México no puede con su basura
Sin embargo cada mañana un hombre y una campana, como se ha hecho siempre, anuncian su llegada y se llevan las bolsas casa por casa, puerta por puerta. Entonces ¿por qué está la ciudad más sucia que nunca? ¿Por qué han aparecido parques y bulevares cubiertos de restos de envases, verduras, plásticos, jeringillas?
El Partido Verde ha denunciado que "los basureros clandestinos se multiplican por toda la ciudad y que hay unos 800 'tiraderos' en parques, avenidas, puentes y sitios públicos, con el consecuente riesgo de salud" debido a la torpeza del alcalde Marcelo Ebarard.
Básicamente el problema comenzó en septiembre cuando el Ayuntamiento del Distrito Federal decidió clausurar el mayor basurero de América Latina; Bordo Poniente. Una miniciudad de basura, a las afueras del DF, en la que trabajan cientos de personas, pero que había llegado al límite de su capacidad: 75 millones de toneladas de basura acumulada habían comenzado a filtrarse hacia el manto freático y de paso al agua que beben más de 10 millones de personas.
Quienes más agradecieron el cierre del basurero fueron los vecinos de los barrios cercanos, que dormían con el alma en un puño para que no ocurriera lo del año pasado cuando, durante la temporada de lluvias, el agua desbordó el basurero y llenó de mierda casas y calles durante varios días.
Así que, después de 26 años en funcionamiento, en septiembre, el alcalde llegó, se hizo la foto y lo dio definitivamente por clausurado.
Pero lo que se suponía iba a ser un acierto más de Marcelo Ebrard, que aceptaba las eco-recomendaciones del ex alcalde de Bogotá, y consultor aurico de Ebrard, Antanas Mockus, para modernizar la ciudad, se convirtió en un monumental problema porque olvidó un detalle: habilitar un nuevo basurero.
Por el momento hay cuatro basureros pequeños en la ciudad y varios más en Estados cercanos, pero los camiones de la basura se niegan a viajar tantos kilómetros. Y es ahí donde entran las mafias de la basura.
Los ecointentos de Ebrard para solucionar el problema de la basura en las calles se enfrenta a los intereses de una red que abarca desde humildes barrenderos de escoba de ramas a multimillonarios empresarios del reciclaje.
La escena es más o menos así: un concienciado vecino entrega dos bolsas distintas a Paco, recogedor 'oficial' de basura en una calle de la colonia Roma. Una con restos orgánico y otra con inorgánicos. Pero ambas van separadas sólo hasta que llegan al camión, que aguarda a varias calles de ahí, donde vuelven a estar juntos 'bricks', restos de pescado, colillas, fruta podrida, cajas de cartón.
Comienza entonces una selección particular, que no tiene que ver con impacto ambiental sino con el valor de mercado ese día de la mercancía. Restos de naranjas, para abono orgánico, latas de refresco, para el aluminio. "Y el cartón aparte que es lo que más deja". Una sonda de hospital para aquí, unos zapatos rotos por allá y uno oso de peluche sin ojo... para adornar el camión. Sigue la ruta.
Esta >b>macroempresa de la basura cuenta con un sindicato propio y 85.000 barrenderos contratados por el Ayuntamiento que recogen la basura casa por casa.
Otras 3.000 personas lo hacen voluntariamente (a cambio de propinas), con la esperanza de heredar algún día la plaza vacante. Paralelamente hay 2.500 conductores de camiones que, campana en mano, anuncian cada día su llegada al barrio. Cada camión cuenta con otros cuatro ayudantes por camión que van separando a gran velocidad la basura que da dinero, de la que solo da olores.
Ya en los basureros aguardan más de 15.000 'pepenadores' que separan y revenden lo último aprovechable. En los años ochenta y noventa la basura vivió su momento álgido y el cartón y el aluminio se pagaban bien.
De ahí surgieron personajes como Rafael Gutiérrez Amado, el 'Rey de la basura' que de basurero pasó a millonario con cientos de personas a sus órdenes hasta que fue asesinado.
Los especialistas coinciden en que esta red es la que impide que no haya contenedores en la capital mexicana. Es por eso que la cooperación japonesa salió disparada hace 10 años cuando el Ayuntamiento del Distrito Federal pidió ayuda para gestionar el problema de las basuras.
