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domingo, 23 de mayo de 2010

IRVING WEISSMAN,TRASPLANTE CÉLULAS MADRE EN TRATAMIENTO DIABETES, EN POCO TIEMPO...

IRVING WEISSMAN

“En 20 años repararemos el cerebro con implantes”
Este profesor de biología, que ejerce en la Universidad de Stanford (EEUU), forma parte de los elegidos que lideran la investigación científica sobre uno de los misterios humanos: la mente.El campo de este explorador sin salacot ni escopeta son las fronteras de las ciencias médicas. No hace mucho comentaba su proyecto de incursión por las arenas movedizas de la neurobiotecnología, una novedosa rama de la ciencia que consiste en algo así como jugar con los trasplantes de neuronas.
Así es Irving Weissman, un investigador de origen judío, fundador de empresas que comercializan células madre y pescador de truchas en sus ratos libres. La suya es una mente en ebullición que empezó interesándose por los trasplantes de médula, cruzó con éxito las aguas procelosas de las células madre, que mejoran las expectativas de curación del cáncer, y ahora va a por todas con el gran enigma de la medicina, ese monstruo sorprendente que es el cerebro.
–¿El científico nace o se hace?
–Un poco las dos cosas. Supe que iba a ser científico cuando tenía diez años, después de leer un libro sobre microbiología. Siempre estaba buscando situaciones para practicar ciencia. A los 15 años, tuve la suerte de encontrar un laboratorio en el pequeño pueblo del estado de Montana en que vivía, que no tiene más de 20.000 habitantes. Casualmente, el patólogo del hospital era el director de la única revista sobre trasplantes que se editaba en ese momento en el mundo. Se había trasladado a Montana porque estaba harto del politiqueo académico.
–¿Cómo se llamaba?
–Ernst Eichfall. Había huido de Alemania en 1939, porque era judío. Llegó a Estados Unidos y estudió en Harvard y en Utah. Así que, a los 17 años, yo ya tenía tres artículos publicados sobre trasplantes. En uno, incluso, me iniciaba en una cuestión sobre la que todavía trabajo: el trasplante de médula ósea.
–Usted fue uno de los primeros científicos en investigar sobre trasplantes de tejidos.
–No, fui el primero en aislar células madre, pero mucha gente había hecho trasplantes óseos antes que yo. El que se llevó el Nobel por ello fue Donald Thomas, en los años 90. Yo estaba más interesado en inmunología e intolerancia inmunológica. Empecé estudiando cómo la médula ósea desarrolla linfocitos y pronto descubrí que, en última instancia, la célula que los fabricaba era la célula madre.
–¿Qué es una célula madre?
–Es una célula que cuando se divide da lugar a más células madre como ella y a células madre de otro tipo de tejidos. Así, hay células madre pluripotenciales, que pueden dar lugar a células madre de diversos tejidos, y células madre de tejidos concretos: de la sangre, del hígado, del cerebro, etc.
–¿Son las mismas toda la vida?
–Cambian, pero no mucho. Las células madre del feto pueden hacer un poco más que las adultas. Es porque, cuando eres un feto, el oxígeno te viene de tu madre, por lo que la hemoglobina fetal es un poco diferente de la del adulto. La ventaja de las fetales es que una célula madre del feto puede dar lugar a células madre con la hemoglobina adulta. Pero una célula madre de un adulto puesta en un feto nunca producirá hemoglobina fetal.
–Las células madre están de moda en la lucha contra el cáncer y se les augura gran protagonismo en otras enfermedades. ¿Cuáles se tratarán con células madre y cuándo?
–Ya se están usando células madre en la lucha contra el cáncer de mama, la leucemia, el linfoma y el mieloma múltiple.
–¿Las células madre curan estas enfermedades?
–No, lo que cura es la quimioterapia y la radioterapia y cuanta más se dé, mayor probabilidad de acabar con el cáncer. Y puedes dar más si trasplantas al paciente células madre. Otros casos en los que son útiles es cuando alguien nace con un defecto genético, ya que se le pueden reemplazar sus células madre defectuosas por las de una persona que no tenga ese problema.
–¿Por ejemplo, en la hemofilia?
–La hemofilia es un poco diferente. Se requiere un trasplante de células madre de hígado. De momento, sólo se ha hecho en ratones. Puede ser útil en casos de cirrosis o cáncer de hígado: aíslas células madre de hígado, lo irradias y luego pones las células madre para que vuelvan a crearlo. En humanos se hará en cuatro o cinco años.
