Un prólogo duro en Rotterdam clarificó en 8,9 kilómetros urbanos varias evidencias. La primera, que el vencedor del día y maillot amarillo inaugural, Fabian Cancellara (Saxo Bank), no necesita motorcitos eléctricos para derrochar voltaje y apabullar a sus adversarios en una contrarreloj de estas características. La segunda, aunque el orden no implica importancia, que Lance Armstrong ha venido a luchar a muerte y considera que su única opción es 'sembrar cadáveres' en una primera semana de carrera plagada de trampas y favorable para el equipo de viejos y fortachones zorros que importó del Astana a su actual RadioSchack.La tercera, que Alberto Contador, sexto en el prólogo a sólo cinco segundos del estadounidense, cuarto, acepta el reto y no le causa sorpresa alguna el estallido temprano del viejo vaquero, que parece sentirse suficientemente satisfecho con ver al de Pinto pasarlas canutas. Aunque eso, de momento, es sólo su deseo, no una realidad.La cuarta, que a veces las tácticas no aciertan. El Sky Team perdió una ocasión bárbara de situar a su líder, Bradley Wiggins en plena tormenta. Le adjudicaron un horario temprano debido a unas previsiones meteorológicas erradas: se tragó litros de agua amarga y un especialista como él no podía espera dejarse 56 segundos frente a Fabian Cancellara. Su compañero de equipo Edval Boasson-Hagen, que salió 20 minutos antes, cuando la tormenta aún no descargaba con violencia, mantuvo el tipo y acabó el prólogo noveno, a medio minuto del 'volcán' de Berna.
Por último, que ha empezado un Tour ideado para escaladores pero que pretende crear desconcierto desde el primer día. No estuvieron demasiado bien los favoritos, en parte porque, con el piso resbaladizo, arriesgarse a caer es perder el año en una décima de segundo. Los primeros clasificados, o compitieron temprano, o lo hicieron al final, casi en seco.Desde aquí el aprecio al joven contrarrelojista alemán Tony Martin (HTC-Columbia), líder del prólogo desde las cuatro y media de la tarde hasta las ocho menos cuarto, cuando el penúltimo corredor en liza, sin motores en la bicicleta, pero con un poderoso corazón, arrasó su sueño amarillo. Su rubísima compañera le amortiguó el duelo con dulces besos, así que ya se le habrá pasado el disgusto.
http://www.elmundo.es/elmundodeporte/2010/07/03/ciclismo/1278175729.html
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