Los japoneses llegaron con nuevos métodos de separación, incineración y reciclaje y se encontraron con la campana.
http://www.elmundo.es/america/2012/01/26/mexico/1327574423.html
El Partido Verde ha denunciado que "los basureros clandestinos se multiplican por toda la ciudad y que hay unos 800 'tiraderos' en parques, avenidas, puentes y sitios públicos, con el consecuente riesgo de salud" debido a la torpeza del alcalde Marcelo Ebarard.
Básicamente el problema comenzó en septiembre cuando el Ayuntamiento del Distrito Federal decidió clausurar el mayor basurero de América Latina; Bordo Poniente. Una miniciudad de basura, a las afueras del DF, en la que trabajan cientos de personas, pero que había llegado al límite de su capacidad: 75 millones de toneladas de basura acumulada habían comenzado a filtrarse hacia el manto freático y de paso al agua que beben más de 10 millones de personas.
Quienes más agradecieron el cierre del basurero fueron los vecinos de los barrios cercanos, que dormían con el alma en un puño para que no ocurriera lo del año pasado cuando, durante la temporada de lluvias, el agua desbordó el basurero y llenó de mierda casas y calles durante varios días.
Así que, después de 26 años en funcionamiento, en septiembre, el alcalde llegó, se hizo la foto y lo dio definitivamente por clausurado.
Pero lo que se suponía iba a ser un acierto más de Marcelo Ebrard, que aceptaba las eco-recomendaciones del ex alcalde de Bogotá, y consultor aurico de Ebrard, Antanas Mockus, para modernizar la ciudad, se convirtió en un monumental problema porque olvidó un detalle: habilitar un nuevo basurero.
Un cierre sin alternativa
O se le olvidó o no ha podido, porque desde que se conoció la noticia todos los municipios del Estado de México, que rodea el Distrito Federal, se han puesto en pie de guerra para rechazar las 6 toneladas de desperdicios que cada día arrojan los capitalinos.Por el momento hay cuatro basureros pequeños en la ciudad y varios más en Estados cercanos, pero los camiones de la basura se niegan a viajar tantos kilómetros. Y es ahí donde entran las mafias de la basura.
Los ecointentos de Ebrard para solucionar el problema de la basura en las calles se enfrenta a los intereses de una red que abarca desde humildes barrenderos de escoba de ramas a multimillonarios empresarios del reciclaje.
La escena es más o menos así: un concienciado vecino entrega dos bolsas distintas a Paco, recogedor 'oficial' de basura en una calle de la colonia Roma. Una con restos orgánico y otra con inorgánicos. Pero ambas van separadas sólo hasta que llegan al camión, que aguarda a varias calles de ahí, donde vuelven a estar juntos 'bricks', restos de pescado, colillas, fruta podrida, cajas de cartón.
Comienza entonces una selección particular, que no tiene que ver con impacto ambiental sino con el valor de mercado ese día de la mercancía. Restos de naranjas, para abono orgánico, latas de refresco, para el aluminio. "Y el cartón aparte que es lo que más deja". Una sonda de hospital para aquí, unos zapatos rotos por allá y uno oso de peluche sin ojo... para adornar el camión. Sigue la ruta.
Esta >b>macroempresa de la basura cuenta con un sindicato propio y 85.000 barrenderos contratados por el Ayuntamiento que recogen la basura casa por casa.
Otras 3.000 personas lo hacen voluntariamente (a cambio de propinas), con la esperanza de heredar algún día la plaza vacante. Paralelamente hay 2.500 conductores de camiones que, campana en mano, anuncian cada día su llegada al barrio. Cada camión cuenta con otros cuatro ayudantes por camión que van separando a gran velocidad la basura que da dinero, de la que solo da olores.
Ya en los basureros aguardan más de 15.000 'pepenadores' que separan y revenden lo último aprovechable. En los años ochenta y noventa la basura vivió su momento álgido y el cartón y el aluminio se pagaban bien.
De ahí surgieron personajes como Rafael Gutiérrez Amado, el 'Rey de la basura' que de basurero pasó a millonario con cientos de personas a sus órdenes hasta que fue asesinado.
Los especialistas coinciden en que esta red es la que impide que no haya contenedores en la capital mexicana. Es por eso que la cooperación japonesa salió disparada hace 10 años cuando el Ayuntamiento del Distrito Federal pidió ayuda para gestionar el problema de las basuras.
Los japoneses llegaron con nuevos métodos de separación, incineración y reciclaje y se encontraron con la campana.
http://www.elmundo.es/america/2012/01/26/mexico/1327574423.html
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