–¿Cuándo podrán trasplantarse células madre en el tratamiento de la diabetes o del mal de Alzheimer?
–En tres o cinco años se va a producir toda una revolución en este sentido. Estamos estudiando cómo aislar células del cerebro, lo que servirá para el Parkinson, por ejemplo.
–¿Dejará de ser una fantasía hablar de Frankenstein?
–Se puede trasplantar el corazón, el riñón, algunos huesos..., pero no el cerebro. La esencia de la historia de Frankenstein es que un nuevo ser tenga la mente de alguien que existió antes. Ahora no podemos.
–¿Y dentro de veinte años?
En veinte años o antes podremos modificar partes del cerebro mediante trasplantes y sustituir zonas dañadas por implantes. El problema es que no tenemos ni la más remota idea de cómo usted y yo podemos mantener esta conversación, qué es lo que pasa en nuestro cerebro para que podamos pensar, tener memoria, estar conscientes o sintetizar toda la información de nuestra vida y hablar de ella. Es sorprendente. Ningún animal lo hace.
–¿En qué estado se encuentra la investigación?
–En estos momentos conocemos las células madre del cerebro que generan las células que hacen esas funciones. ¿Por qué, entonces, no entendemos cómo funciona la mente? Freud afrontó el problema, pero lo que hizo fue, más bien, lo que haría un novelista: una historia muy interesante con la idea de que las fases tempranas de nuestra vida nos determinan el resto de la misma, y eso puede no ser así. En realidad, el problema es que las mentes más brillantes que han investigado el cerebro no han estudiado su biología, sino la psiquiatría.
–Sus estudios nos acercan a uno de los problemas más relevantes de la filosofía: si puede existir la conciencia sin materia, o sea, si la conciencia nos puede sobrevivir.
–Pienso que la conciencia es una propiedad de la función cerebral, y únicamente existe en estado latente o activado en tanto y cuanto el cerebro la codifica e induce. Pero es imposible saberlo ahora mismo, porque no conocemos las funciones de la mente. Así que trasladar el contenido de la mente a una máquina o a otro tipo de material puede que sí y puede que no se pueda hacer. Parte de nuestro conocimiento se lo debemos a la neurocirugía. Durante las operaciones de cerebro, se pueden estimular determinadas zonas del mismo. Una de las más famosas experiencias fue la de un neurocirujano que estimuló una región del cerebro y el paciente decía que escuchaba música de Beethoven. Otro estudio muy importante se realizó hace ocho años en Londres con un paciente con esquizofrenia que oía voces. Aunque los médicos sabían que no oía nada, porque con un escáner de positrones no recogieron señales desde la zona del oído, le pidieron que pulsara un botón cuando oyera las voces; lo hizo y hubo señales en varias partes del cerebro. Eso quiere decir que estimulando áreas concretas del cerebro se pueden escuchar pensamientos ordenados que son imposibles de controlar.
–Además de investigador, es usted empresario.
–He fundado varias empresas. Fui director de Systemics, que ahora la posee Novartis. Nunca harán mucho dinero, porque cuesta mucho extraer células madre. Ahora estoy en Stem Cell Inc., que se dedica a células madre de cerebro, hígado y, en un futuro, páncreas.
–¿Stem Cell será más rentable?
–Siempre he pensado que hay que buscar empresas para hacer llegar la ciencia a los pacientes. No se puede hacer desde la universidad, porque no hay ni dinero, ni espacio. Mi objetivo principal es llevar los trasplantes a los pacientes.
–También posee un rancho.
–Sí, en Montana. Crecí allí. Es propiedad de tres familias y nos dedicamos a pescar truchas. Antes también teníamos caballos y reses.
–¿Cómo afecta la religión a los trasplantes?
–Es muy importante poder trasplantar células madre a gente que tiene enfermedades, a gente con esperanzas y sueños. Si una persona, por razones políticas o religiosas, impide que podamos trasplantar esas células porque vienen de un feto muerto, creo que se equivoca.
–¿Alguna vez se extraen células madre de seres vivos?
–Nunca. Siempre es después de un aborto terapéutico; toda mujer que tiene un aborto firma un documento en el que se indica que lo hace voluntariamente. Así es la ley. No está permitido tampoco que una mujer quiera quedarse embarazada para tener un aborto, de forma que las células madre del feto sirvan en un trasplante para alguien de su familia.
http://www.muyinteresante.es/irving-weissman

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