TV Azteca
y Los Narcomedios
Narco-corrupción en la prensa de
México y EU
por Al Giordano
publicado en inglés por The Media Channel en Nueva
York, 16 de Mayo 2000
Traducido a español por Ricardo Sala
MÉXICO, DISTRITO FEDERAL: Mediodía de un 7 de junio de 1999, Día Nacional de la Libertad de Prensa. La hora exacta: 12:05.
El presidente Ernesto Zedillo -ante cuya mirada se
han expulsado del país a 400 extranjeros periodistas y observadores de los
derechos humanos- recién terminaba su discurso anual, con la frase "Si hay
algo de lo que podemos estar seguros al finalizar este siglo, es de que en
nuestro país, quien tiene que decir algo cuenta con la total libertad, sin
represión o censura de ningún tipo."
En otro extremo de la ciudad, el conductor de TV
Paco Stanley -56 años, famoso comediante por más de 2 décadas en Televisa y,
desde hacía 18 meses, en la competencia TV Azteca- salía de un restaurante para
abordar su camioneta Lincoln Navigator. Lo acompañaban el reportero de
entretenimiento Jorge Gil y el chofer. Mario Bezares, su coestelar, aún se
hallaba en el baño del restaurante.
Treinta segundos y 24 tiros más tarde Paco Stanley
yacía muerto. Su chofer herido, un transeúnte muerto por una bala perdida, la
esposa de éste herida. Un Jetta plateado huía a toda velocidad, conduciendo a
los asesinos hacia la libertad.
La noticia del asesinato de Paco Stanley golpeó al
país como relámpago. Los conductores y reporteros de ambas cadenas nacionales
de TV se mostraban indignados ante el asesinato del colega. Su ira se enfocó de
inmediato en el jefe de gobierno de la Ciudad, Cuauhtémoc Cárdenas.
"Lo hago responsable, Ing. Cárdenas, porque no
ha cumplido lo que prometió," reclamó el conductor de TV Azteca Jorge
Garralda, al tiempo que miraba a la cámara entre gritos de "¡ya
basta!" y "¡renuncie!" vociferados por otros locutores y
técnicos en el estudio.
Esa noche en horario triple A el propietario de la
estación Ricardo Salinas Pliego pronunciaba en vivo una editorial: "Hoy
fue Paco. Mañana podemos ser usted o yo, o cualquiera. La impunidad nos asalta
y ¿dónde está la autoridad? ¿Para qué pagamos impuestos? ¿Para qué tenemos
elecciones? ¿Para qué sirven los tres poderes del gobierno? ¿Cómo puede haber
tanto gobierno y nada de autoridad? En esta ciudad como en tantas otras de
México la impunidad, la ineptitud de la autoridad y también la indiferencia de
la ciudadanía han alcanzado un límite. Hoy lloramos por Paco, ¿por quén
lloraremos mañana? Es claro que las autoridades han fallado, pero también que
nosotros, los mexicanos, estamos fallando."
El asesinato de Stanley fue el ataque número 630
contra periodistas durante los primeros cinco años del gobierno de Zedillo. De
acuerdo a la Red Mexicana de Protección a Periodistas y Medios, 202 de estos
ataques ocurrieron el año anterior; seis periodistas habían sido muertos en
cumplimiento del deber.
Pero se trataba de Paco Stanley, tanto más como
menos que un periodista: una figura del entretenimiento, un tipo grandulón y
simpático, una cruza entre el Phil Donahue y el Ed Sullivan gringos. Las
televisoras virtualmente habían ignorado otros ataques a periodistas mexicanos.
Pero Paco era la primera gran figura de TV que caía en forma violenta.
Mientras Televisa y TV Azteca solicitaban la
renuncia de Cárdenas, los equipos de seguridad de la ciudad investigaban el
crimen. La primera pista de que no todo era como aparentaba fueron los ojos
rojos y el farfulleo del cuate y coestelar de Paco, Mario Bezares, que
permaneció en el baño de caballeros durante el ataque. Y según testigos estuvo ahí
por un buen rato. La cocaína que luego se supo había estado inhalando en el
baño paradójicamente había salvado su vida, como apuntó el columnista Carlos
Ramírez en el diario capitalino El Universal. (De hecho actualmente Bezares
espera en prisión el juicio por su presunta participación en el complot para
matar a Stanley; el procurador lo acusa de haberlo entregado a los asesinos)
Un representante de TV Azteca advirtió al
procurador capitalino que no hiciera público el hallazgo de cocaína en la
sangre y los bolsillos de Stanley. Un año más tarde estos hechos salen a una
mejor luz al solicitarles las autoridades a ejecutivos de la estación que
testifiquen respecto a ciertas acciones que rebasan su trabajo periodístico.
