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domingo, 28 de mayo de 2017

La 'familia bomba' de Ramadan Abedi

La 'familia bomba' de Ramadan Abedi

En busca de certezas sobre la familia, bajo sospecha, del terrorista que mató a 22 personas en Manchester, recorremos sus pasos por la ciudad británica y por el barrio de Trípoli donde vivían ahora
El cabeza de familia huyó de Libia cuando Gadafi supo que protegía a combatientes islamistas. Antes de recalar en Inglaterra encontró refugio en Arabia Saudí
Un imam libio de la ciudad donde su hijo cometió la masacre nos confirma que es radical desde hace años. "Lo vi celebrar el 11-S"
A última hora del lunes Salman Abedi saltó por los aires en los accesos del Manchester Arena, un estadio abarrotado por adolescentes pletóricas que emprendían el camino a casa tras haber cantado y bailado al ritmo de las canciones de su ídolo, la estadounidense Ariana Grande. El concierto acabó en una carnicería que enmudeció Reino Unido, en puertas de unas elecciones generales. El kamikaze, de 22 años, se llevó por delante 22 almas y dejó más de un centenar de heridos. Su acto alimenta desde entonces interrogantes aún sin respuesta, jalonados por las informaciones confusas que suscita su familia, fundada por una pareja de exiliados libios que regresó a su patria tras el ocaso de Muamar Gadafi.
El patriarca del clan, Ramadan Abedi, fue arrestado la tarde del pasado miércoles en su domicilio de Trípoli horas después de que su hijo Hesham corriera la misma suerte. Un día antes Ismael, el primogénito, también enfiló el camino hacia los calabozos ingleses. En busca de certezas, Crónica ha recorrido en los últimos días los pasos de Ramadan y sus vástagos en las geografías que transitan sus biografías, el suburbio mestizo del industrial Manchester donde crecieron los cachorros y el barrio del atribulado Trípoli donde estableció su residencia parte de la prole tras su periplo británico.

El amigo Adel

En las calles de la capital libia, con sus vistas al Mediterráneo, Adel Raihan no se anda con rodeos. Reconoce lo que muchos tratan estos días de ocultar en Trípoli, su relación con Ramadan, el patriarca de una familia caída velozmente en desgracia. "Ramadan es amigo mío", desliza Adel, veterano del Grupo Islámico Combatiente Libio, una organización ya desaparecida que fue establecida en 1995 por los muyahidines libios (guerreros santos, en árabe) curtidos en las trincheras contra las tropas soviéticas en Afganistán. Tras el brutal 11-S, el movimiento fue catalogado como "organización terrorista" por la ONU.
El primer encuentro de Adel con Ramadan se remonta a principios de los 90, en mitad de la caza decretada por el régimen libio contra islamistas de diversas tendencias. "Era un funcionario de los servicios de seguridad. Nos ayudó a mí y a algunos compañeros cuando Gadafi comenzó a perseguir a salafistas [rigoristas musulmanes] y a militantes de otros movimientos islamistas". Su auxilio acabó llegando a oídos de los servicios secretos, que -como fuentes de seguridad locales revelaron esta semana- emitieron una orden de detención contra Ramadan. Para entonces el polizonte y su esposa, Samia Tabbal, una brillante ingeniera nuclear a la que Salman telefoneó minutos antes de inmolarse, habían puesto pies en polvorosa. Corría el año 1993. "Cuando las autoridades se percataron, huyeron de Libia con destino a Arabia Saudí. Permanecieron allí dos años y, después, se mudaron a Reino Unido", relata Adel a propósito de un periplo vital que no había trascendido hasta ahora.
Su contacto con los grupos proscritos del régimen de Gadafi y su llegada a un arrabal de Manchester, donde reside una de las comunidades libias más nutridas de Inglaterra, trastocaron sus creencias. En la mañana previa a su arresto, Ramadan concedió un puñado de entrevistas en las que, además de defender la inocencia de su hijo, negó cualquier vinculación con el grupo yihadista a cuyas huestes prestó ayuda desde un despacho. "Nunca fui miembro del Grupo Islámico Combatiente Libio. Y el Gobierno británico lo sabe", balbuceó el hombre. Adel, quien se convertiría en su compañero de fatigas, renunció a la violencia en 1999 y confirma su tesis. "No perteneció a la organización pero se volvió más religioso", apostilla.

