8.La luna se inyecta heroína
en sus venas dormidas
El día de trabajo fue intenso. Llegó un alumno nuevo. Llegó con su madre. Una señora muy bien vestida. El muchacho tiene 20 años. Es muy guapo.
Viene de una familia muy conocida en el pueblo. Se dice que han tenido mucho dinero. Y una educación especial. No obstante su piel denota una fatiga especial. Viene de un centro de desintoxicación. Pasó allí muchos meses. Pero al parecer ya está bien. Siempre se desconfía. La madre desconfía. Todos lo hacen. Lo sientan en mi clase donde todos lo conocen. Antes tuve una entrevista con él. Me dijo que se enganchó a la heroína y el centro del que venía era el tercer centro que le había acogido. Es decir, que había recaído unas cuantas veces. Fumaba. Y me clavaba sus ojos verdes y grandes. Parecía cansado pero más animado. Se llama Adrián.
-Espero que te encuentre bien aquí. Si necesitas algo dímelo...- Le estaba haciendo una pequeña entrevista rutinaria antes de entrar en el centro. No esperaba gran cosa. No nos conocíamos. Pero por razones que desconozco, la persona desconocida se abre a mí y me habla abiertamente.
-Yo sólo quiero cambiar un poco mi vida. Y espero no dar más problemas a mi familia.
-No pienses en eso. Vas a mejorar...- Yo estaba cerrando mi carpeta y estaba dando por acabada la entrevista cuando él encendió otro cigarro y continuó hablando.
-¿Conoces el mundo de la droga, Dafne?
-Pues no... ¿Puedo preguntar cómo empezaste?
-Bueno, yo tenía un grupo de amigos desde los doce años. Estaba en el colegio y mis padres quisieron inscribirme en un club de tenis. Ya sabes: ese club de niños pijos. Empecé a jugar al golf, a nadar y a participar en fiestas. Allí conocí a una muchacha que me gustó mucho. Estaba con ella todo el tiempo que podía. La admiraba y la adoraba. Tenía 4 años más que yo. Y ella me presentó a sus amigos. Yo estaba alucinado. Todo era genial. Tenía trece años y ya fumaba, bebía y hacíamos el amor. Un día en una fiesta alguien trajo algo para pasarlo mejor. Y me enseñaron cómo se usaba. Ya sabes, una raya. Y eso. Era magnífico. Te hacía sentir mayor. Sin miedo. Sin vergüenza, te hacía sentir el mejor. Me sentía de puta madre...- Dio una calada profunda al cigarro.
-¿Y no pensaste que era peligroso?
-Jamás. Me divertía como nunca en mi vida. También empecé a abandonar los estudios. Mi novia me invitó a pasar una parte del verano con ella en la playa. Sus padres tenían un apartamento y allí nos fuimos. Ella, y un grupo de amigos. Cada noche era más especial que la otra. Y siempre había música, buena comida y por supuesto, cocaína. Un día alguien dijo que íbamos a probar algo mucho mejor. Y se empezó con la señora heroína. Aquello era mejor todavía. Por lo visto mi novia ya lo había probado pero aquel verano fue especial. Seguimos y seguimos hasta que se acabó el dinero. Comprábamos la mercancía a unos tíos pero pronto el dinero se acabó. Un día los padres de mi novia volvieron. Se volvieron locos cuando vieron la movida. Cerraron el chiringuito y mandaron a su querida hija a un colegio especial. Yo volví a casa. Pero ya no podía controlar aquello. Y necesitaba dinero. Para encubrir el asunto les dije a mis padres que quería irme a Málaga. Allí vive la hermana de mi madre. Es dueña de un restaurante. Decidí ayudarla como camarero para sacar dinero. Pero el dinero no era suficiente. Conocí a un grupo de gente que estaba metida en el mismo ambiente. Mi tía supo pronto qué pasaba y se lo dijo a mis padres. Te puedes imaginar cómo reaccionaron. Me mandaron a una clínica de desintoxicación. Pero no servía de nada. Volví a caer varias veces. Sacaba dinero de todas partes. Llegué a robar, a mendigar, a trabajar en lo que podía sólo soñando la hora de meterme aquello. Toqué fondo hace unos meses. Entré en un coma no sé ni cómo. Y recuerdo un hospital. Luego otra clínica de desintoxicación y ahora estoy aquí. Dicen que a mi cerebro le faltan neuronas, he perdido dientes, y no soy un hombre guapo. Soy una piltrafa humana. Pero quiero acabar con esto.