La emisora amenazó con lanzar una campaña que
sugiriera que el procurador capitalino intencionadamente había sembrado la
cocaína en el cuerpo del teleconductor. El procurador Samuel del Villar
contraatacó con una iniciativa para investigar al presidente de TV Azteca por
su previo conocimiento de la relación de Paco Stanley con drogas, así como por
obstruir la justicia amagando a procuradores para que no hablaran sobre el
consumo habitual de coca de Paco. Parecía que el gobierno de Cárdenas podría
ahora desmantelar las organizaciones narcotraficantes que acechan tras las
televisoras, cosa que el procurador federal no ha podido -o, mejor dicho, no ha
querido hacer. "Y llega al Congreso la oportunidad para revisar la
licencia de TV Azteca, a la luz de su intento de chantaje para proteger al narcotráfico:
el problema número uno de seguridad nacional en el país," señaló Ramírez
en El Universal.
La otra televisora nacional, Televisa, igual que TV
Azteca una defensora del partido gobernante PRI y constante enemigo del
gobierno de oposición de Cárdenas, había comenzado su cobertura de la muerte de
Stanley en el mismo agudo tono que su competidor: "¡Renuncie!
¡Renuncie!" Entonces se supieron los resultados de la autopsia de Stanley.
El conductor del noticiero de Televisa Jacobo
Zabludovsky -quien hacía unas horas lloriqueaba "¡Alguien debería
renunciar!! - nerviosamente cambió el tono para anunciar sombrío que a Paco
Stanley se le había encontrado cocaína en -y dentro de- su persona.
Stanley había sido uno de los más vistosos portavoces para la campaña de TV Azteca Vive sin drogas (que toma como modelo a la Asociación por una América Libre de Drogas, de E.U.). Había conducido muchos shows dedicados a los males del abuso de drogas. La ira pública se desbordó. Banderolas portando de forma sarcástica el logo de TV Azteca fueron tendidas en cientos de puentes y edificios en el Distrito Federal: "Vive sin drogas... y sin mentiras."
Stanley había sido uno de los más vistosos portavoces para la campaña de TV Azteca Vive sin drogas (que toma como modelo a la Asociación por una América Libre de Drogas, de E.U.). Había conducido muchos shows dedicados a los males del abuso de drogas. La ira pública se desbordó. Banderolas portando de forma sarcástica el logo de TV Azteca fueron tendidas en cientos de puentes y edificios en el Distrito Federal: "Vive sin drogas... y sin mentiras."
Tras la desacreditación de su competencia
televisiva sobrevino un renacimiento periodístico en los medios impresos del
país. Pronto profundizaron las indagaciones para llegar más, mucho más allá de
los hábitos personales con drogas de Stanley. Pronto supo el público mexicano
que Stanley no era solo un adicto sino un narcotraficante que se había
enriquecido recorriendo los más altos niveles del narco.
Y Stanley, quien en los ochentas había lanzado una
infructuosa campaña política como candidato del PRI a un puesto legislativo, no
solo era conocido por autoridades federales -y por la gringa Drug Enforcement
Administration, D.E.A.- como un narcotraficante, sino que era protegido por
estas instancias. Junto con las sustancias encontradas en los bolsillos de
Stanley se halló una licencia para portar armas, reservada exclusivamente para
la policía -licencia que falsamente lo nombraba oficial de seguridad pública.
El permiso se lo había otorgado 27 días antes de su muerte el entonces
Secretario de Gobernación, Francisco Labastida. Para Junio 7 Labastida era ya
candidato presidencial. El caso Paco Stanley ahora le pisaba los talones y
amenazaba con exponer al Narcoestado.
Los reporteros de la prensa -a menudo sujetos de
amenazas y atracos en su trabajo- estaban molestos con el favoritismo otorgado
a Stanley. Rodearon al nuevo Secretario de Gobernación, el antes gobernador de
Oaxaca Diódoro Carrasco, cuando se retiraba de un evento público en el Colegio
de México el 10 de Junio. "No tengo comentarios," replicó dos veces
el sucesor de Labastida. La Jornada apuntó: "Algunos reporteros le
reclamaron en voces perfectamente audibles para el funcionario, que a ellos
también les gustaría obtener una credencial como la otorgada al conductor de
TV... porque ellos también habían sufrido agresiones."