El imam

Durante las cerca de dos décadas que habitó Manchester, donde nació su descendencia, Ramadan cuidó de su fervor y se hizo conocido entre sus compatriotas libios. Como Kamal al Mengaui, imam de la mezquita Salafi en Cheetham, un distrito del noreste de Manchester.
En declaraciones a Crónica rememora la conversación que mantuvo a principios de esta semana con su esposa cuando volvía de realizar unas compras al volante su coche. La radio voceaba la última hora del atentado. "Dicen que el terrorista es libio, que es hijo de Abu Ismail [en referencia al padre de la familia, Ramadan Abedi]", exclamó la mujer. "En cuanto me dijo eso sólo pude responderle que si era el Abu Ismail que imaginaba no me sorprendía en absoluto", admite.
El clérigo pensaba efectivamente en Ramadan, con quien trabó amistad nada más aterrizar en las islas en 2001, escapando de los rigores de un caudillo excéntrico y despiadado que durante años resistió aislado de una comunidad internacional que le acusaba de sufragar el terrorismo. El primer apretón de manos -evoca Al Mengaui- acaeció sobre el césped. "Le conocí hace 16 años sin saber cuál era su mentalidad pero según fue pasando el tiempo el resto de libios me fueron hablando de él y de sus amigos y como tantos otros empecé a distanciarme", arguye el religioso.

Destino Londres

En realidad, el primer destino de Ramadan y su cónyuge fue Londres. En la capital nació su primer hijo Ismael -arrestado el martes por la policía británica-. En 1994, la pareja hizo las maletas y emprendió camino hacia Manchester, donde alumbraron a Salman, Hashem y Jomana, la fotógrafa del clan.
Desde entonces y hasta su regreso a Trípoli, el cabeza de la "familia yihadista" -como le han apodado los rotativos más sensacionalistas de Reino Unido- trabajó en la mezquita de Didsbury, un enclave del sur de la ciudad que forma parte de la investigación policial como posible centro de adoctrinamiento de extremistas preparados para emigrar a los confines del califato proclamado por el autodenominado Estado Islámico a caballo entre Siria e Irak.
De la misma zona y conocidos de Salman -según fuentes citadas por la prensa inglesa- serían Raphael Hostey, importante reclutador del Estado Islámico presuntamente abatido en Siria el año pasado; Ronald Fiddler, que firmó un ataque suicida en Mosul el pasado febrero y Abdelrauf Abdalá, condenado a nueve años y medio de prisión por financiar y organizar actos terroristas, a quien Ramadan atendió en Trípoli tras el disparo que le dejó paralizado en 2012. "Didsbury es una mezquita repleta de quienes consideran el terrorismo suicida como forma de lucha, venidos de otra que cerraron en Ardwick en la que Ramadan hacía el adhan [llamada a la oración]", señala Al Mengaui.
"La comunidad musulmana de Manchester -advierte- los conoce, sabe que son unas personas que apoyan el terrorismo y un islam que no es el verdadero, aquel que predica la paz y el amor".
Salman no era una excepción en la parroquia de Didsbury. Hace un lustro los que un día fueron sus colegas comenzaron a alertar de su radicalización. Hace unos meses volvieron a musitar la enésima alerta. En un corrillo, el veinteañero que pidió perdón a su madre antes de detonarse había reconocido que "suicidarse con una bomba estaba bien" y que "apoyaba el terrorismo". A punto de cumplirse una semana del ataque, la incógnita es qué sucedió con los repetidos avisos; dónde se quebró la cadena que podría haber evitado la salvaje embestida.

