El baile de los niños de las FARC
Por la grabación, cualquiera diría que la vida guerrillera tiene sus buenas compensaciones. Todos, niños y adultos, parecen felices, relajados, enamorados, ajenos al conflicto armado. Pero el vídeo, hallado por las Fuerzas Militares colombianas en el campamento de un jefe de las FARC y conocido por ELMUNDO.es ayer, constata un crimen de lesa humanidad que la banda terrorista sigue cometiendo pese a los incontables reclamos de UNICEF y otros organismos internacionales: el reclutamiento de menores de edad para hacer su guerra.
La cámara enfoca a varias parejas entre las que se pueden apreciar niños vestidos de uniforme de fatiga y botas 'pantaneras'. Ingresan, a veces forzados y, otras, engañados, sin adivinar la dimensión de los horrores que les tocará vivir.
Pese a la ofensiva de las Fuerzas Militares y a las intensas campañas que realizan diferentes entidades para evitar que se incorporen a un carrusel de horrores y desgracias, cientos de pequeños de las áreas rurales, lo hacen. Se calcula que un tercio de la tropa de las FARC no ha cumplido la mayoría de edad.
En regiones como el Pato, en el Huila, uno de los bastiones que la banda terrorista aún conserva, las familias están obligadas a aportar un hijo cuando se lo pidan. Por esa razón, muchos campesinos optan por enviarlos a pueblos alejados con algún pariente y evitar así que se los lleven.
ELMUNDO.es ha conocido a lo largo de los años infinidad de menores de edad con un fusil en la mano; el más pequeño tenía ocho años y lucía orgulloso el uniforme de un militar, que le quedaba enorme. Otra pequeña, de doce, portaba un AK-47 que apenas podía levantar.
Otros dos, de catorce y dieciséis, recién desmovilizados, confesaban que lo más aburrido de todo lo que les tocó hacer fue cuidar secuestrados. Pero no porque les dieran lástima, sino por la responsabilidad que entrañaba que se les fueran a morir o escapar. Habían perdido la frontera entre el bien y el mal y un programa estatal de reinserción intentaba dibujárselas de nuevo. Una mujer que permaneció un año largo secuestrada contó que nunca olvida, por ejemplo, el rostro lloroso de 'Jenny', devastada por la misión que le obligaron a cumplir. La guerrillera, de 16 años, tuvo que acostarse con cuanto compañero quiso ese día, sin oponer resistencia, por orden de sus superiores.
Las razones por la cuales se enlistan, cuando no lo hacen de manera obligada, son varias aunque por regla general siempre hay dos fijas: miseria y malos tratos en el hogar. En el campo colombiano la pobreza es extrema en infinidad de regiones; viven hacinados en casuchas de tablones de madera, comen mal, trabajan desde niños, y a menudo son maltratados por sus padres, padrastros y compañeros fugaces de sus madres.
De ahí que cuando unos guerrilleros jóvenes aparecen en sus tristes existencias y les prometen vidas de fantasía, de fiestas como las del vídeo, de aventuras, comida abundante y compañerismo, les siguen esperanzados. Si luego encuentran que es una pesadilla, no pueden volver atrás. Al igual que a los menores los que incorporan a la fuerza, si intentan desertar, los fusilan.
Las FARC reclutan pequeños porque son fáciles de manipular, son arrojados y además necesitan carne de cañón en los combates. Si mueren, no pierden nada, los sustituyen rápido.
A finales del año pasado, en un ataque de la Fuerza Aérea colombiana a un campamento limítrofe con Ecuador, murieron dos niños guerrilleros, cada uno de un país, junto a catorce terroristas. Doris Carolina Cadena, de 15 años, y Jimmy López Yepes, de doce, vivían en el poblado de Santa Bárbara, provincia ecuatoriana de Sucumbíos.
Estudiaban en el mismo colegio y eran novios. Se fugaron de sus casas un par de semanas antes y sus cadáveres, para sorpresa de sus familias, aparecieron en la guarida de las FARC. Un destino que puede compartir cualquiera de los niños que aparecen en el vídeo que ELMUNDO.es da a conocer.
http://www.elmundo.es/america/2011/02/16/colombia/1297878903.html
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