Entonces El Universal, el diario más leído de
México, publicó un documento extraído del archivo del juez federal sobre el
caso del fallecido traficante de cocaína Amado Carrillo Fuentes, "El Señor
de los Cielos." Contenía un testimonio de un ex-asociado de Carrillo,
ahora testigo protegido del gobierno, que declaraba, "A Paco Stanley le
surtía cocaína Amado Carrillo Fuentes... en la casa de la calle Cima número
56." Esta mansión era empleada ahora, según El Universal en febrero de
1999, por la DEA como su centro ilegal para espionaje telefónico en México. La
prensa también reportó que Stanley junto con su esposa y el coestelar Bezares
poseía mansiones, autos y otras propiedades con un valor que rebasaba por mucho
las posibilidades adquisitivas de su salario anual de USD $150,000. (El salario
anual de Bezares estaba más cerca de los USD $40,000)
En vano intentó TV Azteca detener la hemorragia de
secretos internos. La estación se sacó de la manga a un oficial de la DEA
declarando que la agencia no tenía evidencias sobre narcotráfico por parte de
Stanley. Pero los documentos ya habían probado lo contrario.
En la calle, en los hogares, en los programas de radio con líneas telefónicas abiertas, el caso Stanley capturó el enojo y la atención del público. "Los noticieros de TV Azteca no solo han perdido su auditorio," anunciaba Abraham Zabludovsky desde la competidora Televisa (hijo de Jacobo), "el auditorio les ha perdido el respeto."
En la calle, en los hogares, en los programas de radio con líneas telefónicas abiertas, el caso Stanley capturó el enojo y la atención del público. "Los noticieros de TV Azteca no solo han perdido su auditorio," anunciaba Abraham Zabludovsky desde la competidora Televisa (hijo de Jacobo), "el auditorio les ha perdido el respeto."
Diez meses después un noticiero de E.U. finalmente
tocaba el tema de la historia atrás de la historia: que TV Azteca misma
supuestamente fue comprada al gobierno con USD $30 millones en narcodinero. En
abril 16 del 2000 el Washington Post reportaba sobre la investigación del
procurador del DF en torno a la narcorred: "El procurador capitalino Del
Villar también ha declarado que una de las dos televisoras de la nación, TV
Azteca, fue empleada por el hermano del expresidente Carlos Salinas de Gortari
para lavar dinero ilícito. La red rechazó los cargos. El hermano del
expresidente, Raúl, está en prisión sentenciado por asesinato y bajo cargos de
corrupción."
Pero esto no es una historia sobre cómo los medios
mexicanos son corruptos y por ende una que supone que hay transparencia y
limpieza en los medios gringos. De hecho, la cadena de TV NBC recién se ha
co-apropiado de TV Azteca. Y el amarillismo periodístico de la televisora no ha
sufrido modificación. Continúa apoyando al régimen gobernante y calumniando
injustamente a sus críticos.
Hoy se dice que Televisa, la otra televisora
nacional, está en parte adquirida con narcodinero. Esta primavera el banquero
Roberto Hernández, anteriormente acusado por el diario yucateco Por Esto! de
traficar toneladas de cocaína a lo largo de sus propiedades en playas del
caribe, fue conducido a la copropiedad de Televisa, como socio y director. Esto
luego de que los presidentes Clinton y Zedillo lavaran su imagen al sostener
una cumbre antidrogas en el rancho del señor.
El público mexicano no solo estaba molesto con las
instituciones de los narcomedios, que los había engañado en torno a la muerte
de Stanley, y con el Narcoestado, cuya protección al narco era más evidente que
nunca. Tras cinco días en junio pasado de revelaciones claras y documentadas de
cómo el gobierno y los medios trabajaban en pro del narcotráfico, el público
estaba alcanzando una coherencia en su entendimiento de la farsa de la prohibición
de las drogas.
Mientras tanto el periodismo de investigación, dada
la indignación y el análisis coherente de periodistas serios, experimentaba un
resurgimiento. Parecía que cualquiera de esos días y gracias al incesante
reporteo, se vendría abajo el plan del Narcoestado para instalar a Labastida
como comandante-en-jefe.
Entonces, el sábado 12 de junio el padrino del
Narcoestado mexicano -el conspicuo propietario de TV Azteca así como de tanta
de la riqueza del país- voló desde su escondite en Dublín hasta la Ciudad de
México para poner todo otra vez bajo control. Tras 4 años de ausencia Carlos
Salinas de Gortari colocaba otra vez los pies en tierras mexicanas.
