consumidor. Pero lo que no se ha podido controlar ha
sido el apetito por este tipo de carne con el que se sigue comerciando
tanto en mercados como en restaurantes al margen de la ley. Eso, y que
quizá esas inspecciones no hayan sido tan rigurosas como deberían.
Lo
que no deja de llamar la atención es que se den este tipo de problemas
en un país donde hay millones de cámaras de reconocimiento facial y en
el que, en el plano médico, la inteligencia artificial es capaz de
precisar diagnósticos, facilitar consultas con especialistas o realizar
pruebas médicas hasta en las zonas más remotas de la China rural. Aquí,
las empresas compiten por encontrar soluciones a las carencias médicas
del país más poblado del mundo. «China tiene una gran población y
gracias a eso tenemos muchos resultados médicos, así que podemos
entrenar a las máquinas con miles de algoritmos para que aprendan de los
datos», explicó a Efe Hu Hairong, directora general de la compañía
«Demetics Medical Technology». «Las mejores oportunidades de la
inteligencia artificial están en el sector de la salud y están en China,
ya que tenemos más de dos millones de médicos y millones de datos de
pacientes que analizar y contrastar», apuntaba también a la agencia de
noticias la vicepresidenta de la plataforma We Doctor, Cheng Yi. Pero lo
cierto es que en el gigante asiático, más allá de la capacidad
tecnológica, la clave para evitar este tipo de situaciones es el control
por parte de las autoridades a la hora de aplicar unas leyes que
mejoren las condiciones higiénicas y sanitarias en lugares tan comunes
como el mercado de Huanan.
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