EL PIE, UN DESCONOCIDO QUE
NUNCA DICE LO QUE SIENTE
Una vez escuché al protagonista de una muy famosa película que nunca había leído ninguna historia dedicada al pie. Yo no recuerdo tampoco haber leído nada al respecto. Así que me puse frente a mí misma y pensé que sería una buena idea.
El pie. Ese extraño elemento que se encuentra allá abajo. Siempre en mi caso viviendo en bonitos zapatos. Me fascinan los zapatos. Como a todas las mujeres, diréis. Quizás sí. No lo sé. Ahora lo que les gusta a las mujeres no me importa. Me importa lo que les gusta a los pies.
El pie se caracteriza por ser eminentemente sabio y práctico. Toca el suelo. Con frecuencia se cansa ya que sostiene el cuerpo. Y aboga por las dietas de las alcachofas. El pie no come carne. Ni nada que venga de elementos que tengan ojos. El pie se solidariza con los ojos.
Los ojos de los pies son cuadrados. Y tienen cinco. De esta forma disfrutan de una visión panorámica. Miran a todo en todo momento. Y almacenan conocimiento en un disco duro de mucha capacidad. En un disco duro que se formatea con uvas pasas. Y con arroz tres delicias.
Los pies no tienen vida sexual. Excepto los lunes por las mañanas. Entonces su libido se despierta y se revoluciona construyendo barricadas al lado de las botellas de leche. Les gusta especialmente el sexo oral. Se pasan hablando de sexo todo el rato. Contando historias interminables hasta que llegan agotados al clímax. Se besan con las puntas de los dedos y se lanzan poemas de amor por las orejas. Tienen una actividad frenética llena de creatividad y ternura.
Se cuenta que existe un sitio a donde ellos emigran cuando llega su jubilación. Es un paraíso de pies. De pies a cabeza. A pies juntillas. Pies en polvorosa. Con los pies por delante. Pies para qué os quiero. Vestirse por los pies.
El paraíso de los pies vive en una caja de zapatos inmensa que cuelga de un meteorito azul. Es una caja brillante y bien cerrada. Allí se reúnen y juegan al golf. Deberían jugar al fútbol. Pero ellos consideran que el fútbol no es un juego para pies sino más bien para cabezas. Claro que las cabezas piensan de forma diferente. Los pies se concentran allí en la reflexoterapia. Se dedicaban a pasear solos. Dirigiéndose a sí mismos. Sin tener que pensar en ponerse calcetines del mismo color. Libres, descalzos, abiertos, limpios y soñadores.
El dios de los pies es un gran podólogo. Les dio una tabla. Ellos creyeron que era una tabla de planchar. Pero no. La tabla con los mandamientos. Los diez mandamientos. Pero la tabla estaba vacía. El dios no sabía escribir. Así que los pies no tenían leyes por las que regirse. Pero los corazones de los pies estaban siempre limpios y no necesitaban leyes. Ni mandamientos. Ni diluvios. Ni éxodos. Ni tierra prometida.
La vida social de los pies era muy intensa. Hacían fiestas y aquelarres a la luz de una velita. Bailaban valses y tomaban zumos de papaya. No se sabe bien de dónde salía tanta papaya. Pero creemos que venían solas atraídas por el hechizo de uno de los chamanes. Llegaban hasta donde estaban los pies. Y se hacían zumos para ellos. Hablaban de leyendas urbanas. De historias de fantasmas. De extraterrestres que habían visitado el planeta. De brujas buenas que viajaban en batidoras en lugar de escobas. Lo pasaban bien metidos en un gran jacuzzi para pies. Chapoteaban y se relajaban.
La vida de los pies no era siempre dura. A veces después de las complicadas jornadas ellos se desenroscaban de los tobillos y se escapaban. A visitar mundo. A hacer viajes astrales. Mecerse en otras esferas. Y luego volver. Siempre vuelven. A cumplir con sus deberes. A hacerse cosquillas. A beber zumo y consolar a los más débiles. A sentir cosas inmensas pero no compartiéndolas con nadie. Son sumamente introvertidos. Hasta que se cansan de serlo. Entonces te cuentan que el humor de la persona depende mucho de cómo estén ellos. Que te pueden ayudar.
¿Te duele la cabeza? Ellos se masajean con regaliz los dedos pulgares de los pies. Los pulgares tienen mucha importancia. Suelen hacer campañas políticas para acceder a las presidencias de sus gobiernos. Pero no suelen ganar. Sobre todo porque no hay campañas políticas. Pero a ellos les gusta mucho.
Si duelen los ojos entran en juego los dedos índice y corazón. Entonces se masajean con trozos de nubes y el dolor desaparece.
Pero de todas formas ellos están siempre alrededor. En el mundo visible y en el invisible. Calzados y descalzos. Vendados y en libertad. Eróticos y asexuales. Blancos y negros. Pequeños y grandes. Fríos y calientes. Planos y con puentes.
No podríamos existir sin ellos. Que entran en nuestros sueños, en nuestras fantasías, que recorren nuestras alfombras, que suben y que bajan.
Alentamos la belleza de los pies. Animamos a que los mimemos. Que los acariciemos. Que los arropemos. Que les hagamos masajes sensuales. Ellos lo hacen por nosotros. Y harían aún más. Si les dejáramos.
Feliz domingo.
