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domingo, 20 de febrero de 2011

VIAJE A LA INDIA (POR MARÍA BASTITZ)

VIAJE A LA INDIA (POR MARÍA BASTITZ)



Capítulo Primero
Mis padres llevaban más de dos años separados, cuando papá me hizo una propuesta que no esperaba y a la que no me pude resistir. Pasar el Año Nuevo lejos, muy lejos de España. Ya hacía años que mi padre deseaba viajar a la India. En otro tiempo, mi madre se negó a ir con él. Y ahora, su nueva mujer también se resistía a acompañarle. Pero aquellas navidades decidieron que ella iría, con los hijos de su anterior matrimonio, a Florencia, y mi padre cumpliría su sueño y se me llevaría al otro lado del mundo.
Me sentía muy feliz, y mientras mamá se ocupaba de mi equipaje y de los consejos sanitarios que había que seguir, yo no pensaba en otra cosa que en visitar el Taj Mahal, símbolo del profundo amor del emperador de la dinastía mogol Shah Jahan, por su esposa favorita Arjumand Bano Begum que murió mientras daba a luz a su catorceava hija. Claro que, si el monarca no la hubiera expuesto a catorce partos, probablemente no habría sido necesario que le construyera, tan pronto, un monumento funerario.Y así llegó el día en que diez personas nos trasladaríamos desde los aeropuertos de Barcelona y Madrid hasta el Charles de Gaulle de París, y de allí a Nueva Delhi.
Al poco tiempo de llegar al aeropuerto de Barcelona descubrí, sin saberlo, a dos de nuestros compañeros de viaje. Una señora de edad indefinida, pelo oscuro, rasgos amables, cuya belleza todavía no se había marchitado, que llevaba una parka negra forrada de tela estampada a lo animal print, hacía cola para facturar su equipaje mientras guardaba la tarjeta de embarque en un estuche rojo con un imponente logo del operador que nos iba a conducir a aquel país. De repente se le acercó un individuo alto, de pelo untuoso, gafas doradas de brillo apagado, algo barrigudo y aspecto descuidado, y le preguntó:
–¿Viajas a la India?
–Sí –contestó la aludida.
–¿Eres del Club de los Impares[1]? –insistió.La mujer sorprendida respondió:
–No ¿Por qué?
–¡Por nada! ¡Por nada! –concluyó el hombre desdeñosamente mientras se alejaba.
Entonces la mujer interrogó a quién supuse que sería su compañero de viaje, aunque desde dónde estaba no lo podía ver bien, con los ojos abiertos como platos, a pesar de que solo eran las cinco de la mañana.Luego, volví a encontrármelos en la puerta de embarque de Air France, para coger el avión que nos llevaría hasta París. Entonces me fijé en su acompañante, era un hombre más bien corpulento pero bien proporcionado, tenía el pelo canoso, los ojos azules y la nariz aguileña. Llevaba unos pantalones tejanos, más bien gastados, una camisa de cuadros azulados, y una chaqueta de ante color tostado. Aunque ya debía rondar los cincuenta años, me pareció un hombre muy atractivo. Supuse, que serían algo más que amigos porque mientras hacíamos cola para embarcar se dieron un par de besos en los labios.Cuando llegamos al aeropuerto Charles de Gaulle, estuve otra vez cerca de ellos, tanto en los pasillos como en el bus que nos llevaría a la Terminal de vuelos intercontinentales, así como del hombre del Club Impar, que esta vez ya iba acompañado de tres individuos más, de rasgos poco relevantes.
Alrededor de las 11:30h de la mañana, todos embarcamos en un airbus de la compañía Air France rumbo a Nueva Delhi, que salió con dos horas de retraso debido al temporal de nieve, que en aquellos días, caía sobre Francia.
Después de ocho horas de viaje, el avión empezó las maniobras de aterrizaje en el aeropuerto de la capital de la India. Desde el aire no habíamos podido disfrutar de una vista panorámica de la ciudad, puesto que la oscuridad era absoluta, excepto en alguna autopista que la circundaba.
Las dependencias del aeropuerto, además de ser enormes eran como las de cualquier otro aeropuerto del mundo, pero a diferencia de los que yo conocía estaban enmoquetadas con un acrílico estampado en tonos mostaza. Varias cintas transportadoras nos trasladaron hasta la recogida de equipajes. Las maletas tardaron casi una hora en aparecer, ya que el mecanismo las escupía con una lentitud pasmosa, las nuestras salieron junto con las de aquella pareja que venía con nosotros desde Barcelona y, equipaje en mano, nos fuimos en busca de la persona que el tour operador había enviado a recogernos. Fue, entonces cuando me percaté de que un extraña aroma perfumaba el ambiente, no sabría como definirla, tal vez fuera una mezcla de olor a miseria y a especies, que había impregnado totalmente mis sentidos.
Cuando vimos a un muchacho que sujetaba un cartel con el logo de la compañía que habíamos contratado para el viaje, cuatro personas ya estaban junto a él. Mi padre fue el primero en presentarse:
–Me llamó Carlos Bosch –y sin darme tiempo a abrir la boca añadió mientras me señalaba con la mano:–Y esta es mi hija Nora.Seguidamente la pareja de Barcelona también hizo lo propio:
–Yo soy Alberto Camps.
–Y yo su mujer, Paloma.
Por fin sabía, que aquella señora elegante y distinguida, que había visto por primera vez poco antes de iniciar el viaje, se llamaba Paloma. Luego dos matrimonios de Granada se nos presentaron como Antonio y Gloria, y Paco y María.
Mientras tanto el chico del tour operador iba comprobando en un listado que los nombres coincidieran. De todas formas, un hombre bastante mayor bajo y enjuto, que llevaba una maleta casi tan grande como él todavía no se había identificado, y el de la agencia le preguntó:
–¿Y usted se llama…?
–Arístides Martínez –contestó– pero prefiero que me llamen Martinez.
–Todavía falta una persona –añadió el de la compañía.
–Soy yo…soy yo
Y vimos aparecer a una mujer de unos cuarenta años, alta y esbelta, con los ojos oscuros, escondidos detrás de unas gafas de cristales ovalados y montura metálica. Tenía el cabello negro y largo, su rostro anguloso, carecía de armonía a causa de su mandíbula desproporcionada. Llevaba pantalones y cazadora tejana, y arrastraba un trolley rígido de color verde manzana:
–Me llamo Mariola y vivo en un pueblecito de las afueras de Madrid.Y su mirada se clavó en los ojos de Alberto, el marido de Paloma.
http://mariabastitz.blogspot.com/2011/02/viaje-la-india.html

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