Lorenzo, que dominó todas las sesiones libres hasta la de clasificación, sacó partido desde el primer minuto al asfalto del circuito jerezano y al neumático más blando. Con agarre suficiente para no sufrir en frenada, podría pilotar a su antojo. Y eso hizo. Bordó lo que para él es una carrera perfecta: salida desde la pole, primero en la primera curva, primero en la primera vuelta, un segundo de ventaja después de seis giros, cuatro alcanzado el ecuador de la prueba, y una última vuelta en la que se permitió alzar el brazo izquierdo unos segundos para saludar a la afición.
Su impresionante ritmo –firmó el récord de la pista en la segunda vuelta: 1m, 38'7s y se mantuvo durante muchos minutos en los 39 medios– fue suficiente para ganar la carrera. No necesitó de maniobra alguna, tal era la perfección de su pilotaje. A Márquez, que intentó seguirle desde el inicio, lo fue perdiendo de vista así: una décima por tramo, cuatro décimas por vuelta, victoria asegurada.
Si el triunfo del de Yamaha –no ganaba desde el gran premio de Japón, en octubre del año pasado– tuvo mérito, no fue menos la carrera de Márquez. Tras un fin de semana en el que trabajó al ralentí por exigencias del guion –fue operado de una fractura en el meñique el sábado pasado– y en el que pasó menos minutos en pista de los habituales para no agotarse demasiado, pudo acercarse bastante a los tiempos de Lorenzo y (mucho más importante aún) imponer un ritmo mejor que el de Rossi. La diferencia entre ambos era de sólo unas décimas, dos, tres, cuatro. Al inicio rodaba más rápido el de Honda. Pero empezó a sentirse mal: al no poder forzar demasiado el brazo izquierdo, por el cuidado con el que maniobraba con su mano, terminó estresando demasiado el derecho: y apareció el síndrome compartimental –“Empecé a notar mucho dolor en el brazo y casi no podía mover los dedos”, explicaría–; pero encontró solución. Puesto que rodaba solo bajó ligeramente el ritmo, para relajarse físicamente y coger fuerzas. Cuando vio que tenía a Valentino a un segundo (a siete vueltas del final) volvió a forzar un poco el ritmo. Y salvó la segunda plaza. Un resultado que le sabe a gloria.
Rossi, por su parte, no pudo obrar una nueva hazaña esta vez. En ningún momento del fin de semana fue capaz de sentirse tan cómodo como lo hacía su compañero de equipo. Y esas escasas décimas son las que valen para ganar carreras. Si en las primeras vueltas fue Pol Espargaró quien le puso problemas (tardó tres vueltas en adelantarle), en los últimos giros fue el neumático delantero el que empezó a complicarle la vida. Y tuvo que renunciar a un duelo final con Márquez como el de Argentina.
No hubo ni rastro esta vez de las Ducati. Iannone, que se había clasificado en la primera fila, salió mal y no remontó más que hasta la sexta posición final; Dovizioso hizo un mal inicio, se salió de la pista y tuvo que escalar desde la última posición para acabar noveno. Crutchlow fue el primero del resto, cuarto. El Rey Juan Carlos, de nuevo en Jerez, disfrutó de las carreras, se paseó por el podio, charló con los protagonistas y le entregó el trofeo a Lorenzo. Y, tras la visita real, el Mundial llegará a la quinta cita del calendario con cuatro pilotos (Rossi, Dovizioso, Lorenzo y Márquez) separados por sólo 26 puntos. Un gustazo.
http://deportes.elpais.com/deportes/2015/05/03/actualidad/1430652250_483250.html
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