NUNCA DICE LO QUE SIENTE
Una vez escuché al protagonista de una muy famosa película que nunca había leído ninguna historia dedicada al pie. Yo no recuerdo tampoco haber leído nada al respecto. Así que me puse frente a mí misma y pensé que sería una buena idea.
El pie. Ese extraño elemento que se encuentra allá abajo. Siempre en mi caso viviendo en bonitos zapatos. Me fascinan los zapatos. Como a todas las mujeres, diréis. Quizás sí. No lo sé. Ahora lo que les gusta a las mujeres no me importa. Me importa lo que les gusta a los pies.
El pie se caracteriza por ser eminentemente sabio y práctico. Toca el suelo. Con frecuencia se cansa ya que sostiene el cuerpo. Y aboga por las dietas de las alcachofas. El pie no come carne. Ni nada que venga de elementos que tengan ojos. El pie se solidariza con los ojos.
Los ojos de los pies son cuadrados. Y tienen cinco. De esta forma disfrutan de una visión panorámica. Miran a todo en todo momento. Y almacenan conocimiento en un disco duro de mucha capacidad. En un disco duro que se formatea con uvas pasas. Y con arroz tres delicias.
Los pies no tienen vida sexual. Excepto los lunes por las mañanas. Entonces su libido se despierta y se revoluciona construyendo barricadas al lado de las botellas de leche. Les gusta especialmente el sexo oral. Se pasan hablando de sexo todo el rato. Contando historias interminables hasta que llegan agotados al clímax. Se besan con las puntas de los dedos y se lanzan poemas de amor por las orejas. Tienen una actividad frenética llena de creatividad y ternura.
Se cuenta que existe un sitio a donde ellos emigran cuando llega su jubilación. Es un paraíso de pies. De pies a cabeza. A pies juntillas. Pies en polvorosa. Con los pies por delante. Pies para qué os quiero. Vestirse por los pies.
El paraíso de los pies vive en una caja de zapatos inmensa que cuelga de un meteorito azul. Es una caja brillante y bien cerrada. Allí se reúnen y juegan al golf. Deberían jugar al fútbol. Pero ellos consideran que el fútbol no es un juego para pies sino más bien para cabezas. Claro que las cabezas piensan de forma diferente. Los pies se concentran allí en la reflexoterapia. Se dedicaban a pasear solos. Dirigiéndose a sí mismos. Sin tener que pensar en ponerse calcetines del mismo color. Libres, descalzos, abiertos, limpios y soñadores.
El dios de los pies es un gran podólogo. Les dio una tabla. Ellos creyeron que era una tabla de planchar. Pero no. La tabla con los mandamientos. Los diez mandamientos. Pero la tabla estaba vacía. El dios no sabía escribir. Así que los pies no tenían leyes por las que regirse. Pero los corazones de los pies estaban siempre limpios y no necesitaban leyes. Ni mandamientos. Ni diluvios. Ni éxodos. Ni tierra prometida.
La vida social de los pies era muy intensa. Hacían fiestas y aquelarres a la luz de una velita. Bailaban valses y tomaban zumos de papaya. No se sabe bien de dónde salía tanta papaya. Pero creemos que venían solas atraídas por el hechizo de uno de los chamanes. Llegaban hasta donde estaban los pies. Y se hacían zumos para ellos. Hablaban de leyendas urbanas. De historias de fantasmas. De extraterrestres que habían visitado el planeta. De brujas buenas que viajaban en batidoras en lugar de escobas. Lo pasaban bien metidos en un gran jacuzzi para pies. Chapoteaban y se relajaban.
La vida de los pies no era siempre dura. A veces después de las complicadas jornadas ellos se desenroscaban de los tobillos y se escapaban. A visitar mundo. A hacer viajes astrales. Mecerse en otras esferas. Y luego volver. Siempre vuelven. A cumplir con sus deberes. A hacerse cosquillas. A beber zumo y consolar a los más débiles. A sentir cosas inmensas pero no compartiéndolas con nadie. Son sumamente introvertidos. Hasta que se cansan de serlo. Entonces te cuentan que el humor de la persona depende mucho de cómo estén ellos. Que te pueden ayudar.
¿Te duele la cabeza? Ellos se masajean con regaliz los dedos pulgares de los pies. Los pulgares tienen mucha importancia. Suelen hacer campañas políticas para acceder a las presidencias de sus gobiernos. Pero no suelen ganar. Sobre todo porque no hay campañas políticas. Pero a ellos les gusta mucho.
Si duelen los ojos entran en juego los dedos índice y corazón. Entonces se masajean con trozos de nubes y el dolor desaparece.
Pero de todas formas ellos están siempre alrededor. En el mundo visible y en el invisible. Calzados y descalzos. Vendados y en libertad. Eróticos y asexuales. Blancos y negros. Pequeños y grandes. Fríos y calientes. Planos y con puentes.
No podríamos existir sin ellos. Que entran en nuestros sueños, en nuestras fantasías, que recorren nuestras alfombras, que suben y que bajan.
Alentamos la belleza de los pies. Animamos a que los mimemos. Que los acariciemos. Que los arropemos. Que les hagamos masajes sensuales. Ellos lo hacen por nosotros. Y harían aún más. Si les dejáramos.
Feliz domingo.
1 comentario:
Pés femininos sempre foram um objeto de prrazer e sensualidade.
Principalmente se calçados de meias.
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