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martes, 27 de abril de 2010

Marruecos amordaza a la Iglesia

Marruecos amordaza a la Iglesia



Los británicos Colin y Fiona Dickinson no tuvieron mucho tiempo para despedirse de Rayane. Tampoco pudieron felicitarle el pasado 16 de abril por su segundo cumpleaños. Colin y Fiona son una de las últimas familias expulsadas por el reino alauí "de la noche a la mañana" acusados de proselitismo, cuenta un conocido que prefiere guardar el anonimato.
El artículo 6 de la Constitución marroquí reconoce que "el Islam es la religión del Estado, que garantiza a todos el libre ejercicio de los cultos". Predicar entre los marroquíes, sin embargo, es ilegal y los evangelistas pueden dar con sus huesos en la cárcel hasta tres años, según el artículo 220 del Código Penal.
En Marruecos hay unos 25.000 cristianos, según la comunidad religiosa en el país. En lo que va de año, y acusadas de proselitismo, el reino alauí ha expulsado a más de 80 personas de diferentes nacionalidades: holandeses, americanos, británicos, un egipcio o subsaharianos. Ningún español. Aunque en 2009 sí que fueron obligadas a salir del país cuatro misioneras evangélicas españolas.Colin y Fiona hicieron las maletas el pasado 7 de marzo, junto a otras 14 personas, por "intentar quebrantar la fe del musulmán". Se ocupaban de la Casa de la Esperanza, un orfanato levantado hace 10 años en Ain Lehlu, una pequeña localidad del Atlas marroquí, donde varias familias extranjeras habían adoptado y educaban a 33 niños marroquíes.Rayane es uno de ellos. Sus padres adoptivos, en un comunicado que han hecho público, recuerdan: "Llegó a nuestro hogar con sólo seis meses, cuando lo trajo su madre, una joven marroquí soltera que no confesó su embarazo a su familia para no ser repudiada". Desde entonces, vivió con Colin y Fiona y sus dos hijas, Megan y Grace, aunque recibía visitas de su madre natural.Desde la Casa de la Esperanza han iniciado una campaña para pedir apoyo internacional por lo que consideran una injusticia. "Nos acusaron de evangelizar, pero no nos dijeron ni dónde, ni cómo, ni cuándo; nunca tuvimos problemas en 10 años y actuamos con el consentimiento de las autoridades marroquíes".
Según aseguran, "siempre supieron que los educadores extranjeros eran cristianos y que los niños serían educados en un contexto tanto musulmán como cristiano, pero respetando siempre el conocimiento de su religión, su cultura, su lengua y el amor por su país". En opinión de los responsables de la Casa de la Esperanza, su expulsión se tiene que entender en el contexto de una campaña nacional de represión contra los cristianos."Les enseñaban la Biblia cuando salían de la escuela y tememos que quisieran raptarlos sacándolos del país", aseguraba hace unos días a este periódico un funcionario del Ministerio del Interior encargado de vigilar los movimientos alrededor del orfanato. "Intentaron cristianizar a nuestros niños y por eso intervenimos".Las acusaciones se han trasladado ahora a la Escuela Americana George Washington, de Casablanca, donde algunos padres han denunciado que sus hijos les han revelado haber encontrado "el camino de la fe cristiana".
Sin miedo a represalias
Fouad reconoce sentir inquietud ante la campaña represora que ha puesto en marcha Marruecos contra los cristianos. Él es marroquí, pero no musulmán. En 1999 abrazó la palabra de Jesús y, consciente de que no está a salvo de represalias, saca valor de su fe para no esconderse."Si me preguntan por mi elección religiosa, no puedo mentir", insiste al tiempo que declara no hacer proselitismo. "Una cosa es hablar sobre tu religión y otra imponerla".
Fouad vive en Fez y su casa es una de las cientos de casas iglesia que hay por todo el país, donde cada semana marroquíes conversos se reúnen para compartir experiencias y vivir su fe. Líder de su comunidad, deja claro que se siente tan marroquí como cualquier otro y que respeta y ama a sus hermanos musulmanes. Es un caso excepcional, la mayoría de conversos no propagan su elección por miedo a sufrir la picota pública en un país anclado en las tradiciones. "Si alguien me pregunta por mi fe, no me escondo, a pesar de que pueda sufrir represalias".En el caso opuesto se encuentra Ahmed, de Mohammedia, quien vive su fe cristiana de puertas para dentro y nunca ha osado hablar de la palabra de Jesús con desconocidos. La campaña represora del Estado no es ni más ni menos que una forma de callar a los islamistas más radicales, que acusan al Gobierno de ser permisivos con los misioneros, asegura.
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/04/27/internacional/1272379320.html

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