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domingo, 16 de noviembre de 2014

El científico italiano Roberto Battiston ha definido así el primer acometizaje de la Historia, evocando las míticas palabras de Neil Armstrong tras pisar la superficie de la Luna.

Polvo de cometa para conocernos


«Un pequeño paso para un robot, y un gran salto para la Humanidad». El científico italiano Roberto Battiston ha definido así el primer acometizaje de la Historia, evocando las míticas palabras de Neil Armstrong tras pisar la superficie de la Luna. Muchos otros expertos también han comparado la proeza lograda esta semana por la misión Rosetta en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko (Chury, para los amigos) con la hazaña heroica del Apolo 11. Y no es para menos.
A pesar de que los robots nunca transmiten la misma emoción que los exploradores de carne y hueso, tanto la complejidad tecnológica como la importancia científica de Rosetta sin duda son comparables al alunizaje. El desafío de lanzar una nave que consiga llegar hasta un cometa a 500 millones de kilómetros de la Tierra, para que después un robot se pose sobre su superficie, estira los límites de lo imaginable. De hecho, el propio director general de la Agencia Espacial Europea (ESA), Jean-Jacques Dordain, ha admitido que cuando se planteó por primera vez la misión, muchos expertos le aseguraron que era sencillamente imposible. Pero como dijo Max Weber: «El hombre sólo ha alcanzado lo posible porque una y otra vez ha aspirado a conseguir lo imposible». Aunque el robot aterrizó en un lugar más oscuro del previsto y sus baterías solares apenas pueden recargarse, ya ha logrado transmitir datos muy valiosos para cumplir con sus principales objetivos científicos.
Al igual que la piedra Rosetta sirvió para descifrar el enigma de los jeroglíficos egipcios, la misión que lleva su nombre nos permite explorar uno de los ladrillos cósmicos con los que se edificaron los planetas del Sistema Solar. De hecho, los científicos creen que los materiales orgánicos que contienen los cuerpos celestes como Chury fueron determinantes para el origen de la vida en la Tierra. Si esto es verdad, todos somos polvo de cometas, y la gesta épica de Rosetta nos ayudará a comprender mejor de dónde venimos y cuál es nuestro lugar en el Universo.
Para las mentes más pedestres, nada de esto puede justificar una inversión de 1.300 millones de euros. En ese caso, también podríamos recordarles que la tecnología más puntera que nos rodea, empezando por los teléfonos móviles sin los que ya casi no sabemos vivir, se la debemos en buena medida a la exploración espacial. Si no fuera por los visionarios y aventureros que siempre han querido saber qué hay más allá de la última frontera, seguiríamos en la oscuridad de las cavernas.
 
 
 http://www.elmundo.es/opinion/2014/11/15/54679e85ca47418a378b4585.html

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