La familia

El atentado, el más sangriento registrado en Reino Unido desde 2005, ha colocado a toda la familia en el ojo del huracán. Y ha puesto en tela de juicio a su patriarca. "Ramadan quiere aparentar que él no tiene nada que ver, que intentó educar a su hijo en otros valores, pero quienes le conocemos sabemos que no es así", replica Al Mengaui. "Sin ir más lejos, cuando se sucedieron los atentados de las Torres Gemelas, Ramadan y sus amigos lo celebraron como una victoria", añade. "Les espeté que cómo podían celebrar la muerte de tantas personas. Les dije que habría musulmanes entre las víctimas, pero sólo supieron responderme que estarían en el paraíso aunque no lo hubiesen decidido".
En Trípoli, sin embargo, Adel refresca las preocupaciones que atenazaban a Ramadan. "Decidió mudarse a Libia con su familia porque decía que sus hijos tenían problemas con una banda de Manchester. Le preocupaban sus vástagos y la inquietud creció cuando mataron a un chico libio en el barrio. Ramadan empezó entonces a temer por el destino de sus hijos". De la travesía de Salman, un chico extrovertido, hasta el infierno que causó la noche del lunes, hay todavía amplias zonas de sombra. "Era un muchacho normal aunque no tenía muchos amigos", comenta un primo del joven suicida que exige anonimato. "Rezaba pero, por ejemplo, fumaba. No era una persona religiosa", evoca su pariente. Salman, según su testimonio, se ganaba la vida arreglando ordenadores. Su mudanza se gestó hace menos de 12 meses. "Se hizo devoto el año pasado después de visitar Arabia Saudí para el hajj [la peregrinación a los lugares santos de La Meca que cualquier buen musulmán tiene que realizar al menos una vez en la vida]". Hubo algo que sus allegados reconocen que le hizo mella: en mayo de 2016 el libio Abdelwahab Hafidah, de 18 años, fue perseguido, atropellado y apuñalado por un banda de Manchester. Su hermana Jomana -alumna modelo en el Whalley Range High School de Manchester, el mismo en el que estudiaron las conocidas como gemelas del terror antes de enrolarse en el IS o Estado Islámico, por sus siglas en inglés- esboza a modo de excusa: "Creo que vio niños musulmanes muriendo en muchos lugares del planeta por culpa de las acciones militares de Estados Unidos en Oriente Próximo y quiso obtener venganza".

La transfiguración

El periplo a la cuna del islam más rigorista marcó su transfiguración aunque su familia -originaria de una tribu del este de Libia que ha plantado cara al sucursal local del IS- insiste en que jamás imaginaron el desenlace. "Estamos en shock", murmura el primo. "Cuando vi su nombre en las noticias no podía creerlo. Pensaba, como el resto de la familia, que seguía en Libia", desvela el joven. En la última ocasión que visitó su patria, permaneció en Trípoli durante 20 días y se marchó a hurtadillas. Prometió a sus padres que repetiría la peregrinación a La Meca, a finales del próximo agosto. "La verdad es que no vimos que hiciera nada sospechoso como salir o reunirse con personas extrañas", apunta el pariente.
En los últimos días la investigación ha ido arrojando luz sobre sus últimos pasos por Manchester y, de paso, desvelando las contradicciones familiares. Un perfil que proyecta tantas incoherencias como las dos cuentas que con apodo Ramadan mantenía en Facebook. Junto a las fotografías de su vida en Trípoli, en las que aparece sonriente compartiendo mesa con amigos y familiares, se ven instantáneas de periodistas libios a los que acusa de "infieles" por negarse a apoyar el levantamiento contra Gadafi, o del ex primer ministro libio Ali Zeidan, al que tilda de "perro de Alemania".
Sus muros también escupen los fotogramas del asesinato de Gadafi en 2011, con su torso desnudo y el cuerpo ensangrentado. "Aunque sólo fuera por la muerte de Gadafi la revolución habría merecido la pena", escribió entonces. En un puñado de instantáneas también presume de prole. "Hashem es un león. Se está entrenando", se jacta en un mensaje que acompaña al fogonazo del benjamín de la familia empuñando un fusil. "Zakarias, ¿qué te parece? Sólo le falta preparación física", le contesta a uno de los amigos que celebran el ardor guerrero del adolescente.
Las armas, de diferentes tamaños y tipos, también desfilan por su perfil, nada inusual en un país partido en dos -con dos gobiernos, dos parlamentos y una constelación de milicias rivales- por el que en el último lustro el contrabando ha campado a sus anchas. En su álbum también hay hueco para imágenes de apoyo al presidente turco, el islamista Recep Tayyip Erdogan, y rechazo al presidente egipcio Abdelfatah al Sisi, el ex jefe del ejército que urdió el golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes. "Es un tipo contradictorio pero por sus imágenes y lo que decía de su voto en las elecciones parece partidario de los islamistas pero más cercano a postulados del islam político como los Hermanos Musulmanes que a la violencia", describe a este suplemento un periodista libio.

