El muchacho se convirtió en rey. Tenía cuarenta y un años cuando empezó a reinar.
-Rey Roboam, molas un montón.
-No me hagas la pelota.
-Pero estás haciendo demasiados altares para los dioses de los extranjeros. ¿No tienes miedo de que el Dios de Abraham se enfade?
-Creo que está de viaje. Además estoy edificando nuevas ciudades en Judá: Belén, Hebrón…Y he traído nuevos sacerdotes.
-Es cierto. Y además te encanta hacer fuertes las fortalezas.
-Tenemos que defendernos. Por si Dios se enfada un día con nosotros…
-Qué bruto es el pobre...-Hablaba su secretario.
-Bueno, me voy a festejar mis cosas. Ahí con mis novias, bebiendo y comiendo...
-Sí....te encanta la juerga.
-Es que no me va lo de rezar cada día y esas cosas. Y tengo que atender a mis dieciocho mujeres y sesenta concubinas.
-Qué barbaridad.
-Y a mis niños que tengo veintiocho niños y sesenta niñas...-Entonces alguien se acercó para comunicar algo.
-Míster rey, tengo news: Susac, el rey de Egipto ha saqueado Jerusalén. Creo que es un castigo. Y se ha llevado los tesoros del templo. Todo lo que es de oro. ¡Es un castigo de Dios! Lo sabíamos…
-Vaya mal rollo. Que no panda el cúnico....que no cunda el pánico...Bueno, haré reproducciones de todo.
-No hay oro.
-Lo haré en bronce.
-Vaya cutrez, ¿no?
-Al no haber pan buenas son tortas...
-Sí. Tortas las que Dios te va a dar...
-Además el rey de Israel, Jeroboam siempre me está chinchando. Y estamos también en guerra. Es que no doy abasto. –El monarca se quejaba.
-A basto...bastonazos te van a curtir. Vas a ver...
-Dios…sé que he pecado mucho. Que he sido más corto que la cola de un conejo. Pero perdóname y no nos destruyas completamente.
Dios se apiadó y sólo los destruyó un poco. Un poquito. Sin querer queriendo. O sí. Es que estaba muy enfadado. Le dio un siroco de esos...Un siroco divino. Un divino siroco. Como los que les dan a algunos seres excepcionales.
El rey con sus excesos, sus juergas, sus correrías...se murió. Quizás de un infarto. Quizás de tantos excesos. Y es que para morirse sólo hace falta estar vivo.
-Rey Roboam, molas un montón.
-No me hagas la pelota.
-Pero estás haciendo demasiados altares para los dioses de los extranjeros. ¿No tienes miedo de que el Dios de Abraham se enfade?
-Creo que está de viaje. Además estoy edificando nuevas ciudades en Judá: Belén, Hebrón…Y he traído nuevos sacerdotes.
-Es cierto. Y además te encanta hacer fuertes las fortalezas.
-Tenemos que defendernos. Por si Dios se enfada un día con nosotros…
-Qué bruto es el pobre...-Hablaba su secretario.
-Bueno, me voy a festejar mis cosas. Ahí con mis novias, bebiendo y comiendo...
-Sí....te encanta la juerga.
-Es que no me va lo de rezar cada día y esas cosas. Y tengo que atender a mis dieciocho mujeres y sesenta concubinas.
-Qué barbaridad.
-Y a mis niños que tengo veintiocho niños y sesenta niñas...-Entonces alguien se acercó para comunicar algo.
-Míster rey, tengo news: Susac, el rey de Egipto ha saqueado Jerusalén. Creo que es un castigo. Y se ha llevado los tesoros del templo. Todo lo que es de oro. ¡Es un castigo de Dios! Lo sabíamos…
-Vaya mal rollo. Que no panda el cúnico....que no cunda el pánico...Bueno, haré reproducciones de todo.
-No hay oro.
-Lo haré en bronce.
-Vaya cutrez, ¿no?
-Al no haber pan buenas son tortas...
-Sí. Tortas las que Dios te va a dar...
-Además el rey de Israel, Jeroboam siempre me está chinchando. Y estamos también en guerra. Es que no doy abasto. –El monarca se quejaba.
-A basto...bastonazos te van a curtir. Vas a ver...
-Dios…sé que he pecado mucho. Que he sido más corto que la cola de un conejo. Pero perdóname y no nos destruyas completamente.
Dios se apiadó y sólo los destruyó un poco. Un poquito. Sin querer queriendo. O sí. Es que estaba muy enfadado. Le dio un siroco de esos...Un siroco divino. Un divino siroco. Como los que les dan a algunos seres excepcionales.
El rey con sus excesos, sus juergas, sus correrías...se murió. Quizás de un infarto. Quizás de tantos excesos. Y es que para morirse sólo hace falta estar vivo.
¿Que no??
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