Fue recibido por guardias presidenciales en el aeropuerto. No estaban ahí para arrestarlo por vez primera luego de 4 años -no hay orden de arresto a pesar de los cargos presentados por los suizos y otros gobiernos dado un enriquecimiento como presidente que asciende al orden de billones de dólares con pagos del narco y del lavado de dinero- sino para protejerlo. Y es que se trataba, y hoy como entonces, del hombre más odiado de México, ampliamente considerado como el mayor criminal de la nación, desestabilizador del país, narcotraficante, lavador de dinero, propietario conspicuo de medios así como de bancos, destructor de la clase media mexicana.
Fue recibido por guardias presidenciales en el aeropuerto. No estaban ahí para arrestarlo por vez primera luego de 4 años -no hay orden de arresto a pesar de los cargos presentados por los suizos y otros gobiernos dado un enriquecimiento como presidente que asciende al orden de billones de dólares con pagos del narco y del lavado de dinero- sino para protejerlo. Y es que se trataba, y hoy como entonces, del hombre más odiado de México, ampliamente considerado como el mayor criminal de la nación, desestabilizador del país, narcotraficante, lavador de dinero, propietario conspicuo de medios así como de bancos, destructor de la clase media mexicana.
El pretexto de la visita de Salinas era la boda de
un pariente, una boda que se había pospuesto meses antes cuando Salinas
repentinamente hizo saber que no podría asistir. Por cada millón de mexicanos
que han visto dañada su seguridad por el Narcoestado Salinas-Zedillo-Labastida
promovido por los E.U. hay cuando menos un millonario salvajemente enriquecido
al participar en el proyecto logrado por Salinas: la privatización de la
riqueza de México y la nacionalización encubierta del Narco. Salinas logró esto
gracias al apoyo de dos presidentes gringos: Bush y Clinton.
Salinas convocó a una conferencia de prensa
invitando solo a los reporteros que siempre controlaba: un Quién es quién de
los narcomedios. TV Azteca y Televisa obtuvieron cada una su entrevista
exclusiva. Reafirmó la inocencia de su hermano Raúl Salinas de Gortari, y
defendió su legado. Se citó con los aliados políticos y de negocios, muchos de
ellos invitados a la boda. Hizo una fortaleza de la mansión ubicada en el
barrio histórico de Coyoacán, vigilada no solo por guardias presidenciales
facilitados por Zedillo, también por una gran fuerza de seguridad privada
propiedad suya.
Las muchedumbres se reunían para protestar. Las
pancartas anunciaban su traición a la patria.
Abandonaron los periodistas sus indagaciones en el
caso Stanley y orientaron sus plumas hacia Salinas. Cuatro años de ira
acumulada dirigidos en su contra, y Salinas meramente sonreía.
De un tajo absorbió la ira y el encono de la nación.
A las 48 horas se había marchado de nuevo. El control quedaba restablecido.
Zedillo y Labastida salieron de sus bunkers: el presidente se había escondido
en una base de la Fuerza Armada en Guadalajara durante una ceremonia con el
general Enrique Cervantes, de quien se sospecha, según anunció recientemente el
programa gringo 60 minutes, el lavado de más de $100 millones de narcodólares.
Voceros pro-PRI en los medios proponían muchas teorías sobre la visita,
alegando siempre que señalaba una división entre el odiado Salinas y Zedillo.
La máscara ocupaba nuevamente su lugar. El demonio se había retirado: para
entonces, la ira estaba disipada, la energía desgastada. Un escándalo
espectacular había funcionado para cubrir el escándalo real.
Cinco semanas más tarde un juez federal reducía la
sentencia de Raúl Salinas de 50 a 22 años en prisión; bajo la ley mexicana
podría quedar libre en cinco. Y el juez dejaba lugar para reducciones en la
sentencia.
Carlos Salinas de Gortari había salvado a TV
Azteca, había salvado a su hermano, y el Narco-Estado continuaba su marcha.
Al Giordano, ex reportero político del diario
Boston Phoenix, publica en internet el Boletín Narco-News, que reporta sobre la
guerra contra las drogas desde Latinoamérica. Escribe regularmente en el diario
Por Esto! y en el semanario La Crisis. Ha publicado también en el Washington
Post y en el American Journalism Review. De 1990 a 1993 condujo el programa
diario Radio Libre Nueva Inglaterra. En 1997 enfureció a algunos de sus
ex-colegas con la publicación de "Los Medios Son el Intermediario: Para
una revolución en contra de los medios actuales," e inició un largo camino
hacia el interior de Chiapas, México.
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