La milicia 'RADA'

Como muestra de la enrevesada situación que atraviesa Libia, Ramadan y su hijo Hashem -acusado de estar al tanto de los planes asesinos de su hermano y pergeñar un acto terrorista inminente en Trípoli- permanecen detenidos desde hace días por la milicia Rada (Fuerza de Disuasión, en árabe), un grupo vinculado al Ministerio del Interior de tendencia salafista (ultraconservadora).
Sus captores están dirigidos por el señor de la guerra Abdelrauf Kara y es una de las milicias que se reparten el control de la capital. Hasta la detención de padre e hijo, su principal labor era perseguir el tráfico de drogas; la prostitución y la venta de alcohol. Uno los últimos vídeos publicados en Facebook muestra a una apisonadora destruyendo decenas de botellas de whisky y cerveza. El jueves madre e hija, los últimos miembros del clan en libertad, también desfilaron por el cuartel de Rada. Fue un visita fugaz.
"La familia vive en una casa alquilada en Trípoli. Es una existencia sencilla. Hasta su arresto, Ramadan conducía el coche viejo que trajo de Reino Unido y trataba de concluir la construcción de su nuevo hogar. Cuando regresó a Libia recuperó su antiguo trabajo en las fuerzas de seguridad. Pudo pelear un salario mayor pero no lo hizo", narra Adel.
El final de Salman, el "soldado del califato" cuyo acto jalearon los acólitos de Abu Bakr al Bagdadi, ha cambiado los planes y desnudado las sombras de una familia atrapada entre historias de exilio y regresos a casa. A primer hora del viernes, el teléfono de Ramadan -cerrado durante los últimos días- dejó de existir, al tiempo que el universo de encendidas fobias y filias que había construido en Facebook también fundía a negro.

Un hijo kamikaze y todo el clan bajo sospecha

1. Ramadan abedi, el padre. Detenido el martes en Trípoli, capital de Libia, adonde regresó tras vivir años en Inglaterra para luchar en una milicia islamista contra Gadafi. Ahora trabajaba para el Gobierno de la capital y se sospecha que era partícipe de los planes terroristas de su hijo Salman en Manchester. Su esposa, Samia Tabbal, con formación científica nuclear, también ha sido interrogada. Su hijo habló con ella antes de hacer estallar la bomba.
2. Ismael abedi, el mayor. Tiene 23 años y es el hermano mayor del terrorista suicida y, como todos los hermanos, ya nació en Gran Bretaña. Fue arrestado en el sur de Manchester este martes.
3. Salman abedi, el suicida. Fue quien colocó los explosivos en el Manchester Arena. Tiene 22 años. Murió tras detonar una bomba con la que mató a 22 personas este lunes.
4. Hashem abedi, el benjamín. El hermano varón más joven de los Abedi. Tiene 20 años y este miércoles fue detenido en Trípoli. Está acusado de tener conocimiento de los planes de Salman y él mismo estaría planeando un atentado en la capital libia.
5. Jomana abedi, la hija. Con 18 años, es la benjamina. La describen como una alumna modélica del Whalley Range High School, el mismo centro donde estudiaron las conocidas como gemelas del terror del IS. Al cierre de esta edición, no había sido detenida. Sí lo fue otro miembro de la familia. El viernes por la tarde la Policía arrestó a un primo peluquero de los Abedi.

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