-Así será. No te preocupes. – él apagó el cigarro y me sonrió.
Viene de una familia muy conocida en el pueblo. Se dice que han tenido mucho dinero. Y una educación especial. No obstante su piel denota una fatiga especial. Viene de un centro de desintoxicación. Pasó allí muchos meses. Pero al parecer ya está bien. Siempre se desconfía. La madre desconfía. Todos lo hacen. Lo sientan en mi clase donde todos lo conocen. Antes tuve una entrevista con él. Me dijo que se enganchó a la heroína y el centro del que venía era el tercer centro que le había acogido. Es decir, que había recaído unas cuantas veces. Fumaba. Y me clavaba sus ojos verdes y grandes. Parecía cansado pero más animado. Se llama Adrián.
-Espero que te encuentre bien aquí. Si necesitas algo dímelo...- Le estaba haciendo una pequeña entrevista rutinaria antes de entrar en el centro. No esperaba gran cosa. No nos conocíamos. Pero por razones que desconozco, la persona desconocida se abre a mí y me habla abiertamente.
-Yo sólo quiero cambiar un poco mi vida. Y espero no dar más problemas a mi familia.
-No pienses en eso. Vas a mejorar...- Yo estaba cerrando mi carpeta y estaba dando por acabada la entrevista cuando él encendió otro cigarro y continuó hablando.
-¿Conoces el mundo de la droga, Dafne?
-Pues no... ¿Puedo preguntar cómo empezaste?
-Bueno, yo tenía un grupo de amigos desde los doce años. Estaba en el colegio y mis padres quisieron inscribirme en un club de tenis. Ya sabes: ese club de niños pijos. Empecé a jugar al golf, a nadar y a participar en fiestas. Allí conocí a una muchacha que me gustó mucho. Estaba con ella todo el tiempo que podía. La admiraba y la adoraba. Tenía 4 años más que yo. Y ella me presentó a sus amigos. Yo estaba alucinado. Todo era genial. Tenía trece años y ya fumaba, bebía y hacíamos el amor. Un día en una fiesta alguien trajo algo para pasarlo mejor. Y me enseñaron cómo se usaba. Ya sabes, una raya. Y eso. Era magnífico. Te hacía sentir mayor. Sin miedo. Sin vergüenza, te hacía sentir el mejor. Me sentía de puta madre...- Dio una calada profunda al cigarro.
-¿Y no pensaste que era peligroso?
-Jamás. Me divertía como nunca en mi vida. También empecé a abandonar los estudios. Mi novia me invitó a pasar una parte del verano con ella en la playa. Sus padres tenían un apartamento y allí nos fuimos. Ella, y un grupo de amigos. Cada noche era más especial que la otra. Y siempre había música, buena comida y por supuesto, cocaína. Un día alguien dijo que íbamos a probar algo mucho mejor. Y se empezó con la señora heroína. Aquello era mejor todavía. Por lo visto mi novia ya lo había probado pero aquel verano fue especial. Seguimos y seguimos hasta que se acabó el dinero. Comprábamos la mercancía a unos tíos pero pronto el dinero se acabó. Un día los padres de mi novia volvieron. Se volvieron locos cuando vieron la movida. Cerraron el chiringuito y mandaron a su querida hija a un colegio especial. Yo volví a casa. Pero ya no podía controlar aquello. Y necesitaba dinero. Para encubrir el asunto les dije a mis padres que quería irme a Málaga. Allí vive la hermana de mi madre. Es dueña de un restaurante. Decidí ayudarla como camarero para sacar dinero. Pero el dinero no era suficiente. Conocí a un grupo de gente que estaba metida en el mismo ambiente. Mi tía supo pronto qué pasaba y se lo dijo a mis padres. Te puedes imaginar cómo reaccionaron. Me mandaron a una clínica de desintoxicación. Pero no servía de nada. Volví a caer varias veces. Sacaba dinero de todas partes. Llegué a robar, a mendigar, a trabajar en lo que podía sólo soñando la hora de meterme aquello. Toqué fondo hace unos meses. Entré en un coma no sé ni cómo. Y recuerdo un hospital. Luego otra clínica de desintoxicación y ahora estoy aquí. Dicen que a mi cerebro le faltan neuronas, he perdido dientes, y no soy un hombre guapo. Soy una piltrafa humana. Pero quiero acabar con esto.
-Así será. No te preocupes. – él apagó el cigarro y me sonrió.
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