Los chicotazos eran las colas para votar
Achacachi celebra la jornada electoral en un ambiente festivo y solo con algunos problemas de organización en las mesas
“¿Es cierto que intentaron matar al
presidente?”. Juan Roque anda intranquilo desde que la noche del sábado
escuchó la falsa noticia. La cuenta de Twitter de Bolivia Tv,
la cadena estatal, fue hackeada y difundió un mensaje en el que se
aseguraba que Evo Morales había sido asesinado. “Ríos de sangre hubiesen
corrido”, afirma este zapatero aymara de 76 años, sin apenas dientes y
con la tez morena y rígida, curtida por el sol del altiplano. “Mucho ha
cambiado con él, mucho. Ahora tenemos viviendas, agua, antes los
presidentes se llevaban la plata fuera”, celebraba antes de votar en un
colegio de Achacachi, a unos 100 kilómetros de La Paz, al este del lado
Titicaca.
En un ambiente festivo, con las calles
repletas de puestecitos de venta de comida y un mercado junto a la plaza
principal atestado de gente, Achacachi votaba mayormente azul, blanco y
negro, los colores del oficialista Movimiento al Socialismo. Donde
ahora hay edificios modernos de hasta cuatro plantas, con salones de
eventos, antes apenas había edificaciones de un piso. Pese a que la
pobreza aún es latente, los vecinos consideran que la llegada de Morales
ha contribuido a su mejora.
En este feudo del presidente -en
Omasuyos, la provincia a la que pertenece Achachi, surgió la milicia
indígena de los Ponchos Rojos- la duda estaba tanto en a quién votar,
sino cómo y dónde hacerlo. Los vecinos se iban congregando en uno de los
centros habilitados para los comicios media hora antes de que abriesen
oficialmente las urnas, a las ocho de la mañana. Grupos de cholas
preguntaban carné en mano a qué mesas se tenían que dirigir para,
después, aguardar con asombrosa disciplina la larga cola que les
separaba de su turno. Para evitar suspicacias, cada vez que llegaba un
nuevo votante el interventor de turno mostraba la papeleta con los cinco
candidatos sin marca alguna.
La sombra del voto corporativo en zonas
rurales y los chicotazos a quien no eligiese al candidato decidido por
la comunidad pululó durante semanas en la campaña electoral. Lejos de
cualquier atisbo de ello, en Achacachi la mañana electoral transcurrió
sin mayores complicaciones. Lo más latoso era ubicar a cada votante en
la mesa correspondiente. Así, la señora Ramos se acercaba a una
periodista brasileña mostrándole su credencial para ver si esta podía
decirle dónde debía votar. Como ella, muchos iban resignados de mesa en
mesa tratando de encontrar su nombre. Los observadores internacionales
andaban sorprendidos por la presencia de militares en los colegios.
Según les habían comunicado estos deberían estar siempre fuera de ellos.
Sin embargo, una cosa son las ciudades y otra los núcleos rurales.
Desarmados, su función era más de acompañamiento que de vigilancia.
En el camino de regreso a La Paz se puede contemplar la hilera de personas que caminan durante kilómetros por la carretera. El voto en Bolivia es obligatorio,
pero durante la jornada electoral está prohibido circular si no es con
un vehículo autorizado. El sol, que no el calor, apremia en el
altiplano. Ya en El Alto, el pitido del coche se hace inevitable. La
muchedumbre, a mediodía, copa las calles. Antes o después de votar, las
familias se juntan a comer en torno a los mercadillos que se montan. A
falta de resultados, no es un día cualquiera en Bolivia.
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/10/12/actualidad/1413142767_925117.html
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