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martes, 1 de julio de 2014

Kyrgios deja atónito a Nadal

Kyrgios deja atónito a Nadal

El australiano, de 19 años y número 144 del mundo, elimina al campeón de 14 grandes en octavos 7-6, 5-7, 7-6 y 6-3

Nyck Kyrgios, australiano de 19 años y número 144 del mundo, eliminó 7-6, 5-7, 7-6 y 6-3 a Rafael Nadal en un partido de los que cambian una carrera y la ponen en la senda de la pelea por los grandes títulos. Ocurre en los octavos de Wimbledon. El español se pasa toda una tarde viendo pasar aces (37) como quien ve pasar el AVE, es decir, sin tener tiempo siquiera de decir “hasta luego”. Kyrgios, el boxeador Alí disfrazado de tenista, pega, manda y grita, no se reserva ni una gota de energía y se convierte en el primer adolescente capaz de derribar a un número uno desde que el propio Nadal lo consiguiera en Roland Garros 2005 (Roger Federer). Desde 1992, nunca un tenista de fuera del top-100 había sido capaz de derribar al mejor del mundo. El campeón de 14 grandes no perdía con un rival con una clasificación tan baja desde 2006. De golpetazo en golpetazo, Kyrgios le quitó el polvo a todas esas viejas estadísticas y se citó por las semifinales con el canadiense Milos Raonic.
“He jugado un tenis extraordinario”, resumió el ganador, con su pendiente brillando en la oreja izquierda. “Tienes que creer en ti, y yo lo hago. Estoy jugando increíble en hierba. El nivel de los dos fue muy bueno. Ahora pienso en todos los que me han ayudado y sacrificado tanto por mí”, añadió.
Tienes que creer en ti, y yo lo hago. Estoy jugando increíble en hierba"
Esto es lo que ocurre. El australiano sale a la central de Wimbledon, quizás el escenario más imponente de su deporte, como quien pisa el patio de su casa. Se quita los auriculares rosas con los que pisa la hierba escuchando rap y se pone a lo que mejor hace: martillear un saque tras otro. Cada juego suyo al servicio se decide en un suspiro, de ace en ace, sin que Nadal pueda decir nada. El chico de Canberra juega con la desinhibición de quien tiene todo por ganar y nada por perder, porque el futuro es suyo y el pasado no existe. El número uno mundial no consigue embridar el encuentro. Sobre sus saques se compite. Sobre los de Kyrgios no pasa nada. El campeón de 14 grandes es como un peatón al borde de la autopista: los coches pasan rugiendo, y a él solo le queda ver cómo se alejan.
Kyrgios celebra la victoria sobre Nadal / ANDREW YATES (AFP)
La primera bola de break es de Kyrgios, que juega bien metido en la pista, presionando a Nadal con sus tiros (2-3 y 17 minutos de encuentro). Se juega según la ley del australiano, se compite como si fuera él el veterano, es él quien dicta el destino de los puntos con sus aciertos y sus errores. El número 144 va tan rápido que el número uno llega a protestar de que no le da tiempo de colocarse al resto. “¡Venga, va Rafael!”, le animan desde su banquillo mientras Kyrgios se procura otra bola de rotura (3-4) sin que Nadal haya logrado aún hincarle el diente a más de un punto en sus servicios. Así, al 5-4, terreno ya pantanoso, de verdadero peligro, el mejor tenista del momento llega habiendo celebrado el escasísimo botín de tres puntos al resto.
Nadal, en definitiva, se pasea por el alambre. Sopla el viento y el español sufre mientras el australiano disfruta. El mundo al revés. Las cosas de la hierba de Wimbledon, donde el servicio cuenta tanto como el ranking. Así llega hasta el punto de set el aspirante, que no sufre con los saques al cuerpo del campeón. Así pena el banquillo del campeón de 14 grandes, al que el juez de silla advierte educadamente (“Gracias”, dice con un gesto de mano cortante). Así se lleva la primera manga Kyrgios en el tie-break, pegando y rugiendo, mandando de principio a fin. El aspirante demuestra entonces que es más que un saque. Tiene tacto con el revés, revienta la pelota con el drive y se mueve con una agilidad impropia de su 1,93m.
Nadal, claro, ya se ha visto muchas veces en estas. Ha remontado sus cuatro últimos partidos en los grandes. Piensa en que esto es Wimbledon, la catedral del tenis. En que juega al mejor de cinco sets. En que el camino es largo y sinuoso y el desgaste de sacar una bomba tras otra, profundo. Nadal pronto se hace presente. Gana la segunda manga porque Kyrgios baja físicamente (“¡Mueve las piernas! ¡Elévate!”) y se procura punto de set en la tercera. El australiano se lo niega y el español empieza a ver fantasmas. Por la pista se pasea Rosol, que le eliminó de saque en saque en 2012; Soderling, que de golpe en golpe le despidió de Roland Garros 2009; y Boris Becker, aquel alemán desconocido que dejó que la hierba le acunara hasta un título de récord (17 años) en 1985.
Los miedos de Nadal son las fortalezas de Kyrgios, que ve cómo a su rival se le encoge la mano. El español juega de borrón en borrón los puntos que le habrían abierto el partido. Le falta veneno, porque la presión de enfrentarse a un sacador es extrema. sabe que cada punto en juego vale su peso en oro, que hay que aprovecharlo, exprimirlo, devorarlo. Según se humaniza Kyrgios (baja su porcentaje de primeros, disminuye la velocidad de su servicio y su movilidad) se humaniza también Nadal, sin filo para aprovechar las oportunidades que se le van presentando. Presionado el español y apurado el australiano, el partido se dirige irremediablemente hacia el tie-break te la tercera manga, donde se decide todo: cuando Kyrgios le gana, a Nadal se le hace de noche.
El número uno empieza cuesta arriba la cuarta manga y el australiano la devora. La derrota deja al campeón de 14 grandes con el sinsabor de haberse quedado lejos de luchar por la Copa por tercer Wimbledon seguido. Para el ganador, Kyrgios, el triunfo no se conjuga solo en presente, sino también en futuro: pase lo que pase con él en Wimbledon (y puede pasar de todo), aquí hay tenista de los que dejan huella.
 
 http://deportes.elpais.com/deportes/2014/07/01/actualidad/1404220620_328264.html
 

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